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CINEMA DE PERRA GORDA

L'ARNACOEUR (2010, Pascal Chaumeil) Los seductores

L'ARNACOEUR (2010, Pascal Chaumeil) Los seductores

Cuando uno contempla y, hasta cierto punto, disfruta, de una película como L’ARNACOEUR (Los seductores, 2010, Pascal Chaumeil), no deja de pensar como con unos modos narrativos que en no pocos momentos se acercan a los utilizados en la previa trilogía OCEAN’S… firmada por Steven Soderbergh, y que por momentos se me antojaban tan molestos como el divismo desplegado expresado por su lujoso reparto. Pues bien, en esta ocasión funcionan casi, casi, a la perfección, consiguiendo una comedia romántica original, fresca, y en la que todas sus licencias narrativas funcionan y contribuyen a mantener el ritmo –por momentos casi screewall-, de esta auténtica sorpresa, que logró un rotundo éxito en el cine francés del año de su estreno, erigiéndose como su producción más comercial. Y es que en ocasiones hay que dejarse en casa las anteojeras, y pensar que incluso en producciones de entrada marcadas por su comercialidad, podemos encontrar resultados atractivos, que nos hagan sentir esa magia evanescente del cine como auténtico entretenimiento. Estoy seguro que esta fue la premisa que puso en práctica el director francés, a la hora de llevar a la pantalla las desventuras de un trío –formado por Alex (Romain Duris), su hermana Mélanie (Julie Ferrier) y el marido de esta Marc (François Damiens), especializados en destrozar parejas que, en el fondo no albergan en su interior la base para su perdurabilidad. Ellos mismos se marcan una serie de pautas, a la hora de asumir o rechazar los encargos elegidos aunque, eso si, hasta el momento puedan presumir del 100% del éxito de cuantos casos acometan. En apenas unos minutos, y ayudado por un ágil montaje bien punteado por un oportuno fondo sonoro, Chaumiel logrará introducirnos en los métodos del equipo protagonista, sorprendiéndonos de la eficacia de los mismos, aunque estos se desarrollen en los lugares más dispares, sean estos Marrakech o los más lujosos de la costa europea. Los recursos especialmente esgrimidos por Alex, serán casi ilimitados –es inenarrable contemplarle cuando recita sus pretendidos desengaños amorosos, o forzando sus lágrimas-. Sin embargo, el modo de vida llevado por el jefe del grupo –conciente de un glamour que debe mantener para poder ejercer su trabajo; trajes caros, etc-, es el que llevará la empresa al borde de la ruina –adeudan unos veinte mil euros-, uniendo a ello una considerable deuda de treinta mil euros que personalmente mantiene con unos mafiosos que le apremian con el pago de una cantidad imposible de alcanzar para él, y ante la que solo se les vislumbrará el encargo ofrecido por el padre de Juliette (Vanesa Paradis), quien durante años se ha mostrado distante de ella, pero que no ve futuro en la inminente boda de la atractiva joven con Jonathan (Andrew Lincoln), un joven de buena presencia, adornado con incontables virtudes, perteneciente a una acaudalada familia ¡Y con el que se va a casar en apenas una semana!

Tras los primeros escarceos, Alex renuncia a proseguir en un caso en el que observa que realmente hay amor entre los dos novios. Sin embargo, dos circunstancias le harán modificar su postura inicial; la perentoria necesidad de recursos económicos, y otra más sutil… el progresivo acercamiento que se irá produciendo con la muchacha, pese la inicial hostilidad con la que lo recibirá, cuando se presente como guardaespaldas pagado por su padre –argumentando unas supuestas amenazas-,hasta el momento de su boda. El nudo central de L’ARNACOEUR ya está puesto sobre el tapete, y es a partir de esos momentos, cuando los movimientos del tablero de ajedrez que establece el trío comandado por Alex –en el que no faltarán los más sofisticados mecanismos técnicos, y la investigación más profunda sobre las características de Juliette-, en ningún momento evitarán que el espectador empatice con sus principales personajes, en los que no faltará la amiga íntima de la protagonista, una joven ninfómana que estará a punto de seducir salvajemente a Alex, y que en los títulos de crédito finales, nos induzca a pensar que ha logrado el objetivo de su vida. La película se caracteriza por un ritmo fluído, un montaje adecuado para sus intenciones y, justo es reconocerlo, encierra en la conjunción de sus elementos, un aliado de excepción en la presencia de un pletórico Romain Duris, que literalmente se come la película a dentelladas. Su ritmo imparable, sus recursos para salir de las situaciones más insospechadas, o, en definitiva, el proceso interior que se irá marcando interiormente en su acercamiento hacia Juliette, marcan en buena medida el resultado de esta divertida comedia, en la que Vanessa Paradis sabe ofrecer el contrapunto más estoico y distante, aunque ello no evite momentos hilarantes –el instante en que ambos viajan en el coche, y en la radio se interpreta una canción de Wham; Alex y sus dos aliados sabían previamente de su pasión por George Michael, o ese baile que se marcan ambos evocando la por tantos añorada conclusión de DIRTY DANCING (1987, Emile Ardolino) –una de las películas favoritas de Juliette-. Pero ese sentido del gag, tendrá situaciones tan paroxísticas como el momento en que Alex atiende una llamada ¡Mientras se encuentra sostenido en el aire por el gorila que reclama los treinta mil euros que le debe a su jefe!.

L’ARNACOEUR es un ejemplo perfecto de producto para todos los públicos, en el que desde los primeros instantes conocemos la conclusión de la película, pero ello no nos impide disfrutar y empalizar con sus personajes, sobre todo con el ya señalado Romain Duris, quien ofrece todo un auténtico ballet de nervio y al mismo tiempo elegancia, en una demostración palpable que acceder al cine francés no ha de ir acompañada por la eterna y, en ocasiones, irritante, sensación de contemplar títulos pretenciosos. Háganme caso. Si la tienen a mano en alguna ocasión, y quieren disfrutar de un rato de inteligente divertimento, no dejen de disfrutar de L’ARNACOEUR, en la que por cierto uno detecta ciertos ecos de determinadas comedias protagonizadas hace ya décadas por el mítico Jean-Paul Belmondo, del que el magnífico Duris podría poco a poco erigirse como legítimo heredero.

Calificación: 3

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