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CINEMA DE PERRA GORDA

TEENAGERS FROM OUTER SPACE (1959, Tom Graeff)

TEENAGERS FROM OUTER SPACE (1959, Tom Graeff)

Una mirada desprovista de prejuicios en una u otra vertiente –es decir, que huya de cualquier mirada complaciente y mistificadora en función de la producción de la s/f en la década de los cincuenta, y por otro lado no desdeñe la misma precisamente con cierto aire elitista-, podría concluir con una misma valoración de TEENAGERS FROM OUTER SPACE (1959, Tom Graeff). Se trata de una absoluta mediocridad, lindante en muchos de sus momentos con la indigencia más absoluta. Lo farragoso de su historia, el empeño que demuestra a la hora de hilvanar los hilos de un guión empeñado en una lógica inútil, lo ridículo de sus efectos especiales –especialmente esos hilarantes esqueletos de plástico que en una inteligente ausencia hubieran logrado un mayor efecto dramático-, lo machacón de su banda sonora o la mediocridad de sus intérpretes, son factores determinantes en un producto que puede engrosar ese amplio conjunto de películas filmadas casi a destajo durante la década de los cincuenta, integradas dentro del género de ciencia – ficción, destinada al rápido consumo de públicos adolescentes de drive in y muy rápidamente sustituidas unas por otras. Películas que en su mayor parte serían condenadas al justo olvido, de no mediar un tan injustificado como resistente movimiento –especialmente en públicos juveniles-, empeñados en rescatar este tipo de producciones, valorando en ellas elementos lógicamente extra cinematográficos –y entre los que se colaban algunas prestaciones del siempre atractivo Edgar G. Ulmer-. Fruto de esta corriente podemos reseñar la incomprensible mitificación de la figura del lamentable Edward L. Word –a quien Tim Burton consagró  paradójicamente el mejor título de su filmografía-, rasgos estos que en nuestros días aún tienen sus exponentes con la edición en DVD de títulos de nula valía, cuando tantas y tantas películas de intuidas cualidades siguen engrosando las listas de espera de las firmas distribuidoras del formato digital hegemónico en nuestros días.

 

Un ejemplo de esta corriente lo tenemos en TEENAGERS… que punto por punto se inscribe dentro de esta tendencia. Incluso lo hace al ser el título más “conocido” de cuantos dirigió un oscuro personaje del mundo de Hollywood –Tom Graeff-, a quien cualquier día estoy convencido lo descabellado de su vida le llevaría a trasladar su biografía a la pantalla, siguiendo el ejemplo del mencionado Wood. No voy a relatar las andanzas y extravagancias de Graeff, quien llegó a considerarse la reencarnación de Jesucristo y se suicidó en 1970, pero si que la contemplación de esta delirante peripecia de extraterrestres logra atesorar, dentro de un enjambre de convencionalismos y bajo su escasa entidad final, no solo la intuición de una cierta personalidad cinematográfica, determinadas inquietudes temáticas, un cierto aura fatalista y, aunque parezca increíble, la presencia aquí y allá de un gusto en la composición del plano así como una intuición visual, que por momentos llega a trasmitirnos la impresión de encontrarnos ante el proyecto de una interesante mala película, o una propuesta olvidable con destellos de talento.

 

Una nave alienígena ha llegado hasta la tierra, aterrizando en las afueras de Los Angeles. De ella descienden algunos de sus moradores con la intención de comprobar si una especie de animal que necesitan para su mantenimiento se puede criar en el “vivero” del planeta Tierra –aún a costa de ir consumiendo toda forma de vida-. Las pruebas manifestarán una reacción contradictoria en estos seres, lo que provocará que huya de la nave un joven caracterizado por su capacidad de crítica en el planeta de donde procede. Se trata de Derek (David Love), quien será perseguido en su huída por el arrogante Thor (Bryant Grant), empeñado en su captura para retornarlo a su planeta de procedencia. Derek mostrará su atracción por la vida habitual en la ciudad, integrándose en una familia compuesta por la joven Betty (Dawn Bender) y su abuelo, quienes le ofrecen su hospitalidad y quedando la muchacha atraída ante el encanto y la apostura de nuestro protagonista. Sin embargo, la búsqueda de Thor llevará a un reguero de asesinatos –provocados por su pistola desintegradora- y a tensionar la normalidad de la vida en la localidad. Y es que unido a los estragos provocados por su perseguidor en la búsqueda de su hasta entonces compañero, se producirá la progresiva invasión de uno de los animales que estaba previsto que se alimentaran en la tierra, que se ha quedado en el interior de una cueva. La imprevista circunstancia será contrarrestada con la valiente actitud de Derek, quien la eliminará utilizando la fuerza de una central eléctrica. Ello no evitará comprobar como regresan a la tierra un grupo de naves procedentes de su planeta –con lo que ello certificará el progresivo exterminio de la vida terrestre-, motivando el intento de una artimaña –de escasa credibilidad en pantalla-, para contrarrestar la invasión de sus compañeros, inmolándose y al mismo tiempo cumpliendo con la promesa que le había formulado a su amada Betty, de permanecer para siempre en el planeta que le acogía.

 

Sería ocioso insistir en aquellos elementos que provocan incluso la hilaridad –uno de ellos, es comprobar como en apenas unas horas se fragua un intenso romance entre la pareja protagonista, o la manera con la que una cigala es transmutada literalmente en amenazador monstruo contra la ciudad.-. Pero como partimos de la base de un conjunto escasamente atractivo, justo es destacar del mismo los destellos de planificación que se aprecian, esa manera que existe que mostrar la sordidez de la vida en la localidad, la manera con la que se planifican algunos momentos –las llamadas de teléfono de la enfermera, encuadradas a contraluz con una iluminación al modo del Robert Aldrich de KISS ME DEADLY (El beso mortal, 1955)-, ese regusto fatalista que se plantea al intentar retratar esa sordidez de la vida urbana, o el fatalismo y la inadaptación mostrada por el deseo del joven protagonista para integrarse en una sociedad que le es ajena en sus orígenes –un elemento que estoy convencido apunta a una intención autobiográfica de su director-. Ello sin obviar la sesgada nuance homosexual que se detecta es la obsesiva búsqueda del arrogante y atractivo Thor, en la que se puede vislumbrar el despecho de un amante ignorado –sin obviar el diseño camp de los uniformes de los alienígenas-, y que también apunta a la propia homosexualidad del citado Graeff.

 

Indudablemente, todos estos detalles no pueden hacer obviar la mediocridad del conjunto, pero si, bajo mi punto de vista, elevan las menguadas cualidades del título que nos ocupa, por encima de auténticos engendros como PLAN 9 FROM OUTER SPACE  (1959. Edward D. Wood). Y es que, intentando separar el polvo de la paja, podemos intuir el intermitente talento de alguien que, no se si por suerte o por desgracia, no tuvo la ocasión de volver a intentarlo.

 

Calificación: 1

1 comentario

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