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CINEMA DE PERRA GORDA

Andrzej Zulawski

L’IMPORTANT C’EST L’AIMER (1975, Andrzej Zulawski) Lo importante es amar

L’IMPORTANT C’EST L’AIMER (1975, Andrzej Zulawski) Lo importante es amar

Mitificada y denostada a partes iguales, y representativa del voluble momento cinematográfico en el que fue realizada, L’IMPORTANT C’EST L’AIMER (Lo importante es amar, 1975. Andrzej Zulawski) es una película que, es imposible negarlo, ha acentuado con el paso del tiempo sus debilidades. Nos encontramos, más allá de su alcance, con un título absolutamente datado, en el que sus elementos más provocadores en ocasiones rozan el ridículo. Es una tendencia que, al parecer, resultó muy familiar en el cine del realizador polaco, demostrando que tras esa fachada de provocación, se encontraba un hombre de cine tan prescindible como, por otro lado, lo pudiera ser el británico Ken Russell, o tantos y tantos otros realizadores en su momento objetos de moda, pero sobre los que hoy duermen el merecido sueño de los justos.

 

Recuerdo por el impacto que en su momento me provocó, que un comentarista cinematográfico señalaba que Zulawaski hacía “pornografía de los sentimientos” en el título que nos ocupa. Y no le falta razón. Hay en todo momento una sensación de que el drama a tres bandas que se establece entre la actriz en decadencia que encarna Romy Schneider (Nadine), el a primera instancia brutal pero pronto definido como sensible fotógrafo Servais Mont (Fabio Testi) y el esposo impotente de la primera –Jacques (Jacques Dutronc)-, busca en todo momento una dramatización forzada a través de elementos artificiosos y falsamente sórdidos –lo relacionado con el personaje que encarna el veterano Claude Duphin-, pueriles –esa enfermiza cinefilia de Jacques-, e incluso llevadas al paroxismo –el cojunto de situaciones que conlleva la función de teatro en la que se introduce Nadine, el personaje del amigo de Servais, viviendo entre libros-, que en el fondo destruyen todo aquello que realmente es la esencia de la propuesta. Es probable que tras todo este enmascaramiento se esconda la auténtica incapacidad de Zulawski para articular los resortes fundamentales de ese profundo drama que, de manera centelleante, se vislumbra en esas secuencias, en ocasiones caóticas, en otras intensas, a lo largo del metraje.

 

L’IMPORTANT... describe la extraña relación que se mantendrá a partir del extraño encuentro del fotógrafo Servais Mont con la actriz Nadine Chevalier, a la que fotografiará sin que ella lo advierta, en medio del rodaje de un auténtico subproducto. Aunque esta le ruegue que no la fotografíe más cuando advierte su presencia, ese chispazo prenderá entre ambos, pese a que en un primer momento la actriz lo rechace, puesto que está casada con Jacques, un extraño personaje con el que no puede manifestar en modo alguno la sexualidad, aunque acepte este matrimonio sin vida como agradecimiento por haberla salvado en el pasado de su hundimiento como persona. Sin saberlo Nadine, Servais ha urdido e incluso patrocinado parcialmente el proyecto de una obra teatral en la que ella tendría un papel importante, con la intención de lograr que la demostración de su talento le sirva para emerger de ese mundo de frustración en el que vive. Por desgracia, la obra es un fracaso estrepitoso y, como consecuencia, todo ese entramado de relaciones y seres que pueblan la extraña galería humana que rodea tanto a la decadente y sensible actriz, como al definido como aguerrido fotógrafo, se desmoronará con la fragilidad de un castillo de naipes, dejando en entredicho la intención del segundo de convertirse en un nuevo Orfeo que rescate a su vislumbrada Eurídice.

 

Sería muy fácil destrozar el conjunto que emana del film de Zulawski. Los histerismos que se producen en todo aquello que rodea la función teatral –en la que la presencia de Klaus Kinski encuentra un aliado de excepción-, lo grotesco de la galería de gangsters que rodea a Dauphin o sus propias prácticas para realizar negocio, la caótica sucesión de momentos y secuencias, la enfermiza y ridícula cinefilia que plantea el personaje de Dutronc, esa rebuscaba ambientación sórdida que pretende en todo momento transmitir al espectador una sensación de patetismo a cualquier precio... Son tantos y tan variados los planteamientos gratuítos y sin rigor que se contemplan en su metraje, que un análisis basado en exclusiva en la labor de puesta en escena del título que comentamos, culminaría sin duda en una valoración negativa del mismo.

 

Pero incluso basándonos en una metodología más o menos estricta, cualquier aficionado sabe que en toda manifestación artística, siempre hay elementos y situaciones que escapan al análisis, penetrando directamente en el alma de quienes lo contemplan. Y en esta película se produce un ejemplo claro de ello; Romy Schneider. Sin ser un rol que tenga una amplia presencia en la pantalla –como podría ser el caso de Vincent Price en HOUSE OF USHER (El hundimiento de la casa Usher, 1960. Roger Corman) o Marlon Brando en THE GOLDFATHER (El padrino, 1972. Francis Ford Coppola), lo cierto es que desde ese estremecedor primer plano de su rostro hundido, al pedir al para ella desconocido Servais que no la fotografíe más, acentuado por el bellísimo tema musical de George Delerue, el espectador cae hechizado ante una presencia sobrecogedora en la pantalla. La rememoranza sirve como evidencia para reconocer que la Schneider protagonizo e intervino en títulos muy superiores al que nos ocupa, pero probablemente su retrato de Nadine permanezca en la retina del aficionado como uno de los trabajos interpretativos más hondos, sinceros y conmovedores que jamás haya brindado una mujer en la pantalla. Es más, la fuerza y el magnetismo de su personaje, permite que incluso un actor lamentable como Fabio Testi, ofrezca la que quizá sea la única aportación recordable de su trayectoria cinematográfica. Y es con ellos, y cuando la película articula esa vertiente intimista y confesional de sus personajes secundarios –por ejemplo, cuando Jacques abandona sus ridículas actitudes y maquillajes, y se sincera ante su esposa-, en donde L’IMPORTANT... alcanza ese voltaje emocional, en esos momentos sensible y lacerante, trasladando al espectador esa mirada sincera a unos seres quizá marginales y excéntricos, pero que cuando se ven despojados de los ropajes que el cineasta ha dispuesto artificiosamente en torno a ellos, dejan entrever la lógica de sus comportamientos y la sinceridad de sus emociones. Es algo que, justo es reconocerlo, no tiene en la película su necesario equilibrio y, por ello, su alcance es mucho menor del que apelan los defensores del film. Pero, al mismo tiempo, ese componente emocional que destilan de manera intermitente sus imágenes, trascienden cualquier lógica de análisis, erigiéndose como auténticos e intensos islotes de sinceridad en los sentimientos.

 

Calificación: 2’5