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CINEMA DE PERRA GORDA

WARM BODIES (2013, Jonathan Levine) Memorias de un zombie adolescente

WARM BODIES (2013, Jonathan Levine) Memorias de un zombie adolescente

También en nuestros días, hay títulos que desde el preciso momento de su estreno se convierten en cult movies. Sería largo y prolijo enumerar referentes más o menos recientes, esté o no justificada dicha etiqueta. Uno de ellos, lo define a la perfección el título que centra estas líneas –WARM BODIES (Memorias de un zombie adolescente, 2013)-, realizada por Jonathan Levine, ya conocido e incluso prestigiado por su previa 50/50 (2011) que no he tenido ocasión de conocer. La más que positiva acogida por la crítica y el público norteamericano, quizá no ha tenido la justa equivalencia en su estreno en nuestro país –es algo habitual-. Sin embargo, de antemano no dejaba de plantearme cierto interés conocer esta nueva aportación al universo del cine de zombis –sin que sea mi variante preferida, por otra parte, dentro del cine fantástico-, con ecos nada solapados del éxito tenido con las melifluas y casi interminables secuelas del éxito de TWILIGHT (Crepúsculo, 2008. Catherine Hardwicke), y la presencia de un joven actor condenado por su talento y especial sensibilidad a convertirse en una estrella en pocos años, como es Nicholas Hoult.

La combinación de todo ello, queda plasmada en la adaptación de la novela de Isaac Marion, transformada en guión por el propio Levine, planteándonos un futuro cercano en el que la humanidad se encuentra casi totalmente diezmada por el predominio de los zombies. Casi como si nos encontráramos en la antesala del clímax de I Am Legend de Richard Matheson, la película plantea un contexto urbano –previsiblemente el de Estados Unidos, aunque nunca se especifique claramente dicha localización; solo las palabras del presidente Grigio (John Malkowich), invocando el recurrente “Dios bendiga nuestro pueblo” induce a pensar en ello-. De manera bastante curiosa, WARM BODIES se centra inicialmente –y en el conjunto del metraje-, en las reflexiones que se planteará R. (magnífico Hoult, ofreciendo una excelente gradación en la evolución de su personaje), un joven zombie que no recuerda su pasado, y no deja de plantearse cuestiones sobre su propia condición existencial, y sobre los seres que le rodean y comparten la misma. A través de sus reflexiones –narradas en “off” mientras le vemos casi como un autómata-, la cámara de Levine se aviene a describir un panorama apocalíptico, pesimista y casi sin posibilidad de salvación, pero al mismo tiempo contenido en su propia tétrica circunstancia. En un momento dado, el grupo de zombies ataca a unos jóvenes, matando R. a Perry (Dave Franco, hermano de James). Perry es uno de los guerrilleros que ha adiestrado Grigio, y es novio además de Julie (Teresa Palmer, llena de frescura), también componente del comando de luchadores contra los muertos vivientes, e hija además del mandatario. R. –aunque carece de sentimientos que le puedan inducir a ello-, instintivamente mostrará un extraño interés por esta, para lo cual no dudará en comerse los sesos de su novio, compartiendo con ello una serie de recuerdos de este que le permitan acercarse a una joven que en un primer momento se verá intimidada por este extraño no-muerto, pero que poco a poco irá acercándose a él, al comprobar que se muestra amable y salvador en todo momento.

Es a partir de ese preciso instante, ayudado por un notable uso de la pantalla ancha, cuando WARM BODIES adquiere un cierto hálito de interés, ofreciendo al menos una capacidad descriptiva de los modos y comportamientos de este creciente ejército de muertos vivientes –nunca quedará claro la circunstancia que les ha llevado a ello-, o la presencia de otro subgrupo entre ellos, caracterizados por su aspecto más horripilante y su carácter por completo destructivo. A partir del encuentro y la creciente atracción marcada entre R. y Julie –que en algunos momentos, y aunque parezca una estupidez, me recordó la relación mantenida por Wall-E y Eve en el admirable largometraje de Andrw Stanton-, la película irá discurriendo por dos senderos contrapuestos en los que el interés inicial se diluirá hasta unos niveles de discreción. De un lado el protagonista irá comprobando como esta relación le permitirá adquirir características parejas a los vivos –tampoco nunca se nos explicará dicha circunstancia-, y por otra parte el intento de ambos de luchar contra la beligerancia del padre de la muchacha –haciéndole ver que se están produciendo cambios positivos en la evolución de los zombies, a partir del cambio experimentado en R.- y en otro sentido de manera conjunta destruir a ese conjunto de bichos belicosos –diseñados digitalmente y uno de los elementos más esquemáticos de la película-, que son en realidad los que pueden destruir a humanos y zombies –por así decirlo- positivos.

Lo cierto y verdad es que, en última instancia, la excusa argumental se torna maniquea en exceso y hasta confusa en su resolución, dejando demasiados cabos sueltos a la hora de explicar el comportamiento de unos y otros. Sin embargo, y por encima de esa cierta aura cercana a la cursilería que se desprende en la relación de la inusual pareja protagonista –los ecos con la citada TWILIGHT son evidentes, como por otro lado también se perciben de la apreciable 28 DAYS LATER… (28 días después, 2002. Danny Boyle)-. Dichos ecos permiten apreciar en el desarrollo de la misma una mirada singular, provista en ciertos momentos de ironía, en otros de suficiente originalidad y, a través ante todo de la química que se establece entre sus protagonistas, en la acertada selección musical que se propone en sus imágenes, o en los diálogos que se plantea entre ambos, deja la patina de un cierto grado de sinceridad en una de las relaciones más inusuales planteadas por el cine mainstream de los últimos años. Por desgracia, lo convencional de sus últimos minutos, o la escasa capacidad para evadirse que el metraje final ofrece de cara a una serie de elementos ligados a la comercialidad más evidente, impiden que el alcance de WARM BODIES sobrepase, a mi juicio, esa medianía que, con todo, no se puede dejar de reconocer aunque ni de lejos, pueda adherirse a ese estatus antes señalado.

Calificación: 2

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