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CINEMA DE PERRA GORDA

PAPI CHULO (2018. John Butler)

PAPI CHULO (2018. John Butler)

Las consecuencias de la progresiva desaparición de salas de cine -a las que la incidencia de la Covid19 ha proporcionado un hachazo de irreversibles consecuencias- ha favorecido fenómenos como la imposibilidad de acercarnos a títulos que se alejan de los cánones establecidos para -de manera previsible- ser considerados como de dudosa comercialidad. Es por ello que decenas de producciones provistas de suficiente interés no llegan hasta nuestro país. Unamos a ello que la edición de películas en formato físico ya aparece como algo residual. Con estas ya casi insalvables limitaciones, en ocasiones aparece fruto de la casualidad o la intuición, poder acceder a títulos como PAPI CHULO (2018), tercero de los largometrajes del irlandés John Butler quem pese a no disponer de estreno de ninguna clase en nuestro país, fue proyectado en diversos festivales, entre ellos el de Toronto del citado 2018, donde causó una grata impresión.

Aunque desarrollado en una tórrida ciudad de Los Ángeles, lo cierto es que nos encontramos ante una producción irlandesa. Se trata de una propuesta que, bajo diferentes vertientes, apela al drama de la soledad y la incomunicación. Todo ello, dentro de un ámbito que deambula con acierto entre la tragicomedia y lo entrañable, sin dejar de lado jugosos apuntes críticos, como posteriormente veremos. Lo cierto es que  estamos ante una curiosa y estimulante mixtura entre aquellos títulos firmado por Blake Edwards desde finales de los setenta, caracterizados por su mirada disolvente en torno a las clases altas californianas, con los planteamientos más recientes, que aunaban en sus imágenes un aura existencial caracterizando los modos de comedia de cineastas como Alexander Payne.

Todo ello se iniciará en torno a la crisis vivida por el joven y atractivo Sean (un extraordinario Matt Bomer ¿Qué esperan para lanzarlo como estrella de Hollywood?). Se trata de un exitoso presentador del tiempo que sufre una profunda crisis personal, ya que lleva seis meses separado de Carlos, su pareja. Pese a su aspecto saludable sufrirá un inesperado estallido emocional delante de las cámaras, lo que forzará a los responsables de su cadena a que se tome un descanso. Una inesperada circunstancia vivida en la terraza de su moderna mansión en la ciudad -que reforzará su perdida condición sentimental- hará que tenga que pintar la misma, para lo cual buscará la labor de un veterano obrero mejicano -Ernesto (formidable Alejandro Patiño)- y realizando las tareas de pintura que él mismo no puede sobrellevar. Lo que inicialmente aparecerá como una tarea de pocas horas, pronto se extenderá a más de un día, algo inicialmente previsible. Sin embargo, lo que jamás se podría pensar más que como un simple encargo, muy pronto aparecerá como el inicio de una extraña amistad, en la que Sean no solo exteriorizará ese profundo drama interior que le sigue atenazando, al llegar a confesar a Ernesto -sin que este apenas le entienda- las razones de su crisis. Por el contrario, ese tono de confidencialidad pronto dará paso a un creciente afecto por parte del joven, hasta el punto de ver implícitamente en el veterano obrero a un trasunto quizá de su desaparecido amante.

Puede parecer de entrada que nos encontramos ante una base argumental -elaborada por el propio realizador- dominada por la extravagancia y condenada al fracaso. Que ello no solo no suceda y, por el contrario, poco a poco nos adentremos en una relato en el que el patetismo, el sentido del humor, la mirada crítica y, finalmente, lo conmovedor, se dan de la mano con considerable armonía, hasta lograr un conjunto delimitado por contrastadas aristas, en la que a  mi juicio solo desentonará lo acomodaticio de su conclusión, son los que otorgan a la película sus considerables virtudes. De entrada, una de las principales cualidades de PAPI CHULO proviene de la admirable capacidad de observación que despliegan las maneras de Butler como realizador. Ayudado de un espléndido uso del formato panorámico, este combinará en su ágil planificación largos planos generales fijos que acentúan en ocasiones lo absurdo de la situación descrita, junto a otros de detalle que proporcionan una sensación de ligereza en esa descripción de la crisis personal sufrida por el protagonista, enmarcada en un contexto donde Los Ángeles vive un peligroso -y habitual- periodo de sequía, que aparecerá como oportuna metáfora exterior de la misma. A partir de este punto de partida, y mediante una narración en la que predominará lo visual en detrimento de una deliberada limitación de diálogos, se sucederán elementos interesantes como el valioso uso de los temas musicales utilizados que servirán a modo de elemento diegético en los trayectos en coche por Sean, e incluso una mirada en absoluto desprovista de mordiente, a la hora de describir esa sociedad en teoría tan tolerante y en el fondo tan llena de prejuicios como la que más, que dominan las clases altas californianas -el personal de la cadena de televisión, en el fondo únicamente preocupada por su audiencia; la fiesta nocturna a la que acuden el protagonista y Ernesto, donde se pondrá en evidencia la superficialidad que rodea el sofisticado mundo gay californiano-.

En realidad, la entraña de PAPI CHULO se centra en la compleja relación marcada entre los dos protagonistas. Por un lado, ese joven y conocido presentador que no sabe salir de su espiral de dolor -esas constantes llamadas a su expareja intentando reestablecer inútilmente su comunicación con él-, y que instintivamente encontrará en el veterano obrero la oportunidad de iniciar lo que podríamos denominar un ‘diálogo de sordos’ ya que Ernesto apenas conoce el inglés, y Sean asume lo propio con el español. Será quizá esa circunstancia la que de manera inesperada abra el alma del presentador, a partir de la espléndida secuencia descrita en el lago artificial, donde por vez primera desnudará su interior a Ernesto, mientras este asiste perplejo a sus confesiones. Cuando el joven se quede durmiendo en la pequeña barca, la inesperada llamada del mejicano a su mujer incidirá en ese elemento de hilarante extrañeza, que subrayará la planificación distanciada del realizador. Y es que, en realidad, nos encontramos ante una divertida variación de 10 (10, la mujer perfecta, 1979) de Blake Edwards. Si en aquella ocasión se dirimía la obsesión del hetero Dudley Moore hacia el fascinante objeto de deseo que suponía la exuberante Bo Derek, en esta ocasión el atractivo Bomer sentirá lo propio por el poco afortunado Ernesto. Y lo hará hasta ir descendiendo por una pendiente que aparecerá bien delimitada por el realizador, que tendrá parada en la secuencia de senderismo de ambos en las colinas de Los Ángeles, y que tendrá su punto de inflexión al regreso de esa fiesta, en otro episodio magnifico -quizá el más memorable de la película- en el que ambos cantarán juntos en la nocturnidad del taxi que les devuelve de la celebración, exteriorizando un absoluto grado de complicidad que empujará a Sean a darle un beso, que este esquivará con audacia. La expresión de Matt Bomer ante el rechazo recibido resultará conmovedora, como lo será su particular descenso a los infiernos, desde el momento en que el mejicano desaparezca por completo de su vida, y no retorne más a su lugar diario para proseguir en su tarea. PAPI CHULO se extenderá a partir de ese momento en el terreno de la comedia física, a la hora de describir las crecientes torpezas y angustias de Sean al sentirse absolutamente desprovisto de cualquier asidero emocional. Su efímero y frustrado encuentro sexual con un joven musculoso -encarnado por Ryan Guzmán- será el inicio de una serie de divertidas y al mismo tiempo patéticas desventuras vividas en su desesperada búsqueda de Ernesto, que culminará en el definitivo encuentro de su casa, irrumpiendo de manera accidentada en una fiesta que allí se está celebrando. Por momentos, nos acercamos al universo de Jerry Lewis en estas peripecias, pero todas ellas, que en principio podrían ser absolutamente divertidas -y lo son- aparecen bañadas de un sordo patetismo. De una infructuosa búsqueda de salida para la profunda crisis de un muchacho en teoría triunfante, pero en el fondo dominado por la alienación inherente de una sociedad acomodada y de consumo, en la que quizá la autenticidad de los sentimientos sea la gran ausente en su vida diaria.

Y en un relato en el que se apela a la integración de las minorías, y en el que se muestra la otra cara de una sociedad en apariencia adelantada y tolerante, la crisis de Sean llegará a su fin junto a esas deseadas lluvias, que aparecerán como elemento de catarsis y liberación personal, a la hora de asumir que ha de ser él mismo, por su propia voluntad, el que emerja de su deriva autodestructiva.

Antes lo señalaba. Desmerece en PAPI CHULO su blanda y acomodaticia conclusión, que apela al sentimiento de amistad entre sus dos protagonistas. Sin embargo, ello no limita el alcance de esta propuesta entrañable e irónica, que equilibra cinematográficamente sus propuestas, que alterna lo divertido, lo satírico y lo esencialmente patético, en una mirada genérica que atiende a los claroscuros de una sociedad avanzada, y que se beneficia de los trabajos del apenas conocido Alejandro Patiño y, sobre todo, un Matt Bomer en estado de gracia.

Calificación: 3

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