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CINEMA DE PERRA GORDA

LUCKY YOU (2007, Curtis Hanson) Lucky You

LUCKY YOU (2007, Curtis Hanson) Lucky You

Partamos de una premisa; tengo absoluta debilidad por las películas que tratan las adicciones a juegos. Dependencias desaforadas que de alguna manera se imbricaron en determinadas crónicas sobre tipologías marginales en la Norteamérica contemporánea. Podríamos hablar de referentes legendarios como THE HUSTLER (El buscavidas, 1961. Robert Rossen), e incluso en menor escala, su secuela THE COLOR OF MONEY (El color del dinero, 1986. Martin Scorsese). Pero es que todas aquellas ficciones desarrolladas en el mundo del juego, el póker o demostraciones de azar, bien sean en casinos o pequeños garitos, siempre me han suscitado una especial atención. Un interés que podría remontar incluso a la lejana y demasiado olvidada THE GREAT SHINNER (El gran pecador, 1949) de Robert Sodmak, y a partir de cuyas referencias, podríamos hablar de títulos como BOB LE FLAMBEUR (1956. Jean-Pierre Melville) o LA BAIE DES ANGES (La bahía de los ángeles, 1963. Jacques Demy) en el cine francés, una muy agradable comedia sixties rodada en Inglaterra con Warren Beatty y la desparecida Susannah York –KALEIDOSCOPE (Magnífico bribón, 1965. Jack Smitgh) pero que dentro del contexto del cine USA tendría dos referentes más o menos cercanos en el tiempo. Se trata por un lado del modelo propuesto en la efectista THE CINCINNATI KID (El rey del juego, 1965. Norman Jewison) –un artefacto ideado al servicio de la, para mí, incomprensible mítica generada en torno a la figura de Steve McQueen-, y en un puesto totalmente opuesto, tendríamos ocasión de reseñar la estupenda THE GAMBLER (El jugador, 1974), la primera incursión del checoslovaco –aunque refugiado en Inglaterra- Karel Reisz, uno de los “padres” del Free Cinema inglés, se asoma a una mirada sobre la pasión autodestructiva emanada por dichas prácticas, con ecos de la obra de Dostowieski.

Ante dichos referentes, sin duda cabe pensar que a la hora de filamr LUCKY YOU (2007), Curtis Hanson tuvo el acierto de tomar como referencia en un mayor grado el título de Reisz, aunque mirando de soslayo el fácil impacto provocado en su momento por aquella peliculita de un Norman Jewison, que muy pronto dejaría entrever era un falso buen cineasta. En este caso, parece que en el público y la crítica norteamericana, el ejemplo puesto en imagen por Hanson no gozó ni de su beneplácito. Una negativa acogida que se me antoja tan sorprendente como hasta cierto punto justificada, en la medida que Hanson decidió acometer esta propuesta centrada en el contraste entre el aprendizaje y la madurez –y para ello, resultan procedentes los ecos de la mencionada THE COLOR OF MONEY-, y en la que si bien es justo reconocer que en todo momento se advierte una relativa ausencia de mayor arrojo, que hubiera permitido un resultado más elevado del que se obtiene, no es óbice para dejar de considerarla como un interesante drama, con fragmentos incluso excelentes, entre cuyas costuras se vislumbra esa visión del juego como un tamiz sobre el que trasladar un determinado modo de vida, centrado ante todo en un determinado contexto de la sociedad USA. Esa querencia por el riesgo, afrontar la vida como un elemento de permanente riesgo, el placer incluso de caminar sobre peligrosos límites, son los que manifiesta esta atractiva producción de un Curtis Hanson que demuestra una vez más su pericia ante la cámara, e incluso a nivel temático se pueden detectar no pocos ecos de títulos suyos precedentes –me refiero con ello a L. A. CONFIDENTIAL (1997) y la posterior e inferior WONDER BOYS (Jóvenes prodigiosos, 2000)-.

Ya la brillante secuencia progenéricos, nos define a la perfección la personalidad del joven protagonista –Hugh Cheever (un estupendo Eric Bana)-. Lo veremos por vez primera acudiendo a una casa de empeños, en donde logrará embaucar a su veterana propietaria para que le ofrezca una mayor cantidad cuando acude a empeñar una cámara digital nueva, a lo que acompañará un anillo perteneciente a su madre, de gran valor sentimental para él. Cheever pronto se nos describe como un simpático y atrevido sablista, dotado de una enorme inteligencia para triunfar en las partidas de poker que se realizan en los casinos de Las Vegas, pero que aún no posee esa otra cualidad suprema; la serenidad. Esa carencia es la que le impedirá ser considerado un triunfador, aunque la película tampoco lo describa como un perdedor. Es clara la actitud de Hanson de evitar brindar en sus imágenes una especial inclinación sórdida y decadente. Nada de ello sucede, y es probable que esa decisión –supongo que muy bien pensada-, es la que a la postre impidiera una positiva recepción de su resultado, por más que el mismo demuestre la gran clase cinematográfica de su director, exponiendo la película con una planificación pausada, un tempo no demasiado habitual en nuestros días, una puesta en escena de resonancias clásicas y, sobre todo, esa capacidad para integrar presente y ecos del pasado en una narración que sabe tratar a sus personajes –a los que mira cara a cara-. El realizador no recurre a efectismos ni trucos visuales, y demuestra ante todo honestidad e implicación en su desarrollo. LUCKY YOU parece brindar la continuidad de aquellos postreros ejemplos del cine de Americana, brindados por propuestas dirigidas por Peter Bogdanovich, o manifestadas en títulos notables y tan desconocidos como FLESH AND BONE  (Cómo uña y carne, 1993. Steve Kloves). Cierto es que Hanson no aborda el drama cara a cara, apenas muestra la dependencia del juego como un elemento enfermizo y peligroso –tan solo tiene un atisbo de dicha circunstancia la visita que nuestro protagonista recibirá de dos matones que lo amenazan al perder un dinero que se le ha prestado-. En su lugar, la película se inclina a mostrar su práctica como una forma de vida, como una muestra para ejercitar la inteligencia –son por lo general magníficas las observaciones que se intuyen e incluso expone nuestro protagonista en sus partidas-, en las que irá siempre acompañado un elemento de riesgo, que en el personaje se manifiesta en una forma de vida tan libre –representada en ese uso de la moto como metáfora de un alma que no desea ser limitada por nada- como desprovista de asideros materiales y emocionales. En este segundo rasgo, LUCKY YOU presenta esos dos personajes que confluirán en la evolución de Huck. Por un lado el reencuentro con su padre –L. C. Cheever (un supremo Robert Duvall)-, con quien exteriorizará su desapego –tiene aún presente la dura situación que vivió con su desaparecida madre-, y que en su interacción proporcionará los mejores momentos del film. Por otro lado, se abrirá una nueva luz a este cuando conozca a Billie (Drew Barrymore), una cantante a la que en primera instancia utilizará –como habría hecho en otras ocasiones previas- para utilizar provisionalmente su dinero y destinarlo a apuestas. No puede decirse que la ligazón de ambos se encuentre a la misma altura en la película que la mantenida entre Bana y Duvall.

Pero llegados a este punto, lo cierto es que esa misma desigualdad, es la que en un momento dado proporciona a sus imágenes esa irregularidad que nunca supone descuido formal. Nadie puede negar el talento de Curtis Hanson para mirar con la debida distancia a sus personajes, y mostrar una narrativa ajustada e incluso inspirada que tiene una buena demostración a la hora de filmar las secuencias de juego, que constituyen por sí mismas un auténtico placer para el espectador, sea este o no aficionado al póker. La presencia de figuras legendarias de dicho juego, puede suponer un guiño hacia los más allegados en la materia –no así para los profanos como un servidor-. Sin embargo, en el magnífico bloque final que describe un torneo de gran calado, sí que convendría destacar ese contraste entre dos mundos que se establece en las maneras tradicionales de vivir las incidencias y la intromisión que supone la ingerencia de cámaras televisivas y comentaristas, acentuando ese contraste que también se manifiesta entre padre e hijo… y de alguna manera tiene lugar en el devenir de una película que se degusta con cierto placer, y en la que la serenidad de su desarrollo, en ocasiones se ve alterada con la confluencia de ciertos episodios que no se encuentran a la altura del conjunto del metraje. Un perfecto ejemplo de lo señalado lo tenemos en el contraste que ofrece LUCKY YOU tras el magnífico episodio en el que padre e hijo se disputan una partida cuando desayunan en un drive in –una perfecta metáfora de la necesidad de relacionarse ambos, e incluso intercambiar sus experiencias vitales-, que quizá se erija como el fragmento más memorable del film, a cuya conclusión se plasme la disputa de una apuesta por parte de Huck, cuando este ha perdido el dinero que tenía a manos de su padre, digno de cualquier comedia de escaso calado. En todo caso, pese a sus pequeñas debilidades, y aún reconociendo que su propuesta podía haber indagado aún más si cabe en esa lucha por la comunicación y la decadencia de un mundo tan auténtico como anacrónico, no voy a dejar de reconocer que esta película me ha proporcionado la satisfacción de reconocer en el relato de Curtis Hanson, el sabor del buen cine de siempre.

Calificación: 3

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