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CINEMA DE PERRA GORDA

SPREAD (2009, David Mackenzie) American Playboy

SPREAD (2009, David Mackenzie) American Playboy

Si algún espectador pueda acceder despistado a SPREAD (American Playboy, 2009. David Mackenzie), no creo que necesite demasiados instantes para darse cuenta que –bondades o deficiencias al margen-, la película se sostiene sobre la principal premisa de resultar un producto destinado al máximo grado de lucimiento de su principal protagonista –en esta ocasión ejerciendo al mismo tiempo como productor-, el joven y emergente Ashton Kutcher. No voy en estas líneas a manifestar un especial aprecio por sus presuntas cualidades como intérprete –ciertamente no demasiado estimulantes, aunque quizá superiores a las que se le quieren reconocer-, pero no puedo negar una cierta simpatía ante su deseo de auspiciar una carrera artística más o menos apreciable, demostrando una humildad poco extensible en otros intérpretes de su generación sin duda más pretenciosos en sus cualidades, y es posible que a la hora de la verdad de menor talento que nuestro protagonista. Asumiendo el hecho de suponer el elemento casi constante de la película, SPREAD no supone más que una pequeña producción independiente, en la que uno podría encontrar ecos muy cercanos de un título tan brillante como AMERICAN GIGOLO (1980. Paul Schrader), aunque quizá haya que ligar de manera más clara en un título precedente, en aquella ocasión formulado a la mayor gloria de uno de los mayores “narcisos” del Hollywood de los sesenta y setenta –Warren Beatty-. Me estoy refiriendo a SHAMPOO (1975. Hal Ashby). Entre uno y otro referente, Kutcher interpreta en esta ocasión a Nikki, un gigoló de probada experiencia y seguro encanto, que en un momento de su vida decidió abandonar el contexto provinciano al que parecía confinado, siendo uno de esos miles de jóvenes que acuden diariamente a la ciudad de Los Angeles, con el sueño dorado de adquirir un estatus de vida cómodo y lujoso a partir del uso de su apariencia física. La película se inicia cuando nuestro protagonista se encuentra en pleno éxito, describiéndonos a través de una irónica voz en off tanto su propia perfección física, como los métodos y trucos esgrimidos, que le han hecho ser un auténtico triunfador en su “profesión”, y que en la práctica le facilitará de forma pasmosa ligarse a la veterana pero aún atractiva y, sobre todo, acomodada Samantha (vigorosa Anne Heche). Pese a las reticencias de esta, la irresistible sensualidad de Nikki limará con facilidad cualquier impedimento, instalándose en su lujoso apartamento situado en las colinas de la ciudad. Junto a ella llevará una intensa vida sexual, pero ello no le impedirá sobrellevar una doble vida paralela, desarrollando fiestas en dicho marco cuando su propietaria se marche de viaje, o incluso iniciar una insólita relación amorosa con Heather (Margarita Levieva), a la que ha conocido como camarera en un sencillo restaurante, y que muy pronto también demostrará introducirse en la profesión del joven, aunque en su vertiente negativa.

Desde el momento en que SPREAD se plantea como una película que no existiría sin la presencia de Kutcher al frente del reparto, la misma se recrea en mostrarnos las bondades físicas del intérprete –que sabe llevar con bastante solvencia un rol más complejo de lo que cabría suponer a primera vista-, incluso en diversas secuencias subidas de tono a nivel sexual, que en buena medida han impedido que la película llegara a muchas más salas de la conservadora Norteamérica, siendo un título de escasa recaudación en su país. En realidad no sería nada especialmente reprochable, en la medida que no nos encontramos más que ante una discreta parábola que habla en tono ya conocido sobre las consecuencias del éxito y el dinero fácil, que de la misma manera que llega con facilidad –con todo lo que ello conlleva-, puede volverse en contra, expresando la fragilidad que puede mostrarse alrededor suyo. Lo cierto es que el guión del título que nos ocupa no es lo que podríamos definir como un prodigio de originalidad, y más allá de un par de giros situados al final del mismo, en realidad nos cuenta una historia liviana, vista mil y una vez en el cine, tanto con mejor como también peor fortuna –y en este último enunciado incluyo la tan valorada como por mí detestada y efectista MIDNIGHT COWBOY (Cowboy de medianoche, 1969. John Schlesinger)-.

La realidad es que, si de alguna manera el film de Mackenzie logra interesar de manera menguada, en por un lado en los modos distanciados e incluso irónicos que se utilizan a lo largo del metraje. Esa descripción inicial de los trucos utilizados por Nikki, la ausencia de dramatización que se muestra en todo su metraje, o la normalización con la que se describe ese presunto “descenso a los infiernos” de nuestro protagonista, como lo supone la rápida decadencia de sus fáciles conquistas y lujosos modos de vida –cierto es que esta situación es mostrada quizá de modo apresurado y no demasiado convincente-. En realidad, el máximo atractivo de SPREAD proviene, a mi modo de ver, en el relativo equilibrio con que David Mackenzie sabe articular el servilismo que la película ofrece a su estrella máxima, dentro de una planificación y un tono narrativo relajado que demuestra un sentido estético bastante notable. Esa capacidad por insuflar de un cierto feeling a su escueto metraje, y la relajación y distanciación que por otro lado beneficia la conclusión del film con la metáfora de esa rana que devora un pequeño ratón. Una metáfora esta que al mismo tiempo incorporará la relativa redención de su protagonista, quien abandonará por completo ese mundo de lujos, pantalones de cuatrocientos dólares y ropas de las marcas más sofisticadas, volviendo a vivir con su amigo, y de alguna manera integrándose en la rutinaria normalidad del trabajo a pie de tierra, aunque ello le lleve a un último contacto con Samantha quizá en una circunstancia que jamás desearía, pero con la que de alguna manera cierra un círculo de carácter moralizante. Sin embargo, la propia ligereza de su realización, impide resulte especialmente molesto.

Y es que, dentro de su sencillez, su ingenuidad e incluso del servilismo a su protagonista, se detectan en SPREAD las buenas maneras de un director que sabe planificar con buen gusto e incluso cierta elegancia, y que hace tan propios los sofisticados ambientes en los que vive Nikki, como creíbles aquellos que conforman esa mirada a ras de tierra a otros contextos más cotidianos e incluso poco atractivos de dicha ciudad. Será el contraste entre la tierra y el cielo, el que David Mackenzie logrará expresar en una película pequeña y discreta, pero que logra mantener en sus imágenes la fuerza visual que sobrepasa una base dramática endeble y en buena medida previsible.

Calificación: 2

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