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CINEMA DE PERRA GORDA

Charles Frend

THE LONG ARM (1956, Charles Frend)

THE LONG ARM (1956, Charles Frend)

Ejerciendo como involuntario puente, antes del arranque de un nuevo y valiosísimo periodo para el cine criminal inglés, THE LONG ARM (1956, Charles Frend), aparece como un tardío exponente de los Ealing Studios, centrado en el prisma de las tareas policiales, a la hora de intentar descubrir el autor del robo de una caja fuerte en unos grandes almacenes, que ha ascendido a 8.000 libras. La película, dominada por la física iluminación en blanco y negro de Gordon Dines, se iniciará con una atractiva secuencia pregenérico, donde seremos testigos del nocturno delito, ejecutado limpiamente por alguien de quien no contemplamos su rostro. Tras el robo -resuelto con enorme facilidad, ya que su autor dispone de la llave de la cerradura-, los créditos se sucederán con la cámara inserta en el interior de los coches de policía en movimiento, una icónica referencia en este tipo de cine, acudiendo al sonido de la alarma, y saliendo el vigilante, quien señalará que allí no ha sucedido nada. Será a la mañana siguiente, cuando se descubra la magnitud del asalto, encargándose la resolución del mismo al ya veterano superintendente de Scotland Yard, Tom Halliday (Jack Hawkins, icono británico del género), al que acompañará el joven y avispado sargento Ward (John Stratton). Juntos acometerán una investigación, en la que apenas pueden encontrar elementos de partida, describiéndose desde el primer momento, una notable ligazón entre ambos agentes, en la medida que Halliday ya ha vivido las ansiedades y ganas de ascender en dicho ámbito, que describe el joven Ward, percibiendo en su interior, no solo el abandono que mantiene con su esposa e hijo, sino el constante riesgo que asume su profesión.

A partir de ese momento, el film del antiguo documentalista Frend -y en ello, algo tendrá que ver el tono verista que alberga el relato-, centra su recorrido, en la evolución de las pesquisas de los dos detectives, a la hora de intentar dar con los autores del caso. Para ello, recurrirán por un lado a la intuición que expresa el hijo de Halliday -la posibilidad de que el ladrón, sea un profesional no detenido- y, por otro, a una curiosa teoría, que avala que todas las cajas fuertes robadas en los dos últimos años en una amplia región del país, son de la misma marca. Sin embargo, un nuevo elemento acentuará dicha teoría, al tiempo que marcará un inesperado punto de inflexión. La narración de un nuevo robo, que aportará un elemento trágico; el atropellamiento y posterior muerte, de un joven empleado, arrollado por el coche de los asaltantes.

Pese a no situar el conjunto de THE LONG ARM a una especial altura, no es menos cierto que se trata de una atractiva crónica, que recurre a un sencillo interés, al tratar de compartir cinematográficamente Frend, las pesquisas efectuadas por sus dos protagonistas, con el espectador. Esa voluntad de otorgar, por así decirlo, una cierta voluntad de actualización ‘a lo Sherlock Holmes’, es uno de los mayores atractivos del conjunto. Ello nos permitirá pasajes interesantes, como el casual encuentro del indicio, que nos llevará hasta el coche que produjo el accidente, la posterior cita con su dueña, o la visita al País de Gales, al objeto de recabar información, en torno a un empleado fallecido de la fábrica de cajas fuertes, en un episodio donde una cierta aura primitiva y rural, dominará su atmósfera.

Y como cualquier relato descrito en el cine de las islas, también en el film de Frend se inserta una curiosa subtrama de matiz psicológica, centrada en el estado de la relación que el veterano Halliday mantiene con su esposa e hijo, a los que ha ido relegando, en demérito de su exhaustiva vocación policial, y para la cual, su unión con el joven detective, servirá como detonante -la secuencia en la parada del tren, donde el primero se decidirá a llamar por teléfono a su esposa, imitando la acción de Ward, será paradigmática a este respecto-. Supondrá un elemento dramático que, con ser atractivo de manera ocasional, entiendo que no se explotará con la suficiente intensidad, limitando el alcance de una película que, siendo estimable, e incluso en ocasiones muy interesante, no supera la barrera de un título menor, carente de la complejidad psicológica, inherente a muchos de sus exponentes coetáneos -aunque no se ausenten apuntes de cierta perversión, como el despectivo testimonio de la vieja asistente de la viuda del fallecido empleado de la firma de cajas fuertes-.

THE LONG ARM, concluirá con un tramo final, inserto de manera un tanto arbitraria -la intuición de que el ladrón, va a asaltar las instalaciones de una sala de espectáculos-, pero que al tiempo que describirá un tenso episodio de persecución nocturna, en el que al mismo tiempo se plasmará físicamente, el hecho de que Halliday se encuentre a la puerta, de quemar sus naves como componente de la ley -en cierto modo, el regreso nocturno a su domicilio, pidiendo que se oculte a su mujer, y la difícil situación vivida, supondrán un implícito reconocimiento de ese indeseado otoño profesional-. En cualquier caso, si tuviera que destacar un episodio del conjunto, no lo dudaría. Este se centra en el tenso, casi irrespirable interrogatorio que Halliday propiciará, al casi agonizante operario atropellado por los ladrones de la segunda de las cajas fuertes -encarnado con enorme sensibilidad por un joven Ian Bannen-, cuando se encuentra en una de las habitaciones del hospital. A las preguntas del intendente, este -mostrado en intensos primeros planos-, apenas podrá responde moviendo con dificultad su cabeza, en medio de la oscuridad del pequeño recinto, plasmando Frend el punto de vista subjetivo del herido, mientras mira a Halliday, oscureciéndose las imágenes, y visualizando la cercanía de su muerte, ante la insistencia del veterano investigador. La tensión devendrá casi física, y cuando los representantes policiales abandonen la habitación y, casualmente, se encuentren con la joven esposa del herido, un aura fatalista se adueñará del relato. Por ello, cuando en las oficinas de Scotland Yard, se confirme la muerte del atropellado, el pathos generado con anterioridad, aparecerá totalmente asumido.

Calificación: 2’5

THE LONG ARM (1956, Charles Frend)

THE LONG ARM (1956, Charles Frend)

Ejerciendo como involuntario puente, antes del arranque de un nuevo y valiosísimo periodo para el cine criminal inglés, THE LONG ARM (1956, Charles Frend), aparece como un tardío exponente de los Ealing Studios, centrado en el prisma de las tareas policiales, a la hora de intentar descubrir el autor del robo de una caja fuerte en unos grandes almacenes, que ha ascendido a 8.000 libras. La película, dominada por la física iluminación en blanco y negro de Gordon Dines, se iniciará con una atractiva secuencia pregenérico, donde seremos testigos del nocturno delito, ejecutado limpiamente por alguien de quien no contemplamos su rostro. Tras el robo -resuelto con enorme facilidad, ya que su autor dispone de la llave de la cerradura-, los créditos se sucederán con la cámara inserta en el interior de los coches de policía en movimiento, una icónica referencia en este tipo de cine, acudiendo al sonido de la alarma, y saliendo el vigilante, quien señalará que allí no ha sucedido nada. Será a la mañana siguiente, cuando se descubra la magnitud del asalto, encargándose la resolución del mismo al ya veterano superintendente de Scotland Yard, Tom Halliday (Jack Hawkins, icono británico del género), al que acompañará el joven y avispado sargento Ward (John Stratton). Juntos acometerán una investigación, en la que apenas pueden encontrar elementos de partida, describiéndose desde el primer momento, una notable ligazón entre ambos agentes, en la medida que Halliday ya ha vivido las ansiedades y ganas de ascender en dicho ámbito, que describe el joven Ward, percibiendo en su interior, no solo el abandono que mantiene con su esposa e hijo, sino el constante riesgo que asume su profesión.

A partir de ese momento, el film del antiguo documentalista Frend -y en ello, algo tendrá que ver el tono verista que alberga el relato-, centra su recorrido, en la evolución de las pesquisas de los dos detectives, a la hora de intentar dar con los autores del caso. Para ello, recurrirán por un lado a la intuición que expresa el hijo de Halliday -la posibilidad de que el ladrón, sea un profesional no detenido- y, por otro, a una curiosa teoría, que avala que todas las cajas fuertes robadas en los dos últimos años en una amplia región del país, son de la misma marca. Sin embargo, un nuevo elemento acentuará dicha teoría, al tiempo que marcará un inesperado punto de inflexión. La narración de un nuevo robo, que aportará un elemento trágico; el atropellamiento y posterior muerte, de un joven empleado, arrollado por el coche de los asaltantes.

Pese a no situar el conjunto de THE LONG ARM a una especial altura, no es menos cierto que se trata de una atractiva crónica, que recurre a un sencillo interés, al tratar de compartir cinematográficamente Frend, las pesquisas efectuadas por sus dos protagonistas, con el espectador. Esa voluntad de otorgar, por así decirlo, una cierta voluntad de actualización ‘a lo Sherlock Holmes’, es uno de los mayores atractivos del conjunto. Ello nos permitirá pasajes interesantes, como el casual encuentro del indicio, que nos llevará hasta el coche que produjo el accidente, la posterior cita con su dueña, o la visita al País de Gales, al objeto de recabar información, en torno a un empleado fallecido de la fábrica de cajas fuertes, en un episodio donde una cierta aura primitiva y rural, dominará su atmósfera.

Y como cualquier relato descrito en el cine de las islas, también en el film de Frend se inserta una curiosa subtrama de matiz psicológica, centrada en el estado de la relación que el veterano Halliday mantiene con su esposa e hijo, a los que ha ido relegando, en demérito de su exhaustiva vocación policial, y para la cual, su unión con el joven detective, servirá como detonante -la secuencia en la parada del tren, donde el primero se decidirá a llamar por teléfono a su esposa, imitando la acción de Ward, será paradigmática a este respecto-. Supondrá un elemento dramático que, con ser atractivo de manera ocasional, entiendo que no se explotará con la suficiente intensidad, limitando el alcance de una película que, siendo estimable, e incluso en ocasiones muy interesante, no supera la barrera de un título menor, carente de la complejidad psicológica, inherente a muchos de sus exponentes coetáneos -aunque no se ausenten apuntes de cierta perversión, como el despectivo testimonio de la vieja asistente de la viuda del fallecido empleado de la firma de cajas fuertes-.

THE LONG ARM, concluirá con un tramo final, inserto de manera un tanto arbitraria -la intuición de que el ladrón, va a asaltar las instalaciones de una sala de espectáculos-, pero que al tiempo que describirá un tenso episodio de persecución nocturna, en el que al mismo tiempo se plasmará físicamente, el hecho de que Halliday se encuentre a la puerta, de quemar sus naves como componente de la ley -en cierto modo, el regreso nocturno a su domicilio, pidiendo que se oculte a su mujer, y la difícil situación vivida, supondrán un implícito reconocimiento de ese indeseado otoño profesional-. En cualquier caso, si tuviera que destacar un episodio del conjunto, no lo dudaría. Este se centra en el tenso, casi irrespirable interrogatorio que Halliday propiciará, al casi agonizante operario atropellado por los ladrones de la segunda de las cajas fuertes -encarnado con enorme sensibilidad por un joven Ian Bannen-, cuando se encuentra en una de las habitaciones del hospital. A las preguntas del intendente, este -mostrado en intensos primeros planos-, apenas podrá responde moviendo con dificultad su cabeza, en medio de la oscuridad del pequeño recinto, plasmando Frend el punto de vista subjetivo del herido, mientras mira a Halliday, oscureciéndose las imágenes, y visualizando la cercanía de su muerte, ante la insistencia del veterano investigador. La tensión devendrá casi física, y cuando los representantes policiales abandonen la habitación y, casualmente, se encuentren con la joven esposa del herido, un aura fatalista se adueñará del relato. Por ello, cuando en las oficinas de Scotland Yard, se confirme la muerte del atropellado, el pathos generado con anterioridad, aparecerá totalmente asumido.

Calificación: 2’5