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CINEMA DE PERRA GORDA

NIGHT PASSAGE (1957, James Neilson) La última bala

NIGHT PASSAGE (1957, James Neilson) La última bala

La historia del cine está llena de títulos que por sus especiales circunstancias externas no son valorados por sus cualidades intrínsecas. Este es, bajo mi punto de vista, el ejemplo que ofrece LA ÚLTIMA BALA (Night Passage, 1957), un film realizado en las postrimerías del ya célebre ciclo firmado de westerns firmado por Anthony Mann, protagonizado por James Stewart, generalmente con guiones de Borden Chase y producido por Aaron Rosenberg para la Universal. Una colección de cinco títulos que se encuentra entre lo más considerado del género, por más que en líneas generales personalmente prefiera en ocasiones algunos de los westerns que Mann filmó en blanco y negro con matices casi expresionistas y generalmente menos valorados, como es LA PUERTA DEL DIABLO (Devil’s Doorway, 1950).

En cualquier caso, NIGHT PASSAGE es una producción que al parecer fue iniciada por el gran realizador, abandonando posteriormente su rodaje y asumiendo el mismo James Neilson, artesano de andadura posterior poco distinguida con numerosas comedias familiares auspiciadas para la Disney. Quizá por ello la película no cuente con la estima que merece y que creo le debería granjearse a similares valoraciones que algunos del prestigioso y espaciado ciclo antes mencionado –en los cinco años en que ambos fueron realizados, tanto Mann como Stewart participaron en otros géneros y producciones, colaborando incluso conjuntamente en melodramas y films de aventuras. Al menos jamás debería ser considerado al margen y sobre todo ignorado, ya que sus cualidades son notables.

Lo primero que se advierte al iniciarse LA ÚLTIMA BALA es la excelente utilización del paisaje y el peso dramático que este adquiere sobre el pasado de Grant McLaine (un James Stewart que una vez más realiza una interpretación de gran fisicidad). Atendiendo la llamada de unos antiguos superiores y amigos se decide a retomar su profesión de salvaguarda y vigilante en una empresa de ferrocarril que avanza en su implantación. Durante varios años ha sobrevivido con penurias tocando un acordeón que porta. Paulatinamente el desarrollo de la película va imbricando la agudeza de su guión, en el que el peso de las vivencias del pasado van teniendo una especial importancia en su desarrollo –por ejemplo, la importancia del acordeón en los comportamientos de los personajes; el instante en que el hermano menor tararea con su piernas la melodía que interpreta McLaine ante la banda-. Circunstancias que muy sutilmente se nos van revelando y de alguna manera se sobrellevan como una sombra oscura que siempre se exterioriza en el carácter del protagonista. Sus andanzas le llevan a entrecruzarse con una extraña exploradora, un pasadizo que sirve para encontrar un atajo para adelantar el ferrocarril o el encuentro con un niño que ha estado a punto de sufrir una paliza de manos de un forajido.

Todas estas circunstancias no son nada gratuitas, ambas tendrán su estrecha relación en el desarrollo de una historia que permite la evolución de sus principales personajes. La misma como ya señalaba implica una nueva oportunidad para recobrar el prestigio de McLaine como vigilante, al tiempo que relacionarse con una banda de forajidos en la que se encuentra el motivo central de extraña evocación del protagonista. Este no es otro que la presencia de su hermano menor Lee –apodado The Utica Kid-, un joven carismático y algo arrogante en la oposición a la sensatez de Grant y con el que pronto veremos que ha mantenido una relación como si de unos nuevos Caín y Abel se trataran. Lee además tiene un nada larvado enfrentamiento con el otro líder de la banda –Whitey (Dan Dureya)-, mientras que su novia -Charlotte (Dianne Foster)- se empeña en reconducir sus tendencias como delincuentes.

El guión no se priva de introducir un mcguffin con el movimiento que tienen esos diez mil dólares que McLaine he escondido en la caja del niño durante el trayecto en tren y antes del infructuoso asalto perpetrado por la banda de forajidos. Ello da pie a algunos interesantes momentos de suspense en los que los encuadres se refieren al movimiento de la misma. Y es que, ya es hora de decirlo, LA ÚLTIMA BALA es un western brillantemente puesto en escena, con un modélico uso del formato panorámico, a lo que ayuda no poco la esplendida fotografía en color de William Daniels. Especialmente en las secuencias en las que están presentes numerosos personajes su planificación obtiene resultados espléndidos –los primeros momentos en el campamento de trabajadores del ferrocarril con las tensiones que se suscitan las melodías que McLaine interpreta con el acordeón o las secuencias entre los componentes de la banda de forajidos-. Junto a ellas, no se puede dejar de mencionar la extrema brillantez en la disposición del duelo final, excelentemente planificado y montado y en el que de alguna manera queda saldada la deuda del pasado de su protagonista, mientras que la desaparición final de su hermano lo reconcilia con su pasado y se une a su recuerdo al dejarse entrever el inicio de una relación con la que fuera novia de Lee, Charlotte.

En definitiva, un estupendo western, merecedor de una mayor estima de la que goza.

Calificación: 3

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