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CINEMA DE PERRA GORDA

MORNING DEPARTURE (1950, Roy Ward Baker) Salida al amanecer

MORNING DEPARTURE (1950, Roy Ward Baker) Salida al amanecer

Quizá sea un poco atrevido afirmar que con MORNING DEPARTURE (Salida al amanecer, 1950), nos encontramos ante el mejor film del británico Roy Ward Baker –aquí firmando solo como Roy Baker-, tras su obra cumbre QUATERMASS AND THE PIT (¿Qué sucedió entonces?, 1967). No haber contemplado hasta el momento títulos como THE SINGER NOT THE SONG (El demonio, la carne y el perdón, 1961)L DEMONIO, LA CARNE Y EL PERDÓN, o una necesaria revisión de la previa A NIGHT TO REMEMBER (La última noche del Titanic, 1958) me impiden esa aseveración. Sin embargo, sí que me atrevo a señalar mi sorpresa al encontrarme ante una magnífica combinación de relato de suspense y drama psicológico –una de las facetas en las que el cine británico siempre ha logrado brillar con especial singularidad-, a partir de una ejemplar adaptación de la obra teatral de Kenneth Woolard. En pocos instantes, la película acertará en la descripción de los dos principales personajes del relato. De un lado el comandante Armstrong (John Mills), un hombre dedicado en doce años a la marina, de quien contemplaremos su despertar en un día cualquiera y la cotidianeidad de ese rito cotidiano, percibiendo el interés de su esposa por que abandone su vocación, en beneficio de un empleo más remunerado en la empresa de su padre. Por su parte, contemplaremos la humillación sufrida por el soldado Stoker Snife (Richard Attenborough), casado con una joven que lo domina y al mismo tiempo desprecia, tan solo pendiente en sacarle el dinero que le entrega de su paga, para proseguir con su vida disoluta. Dentro de un marco de cotidianeidad y definida por la atmósfera emanada por la magnífica y húmeda fotografía en blanco y negro de Desmond Dickinson, asistiremos al inicio de una maniobra por parte del submarino que comanda Armstrong. El destino querrá que uno de sus veteranos tripulantes reciba un permiso al anunciarse que ha sido padre… La situación parece formar parte de una misión de rutina desarrollada ya pasada la II Guerra Mundial, hasta que la nave se tope con una mina abandonada, que al parecer lleva bastante tiempo flotando en la superficie del mar abierto. Pese a los esfuerzos y las maniobras dirigidas por Armstrong, la mina impactará provocando el hundimiento del submarino hasta el fondo del mar. Todo ello se expresará mediante un casi asfixiante y prolongado fundido en negro. Ya con anterioridad, desde que la acción se inserta en el interior de la nave, el relato adquirirá una creciente espiral de tensión, aunque al mismo tiempo en ningún momento se abandone esa imperturbabilidad inequívocamente inglesa, que se extenderá en el conjunto del film.

Y será una vez vuelva la cotidianeidad, cuando en realidad podamos comprobar las verdaderas intenciones de esta nueva muestra de la perfección que el artesanado británico brindó a numerosos títulos que fueron desdeñados por la crítica del momento –aunque no por la Academia Británica de Cine (BAFTA), ya que la película recibió una de las nominaciones a las mejores producciones inglesas del año-, pero que con el paso del tiempo han ido revelando la perfección de su construcción casi sin fisuras. Es el caso de MORNING DEPARTURE, sobre todo a partir del momento en que Armstrong –y con él, el espectador-, perciba la gravedad del accidente, que ha dejado muertos a la mayoría de la tripulación, quedando tan solo doce supervivientes en la cámara central del submarino. A partir de esta premisa, la película se erigirá en una casi apasionante articulación dramática, en la que se combinará la descripción del proceso de salvamento y rescate de los supervivientes, con la contraposición de la progresiva intimidad que se va estableciendo entre ambos, revelando la auténtica naturaleza de su personalidad, conforme el círculo de supervivientes se va estrechando, ya que de los doce iniciales, estos se reducirán a cuatro, puesto que en dos actuaciones de salvamento ocho de ellos lograrán ser rescatados con relativa facilidad.

Sin recurrir a los personajes exteriores que hemos conocido en el caso de los encarnados por Mills y Attenborough, la película se centrará poco a poco en ese cuarteto de seres a los que las circunstancias ha reunido a treinta metros bajo el mar, esperando pacientemente y con espíritu muy británico, que los buques que han acudido y han encontrado el submarino, puedan efectuar esa deseado rescate. Llegados a este punto, el grado de suspense se entremezcla con la capacidad que demuestra Baker para penetrar en la entraña de esos  protagonistas de tan dispar procedencia como opuesta psicología, revelarán la humanidad de sus comportamiento y, en definitiva, el triunfo de la convivencia en la condición humana. Y ello tendrá quizá su máximo exponente en la evolución que irá mostrando el joven Snipe, de quien se mostrará en pantalla una extraordinaria evolución, del joven díscolo y acosado por la claustrofobia que nos aparecerá poco después del accidente, hasta que poco a poco se instale en él una extraña modificación en su personalidad, en la que tendrá su punto de inflexión el instante en el que estará a punto de ser uno de los cuatro evacuados de la segunda hornada, hasta que en un momento dado argumente un accidente en la muñeca para entender que no era su lugar ocupar el que había correspondido a otro en el sorteo previo con las cartas –resuelto en un episodio dotado de una tensión admirable-. A partir de ese momento, encontrará casi su único cometido en atender al teniente Manson (Nigel Patrick), un hombre mundano que admira la personalidad de Armstrong, confesando con este su vacío existencial, y cayendo presa de esa malaria que en ocasiones le afecta.

Combinando a la perfección esos detalles esperanzadores que irán introduciéndose en el relato -la llegada del buzo que entablará comunicación directa con el mando, la aplicación al submarino de dos conductos de oxígeno desde el exterior, el proceso desarrollado por los equipos de salvamento-, MORNING DEPARTURE destaca por la aplicación de un lenguaje narrativo casi ejemplar, en el que en ningún momento se conservara regusto teatral en los episodios desarrollados en el interior del submarino, todos ellos lindando con lo apasionante. Perfecto en la dirección de actores, en donde no se sabe a quien destacar más –aunque no deje de admirar la brava juventud de Attenborough, o la bonhomía que desprenderá en todo momento el veterano Higgins (James Hayter)-, en la precisión de su montaje, la pertinencia en la aplicación de primeros planos o planos generales que no obstante siempre definirán lo claustrofóbico del relato, centrándolo en su misma sobriedad en esa querencia por unos personajes a los que poco a poco irá mostrando un mayor cariño. Unamos a ello el adecuado uso de la elipsis, obviando en cierto modo la dureza del tiempo de espera de los últimos cuatro supervivientes, e inclinándose el relato por el contrario por una crónica cotidiana de esa semana larga en la que exteriormente se irá alzando poco a poco la nave, estando finalmente a pocas horas de salir la misma a la superficie.

Sin embargo, el destino querrá que una inesperada tempestad y temporal eche por tierra la posibilidad del rescate, para pesar del íntimo compañero de Armstrong, quien desde el exterior y bañado en lágrimas irreprimibles no podrá evitar el fracaso de estas tareas. Será algo que percibirán los tres últimos supervivientes, en una secuencia final absolutamente conmovedora en su propia sencillez y asunción del último destino, descrito con la cámara a través de un casi ritual plano de alejamiento, sobre el que se sobreimpresionará un fondo marino. Será la terrible y al mismo tiempo hermosa conclusión a una película que roza lo ejemplar en la combinación de una mirada revestida de simplicidad, el cariño que brinda a sus personajes, y la perfecta incardinación de su trazado como relato de suspense, en el que predomina una impecable descripción psicológica de la reducida galería humana que transitará por su metraje. En definitiva, un resultado espléndido, para otra de esas pequeñas joyas apenas evocadas del cine inglés.

Calificación: 3’5

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