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CINEMA DE PERRA GORDA

CHAINED (1934, Clarence Brown) Encadenada

CHAINED (1934, Clarence Brown) Encadenada

Pocas propuestas del periodo precode, puede presumir de plasmar con mayor comprensión y serenidad el adulterio como CHAINED (Encadenada, 1934), mostrando al mismo tiempo la versatilidad de ese enorme cineasta que fue Clarence Brown. Tras esos primeros planos que nos describen a la perfección la fuerza que irradia en la joven Diane Lovering (Joan Crawford), navegando por el puerto de Nueva York, esta repentinamente retorna a lo que pronto advertiremos es su puesto de trabajo, recibiendo el cariño del maduro Richard I. Field (Otto Kruger). El fluir del reencuentro nos revelará que ambos son amantes, retornando la mujer de Richard de manera repentina junto a su marido. Contra lo que podríamos imaginar, Field decide que su amada esté presente, para plantear a su esposa la petición de divorcio. Lo que acontecerá será una de las miradas más duras en torno al convencionalismo de las clases altas de la época, mostrando a una esposa egoísta, que no dudará en negar el divorcio a su marido, siendo consciente de que no le ama, solo por el hecho de mantener un estatus social en el que se siente cómoda.

Será un estupendo inicio para un relato que proseguirá casi como un referente de cara a las posteriores HISTORY IS MADE AT NIGHT (Cena de medianoche, 1937) de Frank Borzage o LOVE AFFAIR (Tu y yo, 1939) de Leo McCarey, curiosamente, dos realizadores en los que encuentro notables semejanzas con los modos de Brown. Diane viajará en crucero hasta Buenos Aires, recomendada por su fiel protector, con la sincera intención de relajarse hasta aclarar sus ideas y retornar con él. Sin embargo, muy pronto se introducirá en su seno una nueva mirada en torno a un sentimiento amoroso hasta entonces ausente en ella. Se lo brindará el joven, arrollador y descarado Mike Bradley (Clark Gable), propietario de una granja de caballos, con el que sin pretenderlo se verá inmersa en un romance, que se irá consolidando una vez se produzca la llegada de ambos a la capital argentina. Con Bradley a su lado, Diane verá otro nuevo mundo, sin duda más acorde a su auténtica personalidad, y que quizá había escondido, estando al amparo de un hombre tan cariñoso aunque alejado a ella como Field. Una vez que sus sentimientos hacia Mike estallen, en medio de una secuencia llena de sensualidad, enmarcada en el fragor de la campiña, nuestra protagonista regresará hasta Nueva York, dispuesta a comentar al fiel Richard la nueva situación vivida, intentando con ello no herir sus sentimientos. Sin embargo, un nuevo elemento enturbiará sus deseos. Este le comunicará emocionado que ha logrado obtener el divorcio de su mujer. Es más, Diane al escuchar los enormes sacrificios que su hasta entonces amante le irá comunicando –renunciar a la custodia de sus hijos e incluso renunciar a buena parte de su fortuna-, quedará conmovida hasta estallar en llanto, en una de las secuencias más intensas del film, planificada en torno a esa inclinación por la fuerza en la interpretación de sus actores, puesta de manifiesto en planos fijos de larga duración.

Rodeada en la contradicción de decidir su libertad emocional, o acceder a unirse por agradecimiento a quien tanto ha sacrificado por ella, Diane decidirá lo segundo. Clarence Brown ni siquiera mostrará la ceremonia. Tan solo el envío de un sucinto escrito de disculpa a Mike, y una sucesión de breves secuencias -la película no llega a alcanzar los ochenta minutos de duración-, nos apercibiremos de la insatisfacción de la ya convertida esposa de Richard I. Field. Los veremos en diferentes actos sociales, donde nuestra protagonista no podrá evitar mostrar su inadecuación a formar parte a un mundo de convenciones que en el fondo detesta. Será algo que su esposo quizá intuya en esa miradas que de manera sutil le formula –algo a lo que el registro siempre ambivalente del estupendo Otto Kruger contribuye a enriquecer- cuando se encuentra compartiendo con ella dichos actos. Ha transcurrido un año desde su enlace, y el destino querrá que Diane se reencuentre casualmente con ese Mike que decidió perder, pero que aún alberga en su corazón.

Notable combinación de comedia y drama, CHAINED sabe alternar episodios de magnífica expresión visual, como el que se describe en la amplia piscina del crucero, albergando en su modélica planificación la rápida evolución de ese inicial rechazo de Diane hacia Rick, hasta un rápido acercamiento a este. O esa magnífica sucesión de travellings de retroceso, describiendo ese rápido caminar de la pareja por la cubierta del barco, exteriorizando ese latente sentimiento de alegría compartida, que culminará con un hilarante apunte de comedia –las estratagemas para desembarazarse de dos molestas mujeres que les persiguen-, que nos permitirá comprobar la olvidada dotación para la comedia de un Clark Gable que acaba de salir del rodaje de la canónica IT HAPPENED ONE NIGHT (Sucedió una noche, 1935) de Frank Capra. Clarence Brown demostrará su maestría a la hora de plasmar su capacidad para extraer el máximo rendimiento de una planificación que potenciará el plano fijo y la intensidad de la interpretación de actores, evocándonos la maestría con la que plasmó su dotación romántica en títulos silentes como FLESH AND THE DEVIL (El demonio y la carne, 1926). El realizador sabe ser diestro en el apunte y en la fuerza de sus momentos más emotivos. Es algo que, en definitiva, se plasmarán en los últimos minutos del relato, con la despedida de Crawford y Gable, al describirle Diane su incapacidad para provocar el menor sufrimiento a una persona que lo ha dado todo por ella, o en ese doble episodio final, que por derecho propio, debería figurar entre lo mejor legado por el melodrama en aquellos años.

Será un fragmento que se iniciará con la inesperada llegada de Rick a la cabaña en la que se encuentran Richard y Diane iniciando unas breves vacaciones de invierno. Este simula ser un viejo amigo de esta que desea encontrarse con el esposo para entablar contactos de negocios. Sin embargo, una sensación incómoda será planteada de manera ejemplar por el realizador, teniendo como epicentro la protagonista, que no desea que este revele a Richard la relación que les ha unido. Las miradas entre ambos, reflejarán nerviosismo, complicidad y, finalmente, agradecimiento, ya que en último término Bradley desistirá de llevar a término sus intenciones iniciales. Sin embargo, contra todo pronóstico, y cuando el espectador prevé que el futuro de su esposa está condenada a la rutina y la resignación, Richard hará gala de una extraordinaria lucidez y generosidad, señalando a su esposa en un último gesto de entrega, que había intuido el amor que le unió a Mike, y dejándola libre en su futuro. Llegará a señalarle en un instante de supremo sacrificio, que en un solo año con ella a su lado, ha sido más feliz que en el resto de su vida. Hermosa y reveladora conclusión para una película avanzada en su concepción de las relaciones humanas, portadora de un retrato femenino aún hoy día revestido de modernidad y, sobre todo, reveladora del talento de un director en plenas facultades, e incluso de una Metro Goldwyn Mayer aún no enconsertada en su casi inmediato conservadurismo.

Calificación: 3

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