Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

IL SOLE NEGLI OCCHI (1953, Antonio Pietrangeli)

IL SOLE NEGLI OCCHI (1953, Antonio Pietrangeli)

Digno exponente de un cine popular italiano de raíces melodramáticas que entroncaba sus raíces en el neorrealismo, IL SOLE NEGLI OCCHI (1953) supuso el debut como realizador de Antonio Pietrangeli (1919 – 1968). El artífice de la estupenda FANTASMI A ROMA (Fantasmas de Roma, 1961) decidió probar sus armas como director, tras una considerable andadura como guionista. Y para ello mostró su interés en plasmar para la pantalla una historia que reflejaba una problemática de bastante actualidad en la sociedad urbana de la época, como era la proliferación de sirvientas provenientes del mundo rural. No se puede decir por otro lado que este fenómeno fuera exclusivo de Italia, ya que se extendió a todos los países europeos al llegar su periodo de desarrollo tras las penurias provocadas por la II Guerra Mundial. Una circunstancia que en buena medida se está viviendo en España en los últimos años, al amparo de la inmigración proveniente de países de centro y sudamérica.


El film de Pietrangeli se inicia con el viaje de Celestina (Irène Galter) hasta Roma desde su pueblo en la montaña. Ya en el trayecto en autobús hará evidente la debilidad de su carácter –rompe a llorar al añorar su infancia y rompérsele la figura del ángel de la guarda que porta-. La protagonista incluso se pierde en la capital italiana, cuando llega al primer matrimonio que les ha solicitado, por medio de la clásica mediación de la parroquia de su pueblo natal. A partir de ahí, IL SOLE… deviene en una crónica realista, pero también sentimental y en cierto modo tamizada de comedia, del progresivo deambular de Celestina sirviendo a diversos personajes prototípicos de la vida italiana de aquel periodo. Un aprendizaje profesional que le llevará a evolucionar hasta una madurez forzosa y traumática, marcada en una personalidad definida hasta entonces por su simpleza e ingenuidad. Serán estos unos rasgos que le llevarán incluso a sufrir su primer desengaño amoroso y quedarse embarazada, en un entierro frecuentado por quienes la precedieron.


En función de estas circunstancias, se describirá el recorrido por una Roma encaminada a su rápido desarrollo tras el trauma de postguerra, descrito en aburridos e impersonales barrios de nueva creación, y a un mundo de sirvientas que se reúnen los domingos para vivir semanalmente ritos tan rutinarios como excursiones campestres o bailes vespertinos. A ellas se integrará con su sempiterna simpleza la protagonista de la película, siendo cortejada desde el primer momento por Fernando (Gabrielle Ferzetti), un joven fontanero bien conocido por su facilidad con las mujeres, y que mantiene con la muchacha una relación ambivalente –mitad sincera, y al mismo tiempo guiada por el placer-. Fernando en realidad engaña a la protagonista, ya que proyecta casarse con la hermana de su socio, con vistas a ser ascendido laboralmente en el negocio.

Lo cierto es que el film de Pietrangeli describe un amplio abanico de familias italianas –a las que sirve ocasionalmente Celestina-. Desde el moderno y acomodado matrimonio urbano, hasta la veterana pareja que vivió momentos mejores, pasando por una sofisticada familia aristocrática o un chirriante exponente típico italiano con el que tendrá que acudir de vacaciones costeras –un nuevo rito en la clase media del país-, sirviendo esa separación veraniega para que Fernando se desentienda totalmente de la muchacha. Oscilando entre esa ya señalada capacidad descriptiva de tinte realista –que lleva a definir el personaje de la amiga de la protagonista, veterana sirviente que con su trabajo mantiene al hijo que ha criado como madre soltera-, la crónica sentimental y un cierto porcentaje de comedia costumbrista, IL SOLE… funciona por separado en cualquiera de ambas vertientes, pero en su conjunto jamás llega a armonizar todos ellos con acierto, siendo esta quizá la principal limitación de la propuesta.

Pese a este elemento en contra, su resultado resulta honesto y bastante atrevido, y logrando además aportar algunos momentos de gran sensibilidad cinematográfica. Entre ellos me gustaría resaltar el romanticismo que se transmite durante la excursión que realizan Celestina y Fernando, sincerandose con sus miradas mientras se encuentran sentados junto al lago, la pasión que ella le rebela y, del mismo modo, el cariño que él le tiene y que impide contarle su situación sentimental con otra mujer. Intensa será también la secuencia en que la protagonista se encuentra con la esposa de Fernando –durante el verano en que ha servido fuera de la ciudad, él se ha casado-. Unos momentos dolorosos que tendrán su corolario al volver a encontrarse con este, quien una vez más se defiende con mentiras y evasivas, y que le llevarán a su intento de suicidio, al arrojarse a un tranvía en marcha. Una vez se recupera de sus heridas en el hospital, Fernando acude y descubrirá que se encuentra embarazada de él, embargándole un profundo arrepentimiento y llegando a pedirle que le perdone al mostrarle su deseo de compartir su vida con ella. Cuando este se marcha, la dramática madurez de Celestina le llevará a estar segura de no querer volver a verlo más. La joven sirvienta ha evolucionado en su personalidad a marchas forzadas, y en la puerta del hospital sus compañeras señalan que esta dramática vivencia le permitirá encontrar empleo con mayor facilidad, ya que se supone que suelen contratar a mujeres con una mayor experiencia, en vez de jóvenes recién llegadas; un perfil al que anteriormente respondía a la perfección.


Así concluye un producto honesto y atractivo, que supuso el primer paso de un director de cierta y efímera relevancia, y un entrañable homenaje, de índole realista, a ese colectivo de sirvientes que tanta significación alcanzaron en el despegue económico italiano.


Calificación: 2’5

0 comentarios