ALACRÁN ENAMORADO (2013, Santiago A. Zannou)
De entrada hay algo que me parece positivo en ALACRÁN ENAMORADO (2013), una de las películas que prolongan la andadura como realizador de Santiago A. Zannou. Me refiero a su humildad. Más allá en ocasiones de aparecer como pretenciosa en el pretendido análisis de la presencia de grupos neonazis –aspecto en el que la película deviene a muy juicio muy pueril, pese al empaque que Javier Bardem ofrece a su rol de líder de uno de dichos colectivos-, nos encontramos con una propuesta sencilla. Una aportación de género, que no busca erigirse como “el título definitivo de…” tan común a nuestra cinematografía sino, por el contrario, ofrecer un relato intimista, basado en la conversión de un joven neonazi, en un ser provisto de una conciencia diferente. Que este aspecto se consiga o no –la película acusa bastantes irregularidades-, es otra cuestión. Sin embargo, no se puede negar la buena voluntad y el moderado atractivo que ofrece esta historia de perdedores. De seres que buscan una nueva oportunidad en sus vidas, y de personajes que se entrelazan en mundos que en ocasiones los atrapan como una tela de araña. Todo ello parte de una novela del propio Carlos Bardem –buen actor de carácter pero al parecer deficiente como escritor-, quien en la película encarnará a Carlomonte, un antiguo boxeador, aficionado a la bebida, de nobles sentimientos, y abocado a un incierto destino, que ha ido albergando durante años el fracaso que vivió en su momento en un combate que pudo ser la ocasión de su vida.
No es este, sin embargo, el principal objetivo de ese relato que destaca en el logro de una atmósfera opresiva, a lo que contribuye no poco una fotografía quizá en exceso quemada, en la que predominan los tonos sombríos y quemados –aquellos instantes en los que el protagonista parece tener muy claro el giro en su personalidad, se manifestará con la presencia de una luz con la que la película parece respirar en claridad-. Resulta difícil plasmar esa aura existencial en el cine de nuestros días, y hacerlo sobre todo con la suficiente hondura. No es este el caso pero, si más no, el film de Zannou apuesta por una historia sencilla, que funciona pese a lo previsible de su argumento, por el uso de una narrativa funcional en la mayor parte de su metraje –aquellos instantes en los que aparece la cámara lenta y otros recursos visuales devienen finalmente en contra de su conjunto-. Gracias en buena medida a una notable dirección de actores –aunque no funcione en la misma medida la misma, como más adelante señalaré-, a la llaneza que evidencia el producto, a su ajustada duración, la carencia de excesivas pretensiones ni “autorales” ni en su planteamiento, nos introduce en un mundo sórdido, que de entrada nos permitirá contemplar el ámbito en que se encuentra Julio (Alex González), uno de los componentes del grupo de amigos que compone esa banda de matones ultraderechistas manipulada por Solís (Javier Bardem). La secuencia progenérico nos describe una tan eficaz como abstracción como poco creíble referencia real, en donde este astuto abogado está envolviendo a un grupo de matones para que se convenzan de la valía de sus acciones fascistas, en medio de una sociedad que describe como llena de inmigrantes y seres que no merecen la menor consideración.
Casi desde el primer momento, Julio se verá alejado de la dinámica del grupo, en el que tiene a su amigo más estrecho en Luis (Miguel Ángel Silvestre). Este grupo de componentes de la banda acudirán al gimnasio que entrena Carlomonte (Carlos Bardem) y del que es dueño Pedro (Hovik Keuchkerian), siendo muy pronto expulsados al evidenciarse el talante racista de todos ellos. Sin embargo, una espinita de lucidez se irá prendiendo en Julio, quien en un momento dado dejará de lado sus prejuicios, retornando al gimnasio y siendo readmitido por Pedro –pese a la renuencia de Carlomonte-. Pese a ello se irá estableciendo una extraña complicidad entre pupilo y entrenador, mientras que poco a poco irá naciendo una relación entre el aspirante a boxeador y Alyssa (Judith Diakhate), la también joven mulata que se encuentra como secretaria del recinto de entrenamiento deportivo. Este giro de ciento ochenta grados en la mentalidad del protagonista, provocará los recelos del que hasta entonces ha sido su mejor amigo, y del que paulatinamente irá disociándose. Poco a poco el desarrollo dramático del film irá entrelazando el devenir de sus principales personajes, hasta configurar un conjunto si más no, cuanto menos estimable, en el que destaca el magnetismo que emana de la personalidad cinematográfica de Alex González –sin duda elegido para este rol de su debut en la gran pantalla con la estupenda SEGUNDO ASALTO (2005, Daniel Cebrián)-, rodeado de un cast competente, del que lamentablemente hay que descartar al cada vez más imposible Miguel Ángel Silvestre –en un momento de insensatez, llegué en ocasiones a pensar que este buen hombre podía llegar a algo en el terreno de la interpretación-. Unamos a ello o bien deficiencias de vocalización en la mayor parte de su reparto o de la aplicación de sonido, que impide en no pocas ocasiones una adecuada audición de sus diálogos
Junto a ello, y pese a resultar un film que se degusta con relativa placidez, antes señalaba ciertas insuficiencias que lastran las posibilidades de su conjunto. Desde la escasa importancia que se ofrece al entorno familiar de Julio –apenas una secuencia, además rozando el ridículo, en la que se muestra una pelea de sus padres-, hasta dejar de manera excesivamente solapada la homosexualidad latente del rol encarnado –es un decir- por el ya citado Silvestre –su querencia por vestir siempre cazadora de cuero, sus acercamientos a este, sus mohines de rechazo a la situación que contempla-. En definitiva, que nos encontramos lejos de MILLION DOLLAR BABY (2004, Clint Eastwood), de FAT CITY (Ciudad dorada, 1972. John Huston) y de otros exponentes que han profundizado en las grietas del mundo del boxeo, para a través de ellas expresar toda una visión del mundo –aunque en esta ocasión se plantee este denostado deporte de manera positiva-. Algo que se aleja de los objetivos de esta pequeña, insuficiente, pero en su modestia nada aceptable propuesta, que de haber dejado ciertos clichés y debilidades visuales, y haber profundizado algo en la descripción de la fauna humana que puebla sus fotogramas –la debilidad de la conclusión de Julio con Solís en la fiesta que este celebra-, nos hubiera proporcionado un producto con superior interés al que, con todo, atesora en una cierta medida.
Calificación: 2
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