Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

FARMER’S DAUGHTER (1947, Henry C. Potter) Un destino de mujer

FARMER’S DAUGHTER (1947, Henry C. Potter) Un destino de mujer

Tres años antes de que Judy Holliday triunfara, ganando un Oscar con BORN YESTERDAY (Nacida ayer, 1950. George Cukor), asumiendo el rol de una chica tontorrona, que casi de la noche a la mañana alcanzaba una creciente conciencia social, Hollywood ya había brindado otro precedente, tan exitoso o más que aquel, que de igual modo sirvió a su protagonista femenina, Loretta Young, la obtención la célebre estatuilla. De tal forma, FARMER’S DAUGHTER (Un destino de mujer, 1947), aparece como una magnífica comedia romántica. Un título de alcance familiar, que por momentos oscila entre la obra de Capra, y la delicadeza con la que Henry King -uno de los grandes del cine americano- trasladó en su cine argumentos con ciertas semejanzas, en donde la modulación entre la comedia costumbrista y el melodrama, estaba expresada con enorme precisión.

Ello fue posible de la mano de Henry C. Potter, un especialista en la comedia, de quien generalmente se señala la insólita HELLZAPOPPIN (Loquilandia, 1941), para quien el título que comentamos resulte, probablemente, su obra más lograda y perdurable. Es evidente, que para ello se consolidó un impecable cuadro técnico y artístico, en una producción del gran Dore Schary en el seno de la RKO, articulando un perfecto guion de la mano de Allen Rivkin y Laura Kerr, a partir de la obra teatral de Hella Wuolijoki. Una base argumental, en la que todos y cada uno de sus engranajes aparecen férreamente engarzados, para lo cual no conviene dejar de prestar atención, a los minutos iniciales de la película, en los que se describen los primeros pasos de la protagonista, cuando se decide a abandonar su granja familiar, para dirigirse a la gran ciudad, al objeto de cursar unos cursos de enfermería, que canalicen su futuro profesional.

Ella es Katrin Hollstrom (Loretta Young), la única mujer de los cuatro hijos de una familia de inmigrantes suecos en Estados Unidos. Una joven amable y servicial, muy protegida por su padre y sus tres hermanos, que sufrirá una lamentable contingencia al viajar hasta la ciudad con el pintor que ha trabajado en la granja, quien le sacará literalmente el dinero que esta portaba para sus gastos, al sufrir su furgoneta un choque, dejándola tirada en el motel, e incluso revelándose contra ella, cuando esta lo localice en su apartamento. Pese a quedarse sin recursos, Katrin pronto logrará un empleo provisional en la acaudalada mansión de los Morley, una familia largamente vinculada a la vida política de la ciudad, sustituyendo a una servidora que se encuentra de baja. En su nuevo e inicialmente efímero cometido, desde el primer momento dará cuenta de su eficiencia y sensibilidad, al tiempo que un detalle insólito… su instinto político. Junto a ello, y aunque este se niegue inicialmente, el joven congresista Glenn Morley (Joseph Cotten), hijo de la matriarca de la saga -encarnada por Ethel Barrymore-, irá encariñándose con esta, al tiempo que distanciándose de una arrogante periodista, que hasta ese momento ha sido su relación más estable, siendo al mismo tiempo reelegido en unos comicios legislativos. Todo irá desarrollándose en el terreno de lo previsible, cuando al regreso de Glenn de un viaje por Europa, se produzca el inesperado fallecimiento del gobernador, perteneciente al partido, con lo que se convocarán elecciones y, con ello, la designación de un candidato de la fuerza que comandan los Morley. El elegido será A. J. Finley (Art Báker), del que Katrin desconfiará con fundamento, y a quien de manera inexperta, desafiará inocentemente en la convención que se realizará para confiar su nombramiento.

La sorprendente coherencia del acorralamiento a que nuestra protagonista someterá al aspirante, no caerá en saco roto en el partido de oposición, que carecía de un candidato solvente, ofreciéndole a esta encabezar su candidatura. La campaña se iniciará con desventaja para nuestra protagonista, pero poco a poco irá remontando las encuestas, hasta que, a un par de días de los comicios, todos los indicios la den como segura ganadora. La inesperada reaparición en el cuartel de Finley de aquel pintor que engañara a Katrin, denunciando a esta como una mujer de moral disoluta, pese a la renuencia de la Sra. Morley, se transmitirá a la prensa. Incluso pese a la posición de Glenn, que amenazará con abandonar el partido si se confirma la difusión del infundio. Es más, buscará a la humillada protagonista, que ha abandonado la contienda política y se ha refugiado en su granja. Viajará hasta allí, comprobando el amor que ambos se profesan, pidiendo el permiso de su padre, quien al mismo tiempo aconsejará a su hija que no abandone el compromiso que ha contraído. Pero el recorrido se encontrará plagado de no pocos inconvenientes, y prácticamente a contra reloj de los comicios en la ciudad.

Si algo caracteriza de principio a fin THE FARMER’S DAUGHTER es ese tono intimista, cercano y familiar, que en algunos instantes adquiere un aura de cuento navideño -las secuencias desarrolladas entre la nieve-, en una película descrita fundamentalmente en secuencias de interiores, aunque Potter acierte en todo momento al transformar la base teatral del relato, con un trabajo de cámara que busca confrontar el devenir de sus personajes, con una lujosa escenografía, que es trabajada a fondo por el realizador. Algo en lo que sin duda marca la impronta de Schary, en un relato que no excluye agudos y comprometidos apuntes políticos en su parte final -no es habitual en una producción de estas características, la querencia por el racismo que manifiesta un borracho Finley, o previamente hemos contemplado la alienación del proceso de consolidación de un candidato-.

Con ser valientes y valiosos esos apuntes, si THE FARMER’S DAUGHTER roza por momentos la excelencia, reside en la capacidad que alberga un muy inspirado Potter, de entrada, para exprimir al máximo un cuarteto protagonista absolutamente maravilloso. Loretta Young ofrece quizá la creación más brillante de su carrera, repleta de ingenuidad y matices, capaz de irradiar una extraña sensación de inocencia y al mismo tiempo de propiedad, cada vez que aparece en antena. Por su parte, Joseph Cotten resulta magnífico en uno de sus escasísimos roles de comedia -resulta especialmente memorable en su capacidad para mostrar un aspecto paródico, en todas aquellas secuencias desarrolladas en su habitación, intentando fingir diversas situaciones-. Y junto a las dos estrellas, tanto Ethel Barrymore como Charles Bickfort se entregan con su enorme talento. Las miradas de la Barrymore, analizando antes que nadie ese proceso de enamoramiento de su hijo -maravilloso el bastonazo que le pega en el trasero a este, cuando corre por primera vez a seguir a Katrin-. O el aplomo que despliega Bickfort, encarnando a Clancy, sabiendo estar digno e irónico al mismo tiempo en todo momento -las apuestas que ambos se realizan, mientras ven a Cotten patinando tontamente con la Young; la dignidad con la que le confiesa a la inesperada candidata, que por vez primera no votará a los Morley, y lo hará a ella-. Ese dibujo de personajes, se extenderá al resto de roles secundarios -los hermanos y el padre de la protagonista-, con especial delectación a la hora de describir esa fauna de políticos que rodean a los Morley, que por momentos parecen surgidos del mundo de Damon Runyon, o precedentes del John Ford de THE LAST HURRAH (El último hurra, 1958).

Con tales mimbres, lo cierto es que solo hay que dejarse llevar, y sentirse como la propia protagonista, cuando casi se pierde en la inmensidad de la mansión que va a cambiar su vida. Mirar como mira la Sra. Morley, a esta muchacha, con tanta sencillez como convicción, ese primer discurso político, leyendo el que prenunciara su desaparecido esposo. Reírte con las infantiles peripecias de Glenn, que casi sin darse cuenta, ha asumido una extraña juventud al llegar esta nueva sirvienta. Ver como Katrin se burla de esa periodista tan pedante, imitando su afectado saludo. O como los dos amantes se abrazan casi al final, rodeados de gallinas. THE FARMER’S DAUGHTER es una pequeña joya de la comedia, cuando esta se encontraba bajo un ámbito de apego familiar, describiendo tras sus costuras, una mirada de considerable calado, a una sociedad convulsa, como la norteamericana de aquel tiempo.

Calificación: 3’5

0 comentarios