Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

BARDELYS THE MAGNIFICENT (1926, King Vidor) El caballero del amor

BARDELYS THE MAGNIFICENT (1926, King Vidor) El caballero del amor

Dos son los elementos externos que han permitido con el paso del tiempo mantener una cierta memoria en torno a BARDELYS THE MAGNIFICENT (El caballero del amor, 1926) dentro del periodo silente de King Vidor. El primero de ellos, es la irónica alusión que sobre esta misma película, formulaba el propio Vidor en la posterior y excelente SHOW PEOPLE (Espejismos, 1928) en aquella secuencia en la que Marion Davies y William Haines ironizaban sobre la en teoría escasa valía y superficialidad de esa película que se estaba proyectando en la pantalla en la que se encontraban. A ese apunte distanciador habría que añadir el hecho de que nos encontramos ante el título que precedió en la obra de Vidor al de su obra cumbre, y que siempre referiré como una de las cimas de la Historia del Cine. Me refiero, por supuesto, a THE CROWD (…Y el mundo marcha, 1928). Pero unido a estos dos aspectos, cabría señalar algunos detalles complementarios y no menos relevantes, como el escaso aprecio que su realizador formuló a la película en su libro de memorias, de la que tan solo destacaba su justamente célebre episodio romántico –que intentó trasladar al que fue su último largometraje SOLOMON AND SHEBA (Salomón y la Reina de Saba, 1959), llegándolo a rodar antes del inesperado fallecimiento de Tyrone Power-. La película se encontró durante mucho tiempo en el largo catálogo de títulos perdidos del cine silente, encontrándose finalmente una copia, de la que le falta parte de un rollo, que actualmente es suplido con la incorporación de fotos fijas, en el que se describe el viaje del protagonista hasta los territorios de la familia Lavedan –opositores del rey Luis XIII, encarnado por el posterior director Arthur Lubin-. Será un fragmento en realidad de poca importancia, dentro de esta insólita incorporación de Vidor en el ámbito del cine swashbuckler, siguiendo el sendero de las producciones que ene aquellos años capitalizaba Douglas Fairbanks en obras firmadas habitualmente por Allan Dwan, asumiendo la adaptación de una obra de uno de los escritores indispensables en ese subgénero; Rafael Sabatini.

Así pues, BARDELYS THE MAGNIFICENT aparece desde el primer momento como un producto liviano y destinado al gran público de su tiempo, que desde sus primeros instantes brinda la baza de la perfecta definición de sus protagonistas. De forma lúdica, un travelling lateral nos ubicará en el entorno femenino de la corte francesa dieciochesca, describiendo las habladurías de las muchachas de la misma en torno a la figura de Bardelys (un magnífico John Gilbert), a quien comprobaremos con que habilidad sale de una situación comprometida al tener en sus brazos a una de sus amantes, al llegar el esposo de esta. Muy pronto, otro travelling en sentido contrario, nos revbelará los insólitos métodos de este amante profesional, que a todas sus destinatarias ha entregado presuntos fragmentos de su cabello –en realidad cortados de una peluca-, que estas portarán con emocionada prestancia en sus camafeos. Dicho movimiento de cámara hacia la derecha nos mostrará de nuevo a estas muchachas portando arrobadas dicha peculiar “reliquia”, mientras que al mismo tiempo se describe la singular “factoría” creadoras de estas. Será un inicio sin duda atractivo, que de forma paralela nos mostrará los intentos del odioso Chatellereault (Roy D’Arcy), empeñado en casarse con Roxalanne (admirable Eleanor Boardman, entonces la esposa de Vidor), la hija del señor de Lavedan (Lionel Belmore). Caracterizada por su franqueza, la muchacha rechazará las pretensiones de matrimonio del poco recomendable caballero, dentro de la habitual tradición del subgénero, estableciéndose una curiosa disputa entre Bardelys y Chatellereault –quien desde el primer momento se ha destacado en su nada solapada envidia ante los constantes éxitos centran la vida del personaje encarnado por Gilbert. Por ello, apuesta con él la posibilidad de conquistar a Roxalanne, poniendo ambos en disputa todas sus posesiones, e introduciendo en el relato un elemento de intriga hasta entonces diluido en el aspecto descriptivo e incluso festivo del mismo.

Bardelys viajará hasta los terrenos de Lavedan, y las circunstancias del destino le harán toparse con un enemigo del monarca que se encuentra a punto de morir. El trágico encuentro servirá a nuestro protagonista para suplantar su identidad e integrarse con ella en el ámbito de la familia en la que se encuentra Roxalanne. Será a partir de dicho instante, cuando la gradación dramática del film de Vidor vaya ganando en espesura y densidad. Lo hará a partir de la química que se establecerá entre los dos seres, a lo cual ayudará de forma poderosa la intensidad brindada por unos intérpretes que captarán a la perfección aquello que sus roles demandan. Pese a la ficción que encarna Bardelys al asumir un personaje que no es él, se incorporará en dicha mascara la autenticidad de unos sentimientos hasta ahora inéditos en su personalidad hedonista a la hora de entender el hecho amoroso. La integridad de la hija de los Lavedan supondrá para él el amanecer de una nueva concepción existencial, sabiendo Vidor hacer discurrir esa evolución en una historia que se había iniciado de manera frívola y festiva.

Poco a poco, aflorarán entre ellos unos sentimientos tan sinceros como intensos, que del mismo modo supondrán para el infatigable conquistador la asunción de un revulsivo en una personalidad que hasta ese momento se ha caracterizado por una huída hacia adelante sin pensar ene modo alguno en las consecuencias de sus acciones. Ese sentimiento se extenderá en un ya casi inevitable encuentro amoroso entre los dos, que se manifestará de forma pasmosa en una de las más hermosas secuencias románticas de todo el cine de Vidor. La misma se describirá en el paseo por el lago de los dos ya entregados amantes en un pequeño barco, siendo acariciados por una cada vez más densa espesura de vegetación, que ayudará a conformar una sensación de intensidad que quedará exquisitamente resuelta por un Vidor ya experto en la plasmación de inolvidables fragmentos amorosos. Por medio de una planificación y un montaje que acentuará la sensación de dos seres que se aman sin cortapisa alguna, se sucederá un fragmento memorable ante el cual el espectador quedará noqueado al percibir casi a flor de piel la sinceridad de unos sentimientos sellados con la fuerza del amor.

Sin embargo para que estos quedaran definitivamente fraguados, Bardelys deberá despojarse de esa máscara de suplantación de otro ser que ya ha desaparecido y, ante todo, revelar su autentica identidad, aspecto este que en el fondo le intimida. Sin embargo, y como suele suceder en estas historias en las que el componente melodramático proporciona elementos y sucesos que modifican repentinamente sucesos pillados casi al límite de lo verosímil, Bardelys será capturado entendiendo las fuerzas reales que se trata el rebelde buscado. Este confiará en que quien comanda las mismas y lo va a juzgar –retornará la siniestra figura de Chatellereault-, revele su autentica identidad. Sin embargo este no dudará en mostrar su lado más cruel ocultando la misma y condenándolo con presteza a ser ejecutado en la horca por supuesta traición, logrando con ello eliminar a su eterno rival amoroso, sin que le valga el reconocimiento tácito de este al reconocerse perdedor en la apuesta firmada –que daba un plazo de tres meses para que Bardelys conquistara a Roxalanne-. Nuestro héroe será encerrado y presto a la ejecución, no valiendo tampoco la promesa de la prometida de casarse con Chatellereault si salva de la muerte a quien todavía no conoce como Bardelys. La ejecución asumida de este parecerá un hecho, hasta que Vidor inserte de manera inesperada otro extraordinario tour de force, plasmando la tan inverosímil como admirable fuga de este al borde de la horca. Un fragmento en el que el dinamismo de su montaje y la imaginación con la que es plasmada dicha huída, deslizándose entre lianas, cortinas estratégicamente situadas, y ubicándose casi al borde de las enormes paredes exteriores del palacio… formarán un fragmento digno de figurar en cualquier antología del cine de capa y espada, sobre todo en el que en aquellos años protagonizara el ya citado Fairbanks. Será una liberadora catarsis para el espectador. Una ruptura con el dramatismo que ha impregnado la parte central del film, y que tendrá su climax con el enfrentamiento final con Chatellereault –que a última hora se ha casado con Roxalane, engañándola con la falsa promesa del indulto de su amado-, finalizando con la inevitable muerte del villano, y el reencuentro de Bardelys con un mandatario real que en algunos momentos ha desconfiado de este, pero que siempre lo ha encontrado divertido –en contraste con el tedio que le rodea en su corte-. Precisamente la llegada del monarca hasta el entorno donde se encuentra el reo, propiciará una secuencia tan divertida al tiempo que enervante, como la descripción del discurrir de su comitiva, dictando órdenes a sus súbditos de ir más o menos rápido en función de su mayor o menor aburrimiento.

Despachada durante mucho tiempo como un título menor –o incluso ignorado- a la hora de revisar la obra vidoriana, lo cierto es que la posibilidad de contemplar BARDELYS THE MAGNIFICENT, además de permitirnos pulsar otro peldaño más para completar la misma, nos permite disfrutar de una propuesta que mantiene intacta su frescura en la combinación de elementos que inserta bajo su apariencia convencional, demostrando en sus momentos más intensos y arriesgados no solo la huella indeleble del cineasta, sino al mismo tiempo su versatilidad a la hora de adentrarse en diversas vertientes genéricas, que asumió y trató por lo general aportando su capacidad de inspiración.

Calificación: 3

0 comentarios