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CINEMA DE PERRA GORDA

ARSÈNE LUPIN (2004, Jean-Paul Salomé)

ARSÈNE LUPIN (2004, Jean-Paul Salomé)

Al margen de sus francamente menguadas cualidades, de su por lo general fracasada capacidad para evocar el espíritu del primitivo serial y del caos con el que se caracteriza el desarrollo de sus casi innumerables aventuras, nadie puede negar que ARSÈNE LUPIN (2004, Jean-Paul Salomé) se erige como un producto plenamente representativo del contexto que ha posibilitado sus verdadera razón de ser. Y al referirme a ello, indudablemente no lo hago pudiendo aludir a un hipotético intento de llevar al cine de nuestros días el espíritu que pudieran encerrar la traslación a la pantalla el espíritu del célebre ladrón de joyas creado por el escritor Maurice Leblanc, llevado al cine por diversos realizadores –y del que confieso me encantaría contemplar la realizada por Jacques Becker a finales de la década de los cincuenta-. En concreto, quiero subrayar que, una vez más, viniendo de una superproducción emanada en el contexto del cine francés, nos encontramos ante un título de desmesurada duración –en eso, no se diferencian de las creadas en la cinematografía norteamericana-, caracterizado por su gratuidad narrativa –le sobran centenares de planos-, y provistos de un look visual característico y habitual en la pantalla gala, que da igual que esté firmado por uno u otro realizador, puesto que a grandes rasgos se revela idéntico en uno u otro caso –para ello, me gustaría que cualquier espectador soportara el ladrillo UN LONG DIMANCHE DE FIANÇAILLES (Largo domingo de noviazgo, 2004. Jean-Pierre Jeunet), o viera la reciente versión de FANFAN LA TULIPE (2003, Gerard Krawczyk) y las comparara con el título que nos ocupa-. En todos los ejemplos citados –y en tantos otros exponentes de dichas características-, detectamos la misma inclinación hacia grúas kilométricas, a la acumulación de planos “inverosímiles”, a una atomización innecesaria del montaje, a una gratuidad en definitiva dominada por unas elecciones visuales que no son nuevas, han sido prolongadas a lo largo de más de una década como un auténtico cáncer en el contexto del cine comercial francés, pero cuyo probado éxito comercial ha permitido en su prolongación, por más que ni entonces ni en hoy puedan calificarse más que exponentes del seguidismo –bajo un barniz aparentemente opuesto-, de las más conspicuas tendencias mainstream del cine de Hollywood.

 

Y es una pena, puesto que entre tantas secuencias dilatadas o atomizadas por el montaje, entre giros que en su acumulación provocan hastío, entre planos de grúa que se elevan casi por encima del infinito se esconde –al igual que sucedía con la mencionada FANFAN…-, el germen de un atractivo film de aventuras. Posibilidad malograda en la andadura de este joven y hábil ladrón –pero nunca asesino-, en la extrañísima relación que mantiene con su padre, en su representatividad como exponente de clase obrera enfrentado malgré lui a un entorno de nobleza caduca y evanescente dominante en una Francia que discurrirá hasta casi las manifestaciones iniciales de la I Guerra Mundial, o en la extraña y envolvente atracción que irá desarrollándose pese al paso del tiempo entre el elegante y atractivo ladrón protagonista y la sofisticada, ambigua, misteriosa y siempre intrigante Josephine (Kristin Scott-Thomas). En todas estas posibilidades, el film de Salomé fracasa pero, si más no, y pese a lo irritante y confuso que puede resultar, lo cierto es que puede detectarse en sus imágenes el afloramiento de una serie de momentos y secuencias que permiten que el visionado de la película no conlleve una absoluta pérdida de tiempo. Con ello no me refiero al cuidado y en ocasiones atrevido diseño de producción desplegado –es lo mínimo que cabe esperar de un producto de estas características-, sino en el intento de establecer una química entre los dos personajes protagonistas, donde se aprecia el esfuerzo de sus intérpretes por desarrollarla, por más que la Scott-Thomas no se salga de sus cánones habituales, y por parte del generalmente estupendo Romain Duris se conozcan sin duda roles cinematográficos más afortunados. Pese a ello, y disponiendo el espectador una relativa condescendencia al tener que compartir un par de horas con una estética vacua y gratuita -aunque por lo general jamás ofensiva-, lo cierto es que se puede encontrar con un pasatiempo en ocasiones suntuoso, en las más, indiferente, que si bien desaprovecha un cúmulo de posibilidades realmente amplio, finalmente deviene en un producto tan inane como olvidable.

 

Calificación: 1’5

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