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CINEMA DE PERRA GORDA

SATURNO CONTRO (2007, Ferzan Ozpetek) No basta una vida

SATURNO CONTRO (2007, Ferzan Ozpetek) No basta una vida

SATURNO CONTRO (No basta una vida, 2007), es el sexto de los 14 largometrajes que hasta la fecha ha rodado el turco italiano Ferzan Ozpetek, y cuando asume este rodaje, ya atesora a sus espaldas títulos tan notables como su brillante debut con HAMMAM (Hammam: El baño turco, 1997) o LE FATI IGNORANTI (El hada ignorante, 2001). Pero lo más importante es que muy pronto quedó presente en el cine de Ozpetek la impronta de la sensualidad y sensibilidad de unas formas visuales muy atractivas, al tiempo que un mundo personal en el que la sexualidad reprimida o el respeto multicultural, irá acompañado por propuestas dominadas en un experto manejo de argumentos corales. A partir de dichas ramas entrelazará una serie de retratos generacionales dominados por tanta emocionalidad y sentido de la ironía, como empatía a la hora de plasmar sus flaquezas.

Punto por punto todo ello se cumple casi a la perfección en esta magnífica SATURNO CONTRO, que revela desde sus primeros compases la estrecha relación establecida en torno a una galería de personajes reunidos en Roma, a cual más peculiar en su definición. La voz en off, el alma del relato, lo brindará el joven y atractivo publicista Lorenzo (Luca Argentero), pareja del reconocido escritor Davide (Perfrancesco Favino). Ambos han convocado una de sus habituales fiestas reuniendo a su grupo de amigos, formado por Antonio (Stefano Accorsi), su esposa, la psicóloga Angélica (Margherita Buy). También entre ellos se encuentra la veterana traductora de turco Nival (Serra Yilmaz), su servil esposo, el ex amante de Davide -Sergio (Ennio Fantastichini)- dominado por un irredento sentido de la ironía- o la joven Roberta (Ambra Angiolini), que no puede reprimir su consumo de drogas, y que al mismo tiempo atesora una cierta percepción especial, unida a su manejo del mundo astral. A la cita se sumará el joven Paolo (Michelangelo Tommaso), aspirante a escritor y amigo de Lorenzo, quien desea entregar parte de su obra para ser revisada por Davide. Ya en esta cita percibiremos la singularidad de esa coralidad de seres, haciendo expresar a Lorenzo -en off-, que el previsible comportamiento de todos ellos no solo le hacen feliz, sino que le gustaría se mantuviera para siempre, advirtiendo que se trata de algo imposible.

En el fondo, ahí se encuentra la entraña de esta sensible, tierna y dolorosa película. Mostrar bajo diferentes enunciados la fragilidad de los sentimientos. Da igual que ello se plantee, ante la crisis que provocará la infidelidad de Antonio a su esposa al mantener una relación adúltera con Laura (Isabella Ferrari), una florista. En las vacilaciones establecidas entre Davide y Lorenzo o los sutiles reproches de Sergio a Davide. En la actitud siempre rebelde de Roberta. En la relación dominante que Nival mantendrá con su simplón esposo, y que se extenderá al conjunto de amigos. O incluso en el elemento de incomodidad que sugiere la presencia del bisexual Paolo, aparecido casi como un bocado apetitoso para algunos de los componentes de este pequeño microcosmos. Ozpetec acierta a describir con tanta ternura como capacidad de observación, las grandezas y miserias de su galería humana, plasmándolas con intensidad, comprensión y sentido de la ironía. Todo ello se configurará mediante una notable capacidad de observación, y acentuando en ella una admirable dirección de actores, magnífica utilización del formato panorámico, y enorme precisión y adecuación en su banda sonora -faceta esta última en la que Ozpetek ha demostrado siempre un especial cuidado-. Es por ello, que el guion elaborado por el propio director junto a su fiel colaborador Giani Romoli, brilla al retratar ante la pantalla la letra pequeña, las pequeñas tribulaciones y dudas de su galería de personajes, hasta el punto de hacérnoslos cercanos, compartiendo con ellos esa cotidianeidad, esos problemas -he de reconocer que uno de ellos en concreto, me resultó especialmente cercano-, que tendrán su punto de inflexión en esa segunda celebración que, a la postre, supondrá el inicio del doloroso climax de la película. En un momento de la misma, que Lorenzo denominaría una vez más normalizada felicidad, este caerá desmayado -resulta admirable la manera de describir esa disociación de este, del aparentemente festivo acto que para él devendrá chirriante; soy epiléptico, se cómo se viven en carne propia estas molestas crisis de conciencia-.

Ello supondrá el inicio de una catarsis que incluso dejará de lado la separación establecida entre Antonio y su esposa. Lorenzo, en realidad el alma del grupo, se encuentra internado, sin conocimiento, debido a un inesperado tumor sufrido en la cabeza, del que apenas cabe esperar nada positivo. El tiempo se detendrá para esa fauna de amigos que, en definitiva, formaba su familia. En especial para Davide, quien apenas dará crédito a ese mundo que se le ha venido abajo. Acudirán desde el norte del país el padre de Lorenzo y su segunda esposa, el primero hombre poco receptivo ante la homosexualidad de su hijo, quien finalmente abandonó su hogar familiar para vivir con libertad en Roma. Todo ello conformará en el entorno del hospital, el intento por trasladar el afecto, la esperanza y el estupor, en esa muestra de cariño colectivo vivido por el conjunto de amigos de Lorenzo, quien finalmente no podrá superar una situación insalvable. Su desaparición romperá en apariencia el grupo, aunque el temor en torno al destino del abatido Davide hará que el alma del fallecido se transmita en esa camarilla de seres que intentarán sobreponerse a un dolor colectivo, expresado en torno a la irremisible ausencia que supone para su pareja.

En medio de esa tragicomedia colectiva delimitada con tanta contención, SATURNO CONTRO se encuentra trufada de instantes dominados por la emoción y la delicadeza. La manera de expresar la primera discusión entre Antonio y su esposa, a la que ha revelado sus infidelidades, planificada del mismo modo que en una célebre secuencia de TWO FOR THE ROAD (Dos en la carretera, 1967. Stanley Donen) -los dos esposos se sentarán, opuestos entre sí, en su rincón respectivo de la cama-. La incomodidad vivida entre Davide y el padre de Lorenzo cuando el segundo visite la casa donde residía la pareja de amantes, demostrando en todo momento su nula aceptación de la condición de su hijo. La secuencia confesional de Roberta y la veterana enfermera. El momento en el que todos los amigos se encuentran en el patrio del hospital, y el llanto de una joven junto a ellos ejercerá como trágico preludio de lo que van a vivir de inmediato. Las dos ocasiones en las que el destino llevará a que Davide se encuentre presente en las situaciones trágicas de su amado -su encuentro con la noticia de su fallecimiento supondrá uno de los momentos más desoladores de la película, con ese intenso primer plano sobre un admirable Perfrancesco Favino-. Esa dolorosa situación tendrá su cenit con el reencuentro de todos los amigos ante el cuerpo sin vida de Lorenzo, en unos planos descritos con asombrosa delicadeza, que tendrán su inefable contrapunto en la mirada subjetiva de la rezagada Roberta -incapaz de contemplar el cadáver de alguien a quien ha amado profundamente- vislumbrando un inefable encuentro de todos ellos, con el joven totalmente en vida-. El intenso dolor que se llega a transmitir, tendrá su colofón en el inesperado y profundo abrazo final del padre del muchacho, aceptando todas las peticiones que su pareja le ha formulado, y probablemente asesorado por su discreta y receptiva esposa, a la que el ambiente de los amigos del fallecido ha impresionado gratamente. Poco antes de esa catarsis aparecerá un instante inolvidable, en mi opinión el más hermoso de la película, cuando Roberta se encuentra fumando en la puerta del hospital. Mirará a una vieja anciana enferma y, en un instante de conmovedora complicidad, le permitirá dar una calada al cigarrillo que porta.

Uno de los riesgos a los que se enfrenta SATURNO CONTRO reside en la complejidad a la hora de prolongar la intensidad del relato, una vez se produce el clímax del mismo, habiendo transcurrido apenas dos tercios de su metraje. Lo cierto es que esa difícil apuesta dramática se consigue al expresar la búsqueda de redención para sus personajes, desolados y desprovistos de unidad, una vez ha desaparecido la persona que aparecía como nudo de unión de la misma. Surgirán los recelos -entre Nival y Angélica-, y solo la alarma aparecida al comprobar que Davide ha desaparecido de su vivienda -un hermoso fundido de un cuadro de la misma nos lo trasladará a la casa de campo donde conoció a Lorenzo- llevará a todos los personajes a reunirse con él. Allí intentarán hacerle superar su inconsolable dolor, que en un momento dado le hará acercase al suicidio -plasmado en otro instante de enorme fuerza dramática-. Sin embargo, el eco del pasado, y la presencia latente del desaparecido -incluso se reiterará su voz en off- permitirá que la calidez emocional de todos sus amigos favorezca una llamada a la esperanza, en medio de ese bellísimo plano circular que aunará pasado, presente, y el olvido del futuro, a unos sentimientos vivos y compartidos, de un grupo de personas que no se resignan a perder aquello que les ha unido.

Calificación: 3’5

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