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CINEMA DE PERRA GORDA

Daniel Benmayor

BRUC. EL DESAFÍO (2010, Daniel Benmayor)

BRUC. EL DESAFÍO (2010, Daniel Benmayor)

Confieso que, aunque en ningún momento cupiera la posibilidad de encontrar en su visionado sorpresa alguna, eran más fáciles los temores que me atenazaban al enfrentarme a BRUC. EL DESAFÍO (2010), segundo de los títulos del catalán Daniel Benmayor. Temores que basaba personalmente en una serie de trailers en los que se vislumbraba una actualización hispana de FIRST BLOOD (Acorralado, 1982. Ted Kotcheff), o un título que podría verse imbricado de las peores tendencias del cine de acción –atomización en su planificación, escaso estudio de personajes- existentes en el cine de nuestros días. Por otro lado, uno no podía dejar de mostrar el interés por comprobar como se desenvolvía el joven Juan José Ballesta dentro del cine de acción, máxime cuando de trata de un actor que –guste más o menos-, nadie le puede negar está sabiendo cuidar su carrera como pocos intérpretes nacionales de nuestros días. Dicho esto, su resultado, sin ser memorable, sí que me ha parecido bastante más apreciable de lo que podría parecer, erigiéndose siempre bajo mi punto de vista como una atractiva propuesta de género que, al tiempo que sigue la novelización de unos hechos basados a partes iguales en un referente histórico y elementos de leyenda, de los cuales sin huir de ambos, si se distancia lo suficiente, sirviendo de simple base argumental para desarrollar un producto en el que la amenidad, el entramado de personajes, un adecuado ritmo narrativo –también algunos ecos televisivos-, y el acierto de una ajustada duración, nos permite disfrutar de una propuesta de aventuras que es poco probable que perdure en la retina del espectador, pero que al menos lo toma en serio, brindándole un espectáculo ameno y que en sus mejores momentos bebe de las fuentes del mejor cine de aventuras.

La base que plantea BRUC es sencilla, iniciándose tras la hazaña lograda por el joven carbonero ­­­­Juan (un Ballesta que cada día se va consolidando más en el imparable empuje de su carrera), quien con un humilde tambor, utilizado en el fondo de un valle, logró vencer mediante un curioso ardid por vez primera a las tropas napoleónicas. Es por ello que el emperador encargará de formas expresa a uno de sus más eficaces subalternos –Maraval (un Vincent Pérez que ratifica la madurez de alguien que desde su época de galán ya demostraba ser un estupendo intérprete)-; capturar al joven carbonero y cortarle la cabeza, para lograr con ello neutralizar ese enardecimiento que entre la población de los valles catalanes ha provocado la inesperada derrota napoleónica. A partir de esa sencilla premisa, en realidad el discurrir del film de Benmayor se encierra en un abstracto juego del gato y el ratón, una especie de actualización de la célebre historia de Richard Connell  “Las cacerías del Conde Zaroff”, en donde el personal que se encuentra el servicio de Maraval, iniciará no solo una búsqueda sin cuartel en torno al inesperado protagonista de dicha derrota –no dudarán para ello en sacrificar de forma cruel a toda su familia, y bombardear la población que coge el entorno del protagonista-, en una desesperada lucha que poco a poco irán perdiendo merced a la astucia del muchacho, y en un segundo término, al apoyo que este recibe por parte de unos habitantes que, en el fondo, ven en su figura al símbolo a la oposición de un imperialismo que no desean vivir en modo alguno. Rodada en unos escenarios naturales en líneas generales utilizados con notable acierto, la principal virtud que bajo mi punto de vista esgrime la película es la de –sin obviar nunca el marco sociopolítico en que su argumento queda inmerso- optar por el sendero de la abstracción, en la que detectamos tanto ecos del género de aventuras, como otros provenientes del western. En realidad, el –siempre atractivo- meollo de la película, reside en esa lucha de David contra Goliat que parece definirse en la cruel lucha dirigida por Maraval, contra las que siempre podrá zafarse un adolescente protagonista que se mueve como pez en el agua en la frondosidad del bosque de los alrededores de Montserrat.

Pero unido a ese aspecto atractivo que marca la fluidez de una película, que solo en contadas ocasiones –la pesadilla del protagonista- deja paso a ciertos efectismos visuales innecesarios-, a la fisicidad que envuelve todo su desarrollo, a un diseño de producción sobrio y creíble, hay algo que me parece de especial atractivo en BRUC, y ello no es otro que el tratamiento que se ofrece la figura de Maraval. Lejos de hacer de él un villano sin matiz psicológico alguno, su perfil está lleno de matices e incluso se vislumbra en su interior –ayudado por la espléndida composición de Pérez- unos destellos de humanidad o, al menos, de cierta comprensión de lo que representa ese oponente al que ha dedicado todo sus esfuerzos y que, en un momento de humana debilidad propiciarán su sacrificio, cuando estaba a punto de lograr su objetivo. No se puede decir que el resto de roles secundarios adquieran el mismo peso específico, pero sí mantienen la suficiente caracterización y presencia física que los convierte en creíbles complementos. Del mismo modo, me gustaría destacar el empeño de la película por huir en la mostración de secuencias de especial crueldad, mediante el hábil uso de una elipsis que, inserta en instantes oportunos, evitan que lo que el espectador intuye en el off narrativo, se convierta en un elemento quizá obviado para ser asumido por públicos juveniles. Y es que, no lo olvidemos, la película –rodada y exhibida originariamente en catalán-, es otro de los títulos que están configurando la carrera de un joven intérprete, al que cada vez más le auguro un porvenir más que halagüeño. Con BRUC, Juan José Ballesta no solo demuestra su destreza en el cine de acción –especialmente en el tramo final del film-, sino que dota a su personaje de una notable sencillez y humanidad, e incluso –en su versión castellana- destaca en una dicción cuidada. Su capacidad para brindar un personaje que se ha convertido en un héroe a pesar suyo, su progresivo crecimiento, sobrevenido a partir de los ataques que sufre en su entorno familiar y su propia novia, supone uno de los atractivos de una película que de manera astuta podrá ser degustada con placer por todos aquellos que veneran el nacionalismo catalán, pero que un servidor aprecia por suponer un relato sencillo y sincero, rodado con una considerable dosis de clasicismo, que ha sabido sortear numerosas trampas narrativas inherentes al cine de acción de nuestros días, sabiendo potenciar exteriores y no caer en la trampa del esteticismo. Un film que va al grano del relato en que se centra, y que no pretende más que ofrecer un producto revestido de dignidad y profesionalidad artesanal. Algo que sería de desear tuvieran más en cuenta otros pretendidos “genios” del cine de nuestro país, y que Daniel Benmayor ha logrado con una sencillez a mi juicio digna de encomio.

Calificación: 2’5