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CINEMA DE PERRA GORDA

PASSAGE WEST (1951, Lewis R. Foster)

PASSAGE WEST (1951, Lewis R. Foster)

No se puede entender el devenir del cine norteamericano de aventuras y, en líneas generales, los géneros más o menos populares, sin la presencia de Pine-Thomas Organization. Un tándem de productores, formado por William H. Pine y William C. Thomas quienes, al amparo de Paramount, facilitaron decenas de títulos incardinados dentro de dicho género, y extendidos a westerns, títulos bélicos, e incluso apólogos sociales. Lo cierto es que, gracias a la apuesta de esta pequeña firma, se logró dar salida a un buen número de títulos de interés medio que, en algunas ocasiones, llegaban a elevar su tono, proporcionando resultados más o menos remarcables. Considero que PASSAGE WEST (1951, Lewis R. Foster) es uno de dichos ejemplos, en esta ocasión inserta dentro del ámbito del western, trascendiendo su condición de asumida serie B, y brindando a través de su sencillez, una mirada nada solapada en torno a la capacidad transformadora de la propia condición humana.

PASSAGE WEST se inicia de manera sorprendente, en medio de la aridez de unos exteriores rocosos, contemplando la huida desesperada, de lo que luego conoceremos es un grupo de seis presos, huidos de la prisión de Salt Lake, en 1864. Los contemplamos desesperados y sedientos, temerosos de un cercano fin por inanición, en medio de las invocaciones de Rainbow, el único negro del conjunto, a una intervención divina. De manera inesperada, escucharán una serie de sonidos celestiales que, al subir una colina, descubrirán será la ceremonia fúnebre oficiada por un predicador -Jacob Karns (Dennis O’Keefe)-, líder de los componentes de una caravana que se dirige hacia California, dado que ha fallecido el hijo de uno de los matrimonios que forman parte de la misma. Pete Black (John Payne), el líder de los fugados, pedirá bajo amenaza que todos ellos se incorporen al conjunto de viajeros, para al mismo tiempo sobrevivir, y lograr huir de la autoridad que los está siguiendo. Será el inicio de una singladura en la que se irán produciendo tensiones entre los pacíficos componentes de la caravana, y los amenazadores presos dirigidos por Black. Tensiones que irán aflorando inicialmente, en el enfrentamiento directo entre el predicador y el líder de los fugados, pero que de manera paulatina tendrán un punto de inflexión, en la joven prometida del primero -Rose Billings (Arleen Whelan)-. Una mujer hasta ese momento vestida de luto, muy identificada con la manera de entender la existencia de Jacob, pero que, poco a poco, en su interior, se irá acercando a ese otro modo de asumir el día a día, basado en el riesgo, lo apasionado, e incluso en bordear esa frontera del bien y del mal, que representará el líder de los fugados. Esa capacidad de transformación de sus protagonistas -incluso del señalado Black-, será descrita con considerable precisión a través de la cámara de Foster -bien ayudado por la terrosa iluminación en color de Loyal Griggs-, a través del discurrir de la caravana, en principio por terrenos polvorientos, ligados al desierto. También por la contraposición de las lluvias torrenciales. Incluso por esa especie de oasis que supondrá enfrentarse a la tranquilidad del bosque donde, de manera paradójica, se producirán algunos de los enfrentamientos más acusados entre los componentes del colectivo, con especial significación en los dos protagonistas masculinos, que exteriorizarán unos enfrentamientos hasta entonces larvados entre ellos, en función de la superioridad del fugado, por la tenencia de armas, en medio de una pelea de gran brutalidad.

La caravana, pese a las bajas existentes, llegará hasta su destino decidiendo establecer su poblado, a la que les ayudarán los fugados, una vez comprobando que su futuro tiene poco de halagüeño, mucho después de que Black haya recuperado el dinero que sus componentes mantenían al recaudo del predicador, y que dos de los fugados pretendían robar. Por su parte, Rose caerá presa de sus incertidumbres, intentando alejarse del entorno del predicador, y vivir una vida más abierta al lado de Pete. Este la rechazará -buscando para ella que reanude esa vida plácida que representan los moradores de la caravana -en un ámbito de incertidumbre-, que tendrá un punto de inflexión, al encontrar los presos una fabulosa veta de oro, en la cueva que excavan para conseguir piedras y ampliar el poblado.

No es PASSAGE WEST ni la primera ni la última producción dentro del western, centrada en el viaje exterior e interior, de un grupo de peregrinos, en la búsqueda de una nueva oportunidad para sus existencias. En cualquier caso, lo que no me cabe duda es que pese a la modestia que desprende esta producción -lo que no le impide una magnífica utilización de espacios exteriores-, nos encontramos ante un título que alberga personalidad propia. Lo hace, en primer lugar, acertando en la tipología de personajes, que a pesar de una no muy extensa interacción, quedan definidos en su presencia sin recaer en el peligro del estereotipo. Ese grado de acierto se articula de manera fundamental, en la capacidad para imbricar ese drama y anhelo colectivo, con la fisicidad del relato, que resultará tan angustioso cuando los expedicionarios soporten el calor, como en la llegada de la tempestad -con ese admirable episodio, en medio del huracán, para que uno de los veteranos personajes se insertará en medio de la oscuridad de la noche, a recuperar a uno de sus terneros-. Foster saber pulsar muy bien las teclas que aúnan lo individual con lo colectivo, como en ese otro fantástico pasaje -quizá el más memorable de la película-, en medio de las torrenciales tormentas, con las caravanas hundiéndose en el barro y sin poder proseguir. Por ello, se pedirá a todos los tripulantes que se desprendan en el camino de todos sus enseres. Será un proceso dramático -esa cuna del bebé fallecido, que su madre desea conservar-, en el que Rose se negará a desprenderse de los vestidos que conserva en un baúl -quizá los únicos recuerdos de su pasado-. Black los tirará pese a los ruegos de esta en plena tormenta, hasta que ambos no puedan reprimirse un apasionado beso, que hará en este devolverle el baúl.

Esa alternancia de pasajes relajados con otros intensos, tendrá otro punto de inflexión en ese episodio de aparente remanso, al llegar la caravana a ese tranquilo lago en el bosque, en el que Rose se vestirá con un llamativo vestido verde, provocando la ira de las otras mujeres, que tuvieron que desprenderse de todos sus enseres y ropas. Dicha circunstancia, nos llevará a una profundización en la psicología de los personajes, a través de una historia del blackisted Alvah Bessie, en la que se irán percibiendo elementos complementarios de sus personalidades, a través de una capacidad de profundización, que irá dada de la mano de una extraña sobriedad en su puesta en escena, que podremos incluso ya contemplar en ese doloroso misticismo del funeral que aparecerá en los primeros minutos del relato. Será algo que tendrá su conclusión en ese episodio final, descrito en el interior de la montaña, donde Pete intentará, de un lado, exorcizar ese pasado del que no puede desembarazarse -los agentes los van siguiendo, y además, no hay posibilidad de redención con la mayor parte de sus compañeros-, al tiempo que interiormente reconoce que su propia existencia, no supone más que un grave problema para los sentimientos de Rose, a la que en el fondo ama, y que aparecerá en la última secuencia de la película, cuando ésta ya dirime su clímax vestida con un blanco purificador.

Sobria, física, contundente, PASSAGE WEST aparece como uno de esos pequeños pero estimulantes exponentes de la serie B que, bajo sus sencillas costuras, saben hablar con presteza, de la complejidad en las decisiones y sentimientos de la condición humana.

Calificación: 3

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