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CINEMA DE PERRA GORDA

DOCTOR CRIPPEN (1963, Robert Lynn)

DOCTOR CRIPPEN (1963, Robert Lynn)

Cuando uno contempla DOCTOR CRIPPEN (1963, Robert Lynn) sorprende que surgiera el mismo año de títulos tan relevantes como THE SERVANT (El sirviente, 1963. Joseph Losey), TOM JONES (Tom Jones, 1963. Tony Richardson), THE SPORTING LIFE (El ingenuo salvaje, 1963. Lindsay Anderson) o BILLY LIAR (Billy, el embustero, 1963. John Schlesinger). Es decir, que nos encontramos en un momento de especial efervescencia de la cinematografía inglesa, y hasta cierto punto es comprensible que quedara en un segundo término, esta precisa recreación del juicio y la circunstancia previa vivida por el pacífico doctor Hawley Harvey Crippen (Donald Pleasance), condenado a la horca por la justica londinense de 1910 al haber asesinado a su esposa Belle Elmore (Coral Browne). Será un proceso que se iniciará desde el momento en que aparecezca como objeto de sus sentimientos la joven y sensible Ethel Le Neve (Samantha Eggar), que actúa como secretaria en el despacho médico en el que Crippen trabaja. Curiosamente, en 1958 esta misma historia ya sirvió como base a un largometraje rodado en Alemania.

Lo cierto y verdad es que esta notable película es otra más de esas piezas de artesanía cinematográfica envueltas en la suma de notables talentos, que proliferaron en el cine británico y que el paso del tiempo condenó al olvido, fundamentalmente por no estar avalados por realizadores reconocidos en su andadura. En esta ocasión nos encontramos con una atinada realización del londinense Robert Lynn. Será el cuarto, de entre los trece largometrajes que firmó -el resto totalmente desconocidos- en lo que se presume una andadura más que irregular, que estuvo centrada ante todos por su dedicación al formato televisivo. Lo cierto es que Lynn en líneas generales aprovecha el caudal de talento emanado de una magnífica y al mismo tiempo sobria ambientación de época, realzada por la soberbia iluminación en blanco y negro de un entonces emergente Nicolas Roeg -aparece en los créditos como Nick Roeg- la anuencia de un preciso guion, un oportuno fondo sonoro de Ken Jones y, como no puede ser de otra manera en cualquier producción de dicho país, la presencia de un magnífico reparto que alberga en sus dos roles protagonistas -Donald Pleasance y la jovencísima Samantha Eggar- instantes de verdadera excelencia.

DOCTOR CRIPPEN no tarda en ir al grano. Tras mostrar la llegada de los dos acusados desde su camión policial al lugar del juicio, veremos como ambos reciben la increpación del público que les rodea. Los rápidos títulos de crédito -insertos en medio de breves pasajes casi documentales- describiendo el discurrir de los encausados a la sala de justicia. A partir de ese momento, el devenir de la película se articulará en dos aspectos complementarios y, justo es reconocerlo, no siempre debidamente bien engrasadas. Por un lado, en una vertiente más secundaria, el desarrollo de los testimonios y, finalmente, el propio fallo del jurado. Sin embargo, buena parte de la película se extiende en una sucesión de flashbacks que describen las circunstancias personales vividas por el matrimonio Crippen y, sobre todo, el tormento interior sufrido por su marido, al que solo consolará la sincera, pero oculta relación mantenida con la joven Ethel, quien le llevará a la búsqueda de un imposible paraíso emocional. Todo ello es mostrado a través de una planificación muy cerrada y centrada en un estudio de personajes, apoyándose en el uso de planos muy cercanos y un transparente juego de actores, a través del recorrido de la vida diaria del protagonista, e intentando buscar en la mirada sobre su cotidianeidad, las causas que justifiquen su crimen -del que el acusado se declarará inocente-. El panorama a este respecto resultará deprimente, puesto que Hawley no es más que un hombre tímido, atento, pero en modo alguno capaz de empatizar con Belle, una mujer tan grosera con extrovertida. El acierto a la hora de describir esta tóxica relación reside en el intento logrado por parte de los responsables de la película de humanizar el retrato psicológico de la esposa. Dentro de esta intención, se mostrará con bastante pertinencia que. por encima de su vulgaridad, se esconde alguien con una fuerte sexualidad, que su esposo es incapaz de responder -y que él mismo reconocerá en algunas de sus últimas palabras-.

Pese a dar la medida y la apariencia de una película algo anticuada en sus formas, lo cierto es que DOCTOR CRIPPEN se beneficia de esa mayor permisividad que albergaban esos primeros años 60 para la sociedad británica. Ello permite que esa mirada crítica en torno a la sociedad inglesa de principio de siglo adquiera una especial contundencia. Lo evidenciará ese puritanismo que representará el doctor dueño del despacho en el que trabaja Crippen, quien no duda en censurar el supuesto vestuario provocador de Ethel, aunque en el fondo se encuentre perturbado por su presencia. O incluso en la oscura ambivalencia del Capitán MacKenzie (James Robertson Justice), capaz en su sucia mirada de expresar el desprecio que le merece la pareja de amantes que ha encontrado en el buque que comanda -con Ethel torpemente camuflada de muchacho, como joven hijo del protagonista-. Esa es la medida de las posibilidades de una propuesta que sabe bucear por los más oscuros meandros de la sociedad de su tiempo, al tiempo que intentar plantear la auténtica historia de un crimen que solo estuvo presente en la mente de su artífice unos instantes -forzado de manera inocente por su amante- y que en realidad se produjo por una inesperada confusión ¡producida por un grito de llamada de la futura víctima! en un momento magnífico.

Esa capacidad para un determinado grado de transgresión. La brillantez con la que se despliega ese juego enfermizo de relaciones -la secuencia en la que los Crippen cenan en su casa junto a un matrimonio amigo, crecientemente incómodo por la borrachera de Belle-, se prolongará en el conjunto de un relato que, por fortuna, otorgará más importancia a esa mirada más o menos revestida de crónica, que al desarrollo de una vista que, por el contrario, aparece por el contrario casi como un recurso, parea insertar esos minutos finales que, a mi modo de ver, se erigen como los minutos más intensos del relato. Y es que, pese a su eficacia, justo es reconocer que a DOCTOR CRIPPEN le falta quizá un mayor grado de arrojo, tanto en su vertiente argumental como, sobre todo, en la articulación de una puesta en escena, dominada por un cierto hieratismo narrativo.

Por fortuna, todo ello modificará su semblante a partir del momento en que los dos amantes son detenidos en el buque donde se iban a trasladar hasta Estados Unidos, no deteniendo su fuerza cinematográfica tanto en la plasmación del fallo del jurado como, sobre todo, en las secuencias de índole confesional, en las que Crippen demostrará su pacífica personalidad, y confesará la realidad de ese crimen que en realidad no dejó de ser un accidente. La fuerza en la utilización de los primeros planos -algunos sobre el rostro de la Eggar llegan a resultar abrasadores- o el admirable tempo que determinará en estos minutos de conclusión, darán la medida de las posibilidades de una película en todo momento interesante, pero que solo en ese bloque de conclusión alcanza el máximo de sus posibilidades, con el despliegue de humanidad de ese hombre fracasado, que se encuentra resignado a desaparecer del mundo sin haber llamado la atención. Alguien que incluso recuerda con afecto a su esposa, y que tan solo desea que se amada pueda tener una segunda oportunidad en la vida.

Calificación: 3

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