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CINEMA DE PERRA GORDA

THE WOMAN IN BLACK (2011, James Watkins) La mujer de negro

THE WOMAN IN BLACK (2011, James Watkins) La mujer de negro

Hacía bastante tiempo que una propuesta reciente del cine de terror no me había convencido tanto como THE WOMAN IN BLACK (La mujer de negro, 2011. James Watkins). Es cierto que en los últimos años, y al socaire del éxito de cineastas como M. Night Shyamalan o, en menor medida, Tim Burton, se produjo una especie de esporádico renacer de las historias de raíz gótica, aunando en ellas un destacado componente sobrenatural. Cierto es que en ellas se pueda citar un título a mi juicio tan tramposo y sobrevalorado como THE OTHERS (Los otros, 2001. Alejandro Amenábar) o EL ORFANATO (2007, Juan Antonio Bayona) –que confieso no haber visto hasta ahora-. Sin embargo, no es habitual en el cine de nuestros días, encontrarnos con una historia que haya sabido captar con tanta pertinencia los estilemas de un subgénero tan memorable cuando sus rasgos son expuestos con nobleza, sentido de la atmósfera, del oscuro terror, combinándolos con las posibilidades técnicas que ofrece el cine de nuestros días. Es decir, no incurriendo en el tremendo error de superponer esas posibilidades técnicas a la esencia de la historia narrada sino, por el contrario, logrando que estas sirvan para actualizar y, en la medida de lo posible, enriquecer una propuesta que debería beber siempre de una tradición en la que se encuentran títulos tan gloriosos como HOUSE OF USHER (El hundimiento de la casa Usher, 1960. Roger Corman), THE INNOCENTS (Suspense, 1961. Jack Clayton) o THE HAUNTING (1963, Robert Wise).

Por fortuna, la propuesta de Watkins –de quien lamento no conocer más exponentes de su filmografía-, se adhiere por completo a esta segunda vertiente, dentro de una producción en la que se cuenta con la renacida –y, pese a todo, testimonial- presencia de la Hammer, alejada sin embargo por completo por aquel conjunto de producción que dio como fruto una memorable sucesión de títulos que son inolvidable referencia del género. Sea algo testimonial o voluntad acusada de intentar reeditar una imposible vuelta al pasado del género, lo cierto es que THE WOMAN IN BLACK ocupa ya, por derecho propio, un lugar de cierta relevancia dentro del subgénero de casas encantadas –que, lo confieso, es uno de que más admiro dentro del cine fantástico y de terror-. Basada en una conocida novela de Susan Hill –en la que al parecer se acierta al asumir toda una herencia de la literatura gótica-, la película se inicia con una extraña secuencia de prólogo, en la que ya advertiremos el terreno que utilizará su realizador; una ambientación de época cuidada, la precisa y malsana utilización de objetos –esas muñecas que parecen erigirse como vivos espectadores del episodio-, un tempo lánguido al que contribuye la sutil utilización del ralenti y, ante todo, una sensación de inquietante atmósfera, al contemplar a tres niñas de semblante ausente, que se dirigirán a la muerte de forma ritual, tirándose por sendos ventanales ubicados consecutivamente.

Pese al acierto del fragmento, cierto es que el mismo podría delatar un cierto manierismo. Sin embargo, y por fortuna, esta sospecha se disipará muy pronto cuando nos adentremos en el epicentro argumental del film, centrado en el personaje del joven abogado Arthur Kipps (un magnífico Daniel Radcliffe, sosteniendo con su mirada y lenguaje corporal el conjunto del film. Sin duda, este joven intérprete llegará lejos). Kipps es un atormentado viudo, que perdió su esposa cuando dio a luz a su hijo hace tres años. Su tormentoso recuerdo de esa traumática vivencia –que será mostrado de manera sutil en un breve flash-back-, de alguna manera se encontrará presente en una aventura que vivirá casi a la desesperada. Esta se centrará en el encargo efectuado por su jefe, que como última oportunidad para mantener su empleo –su inestabilidad emocional sugiere un frágil desempeño de su cometido laboral -, lo envía a una vieja mansión situada en la localidad rural de Cryting Gifford, con el objeto de revisar toda la vieja documentación que concluya en la venta de la misma y, con ello, realizar una eficaz labor profesional. Arthur acometerá este encargo con acuciante necesidad, teniendo que desoír para ello todos los augurios que le formulan cuantos habitantes se encuentra hasta llegar a la misa. En especial, el acaudalado y sensato Mr. Daily (Ciarán Hinds), el hombre más rico de la zona, con quien trabará contacto y será el elemento en que se describa el equilibrio que le proporciona el conocimiento de la zona, el ser una de las víctimas de la maldición que se cierne sobre la población, al tiempo que muestre su escepticismo ante la creencia en espíritus y fantasmas –más no en la trascendencia-. Articulada en tres actos bien diferenciados, THE WOMAN IN BLACK destaca en diversas vertientes. Una de ellas será el extraordinario y por ello mismo ajustado diseño de producción, tan válido en las secuencias de exteriores –la pavorosa por su siniestra belleza, descripción del exterior donde se encuentra la mansión, la propia descripción del contorno de la misma, la credibilidad que ofrecen los instantes rodados en la triste población original-, como, fundamentalmente, en la asombrosa disposición de la escenografía y elementos que definen el interior de la misma. Llegados a este punto, será en el segundo acto, descrito apenas sin diálogos donde la precisa utilización de ruidos, gemidos y detalles, crean una admirable sensación de clímax, que llega en sus últimos instantes a resultar casi asfixiante. Siendo un gran amante del cine de terror, he de reconocer que hacía mucho tiempo que fragmentos como el que se extiende en el segundo tercio del film me provocaban tan sensación de horror, dentro de una planificación muy inteligente plasmada por su director, en la que ubica por lo general a Kipps en un lateral del formato en pantalla ancha, dejando siempre los fondos del encuadre difuminados o deliberadamente borrosos, al objeto de crear una constante sensación de desamparo por parte del protagonista.

No cabe duda que James Watkins operó con singular inteligencia la modulación del film, sabiendo establecer una estructura óptima a la hora de aportar por las secuencias en donde domina por completo la sensación de horror más absoluta, con otros episodios más relajados, en los que la interrelación de personajes sirva al mismo tiempo de aporte dramático a su conjunto. Y es en este aspecto, donde podemos destacar el complejo tratamiento ofrecido al personaje protagonista, que en todo momento asumirá inconscientemente la tragedia y la presunta maldición existente en torno a la vieja mansión, como reflejo sobre la propia tragedia personal que se mantiene de manera permanente en su alma. Es quizá por este motivo, por el que THE WOMAN IN BLACK me recordó otra estupenda y apenas referenciada producción de terror británica. Me estoy refiriendo a PHOTOGRAPHING FAIRIES (Fotografiando hadas, 1997. Nick Willing), también protagonizada por un fotógrafo que había perdido a su esposa en un accidente en la nieve, dedicando el resto de su vida a la búsqueda de la misma y encontrándose con ello en medio de unas situaciones sobrenaturales. En este caso, nos encontramos con un título que apuesta abiertamente por la vertiente sobrenatural, para lo cual cuida con extremo el punto de vista, que inequívocamente refuerza dicha vertiente.

Cierto es que el tercer acto de THE WOMAN IN BLACK no se encuentra a la altura –casi magistral-, del que le precede. No por ello está desprovisto de interés. En absoluto. Es más, la ambivalente y noqueante conclusión del film apuesta por una lectura ambivalente, que bien pudiera reflejar una venganza de la causante de la maldición existente en la población –pese a la supuesta resolución ejecutada por Arthur y el veterano Daily- o, por el contrario, una concesión a lo que, en el interior de la mente del protagonista, en realidad ha estado anhelando durante tres años. Lo cierto y verdad es que nos encontramos ante una magnífica aportación al cine de terror, que demuestra que con la inclusión de nuevos aportes, y reciclando fórmulas siempre efectivas, un subgénero tan apasionante como el de casas encantadas, puede ofrecer aún exponentes de relieve. Pese a la excelencia de su look fotográfico, y a ese pequeño descenso en el altísimo octanaje de tensión, atmósfera y horror que su metraje plantea en su tramo central, estoy convencido que si THE WOMAN IN BLACK hubiera sido filmada eligiendo una fotografía en blanco y negro, y un tempo quizá algo más mitigado, ahora mismo nos estaríamos encontrando con un logro absoluto. Tal y como la contemplamos no lo es –no creo que podamos señalar muchos exponentes que lo sean datados en la última década-, pero sinceramente estimo que se encuentra muy cerca de haberlo logrado, erigiéndose en una propuesta realmente brillante y perdurable, en la que recomiendo encarecidamente sea contemplada en su versión original subtitulada.

Calificación: 3’5

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