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CINEMA DE PERRA GORDA

Desmond Davis

GIRL WITH GREEN EYES (1964, Desmond Davis)

GIRL WITH GREEN EYES (1964, Desmond Davis)

Cuando en 1964, la Woodfall Films que comandaba Tony Richardson, acomete la producción de GIRL WITH GREEN EYES, ya ha cosechado ese éxito mundial con TOM JONES (Idem, 1963. Tony Richardson) que, a la postre, fagocitará el devenir de un Free Cinema que ya daba ciertas muestras de agotamiento, para evolucionar en ese efímero Swinging London, de tan influyente como efímera presencia en el cine y la cultura mundial. Estoy convencido que la doble razón de ser de esta pequeña película, estuvo centrada por un lado en facilitar el debut de Desmond Davis, hasta entonces destacado técnico -había participado en la mencionada TOM JONES-, que con posterioridad se extendería en una no muy extensa e irregular andadura como tal, de la que su título más conocido será la fantástica CLASH OF THE TITANS (Furia de titanes, 1981), la última producción en la que participó el mítico Ray Harryhausen. De otro lado, es evidente que desde los propios títulos de crédito, su existencia se ofrece como un claro vehículo para la excelente actriz Rita Tushingham, verdadera musa femenina del Free que, en 1961, alcanzó su entronización, con su rol protagonista, en la magnifica adaptación de la dramaturga Shelagh Delaney; A TASTE OF HONEY (Un sabor a miel, 1961. Tony Richardson). La hondura de su mirada, su físico casi insignificante, y su actitud huidiza, fue con seguridad, algo que hechizó la gran pantalla, aunque en su entorno jamás se diera cita una estrella.

Con dichos mimbres, y adaptando una novela de Edna O’Brien, nos encontramos con el relato, sencillo e intimista, de la inesperada asunción de la madurez, por parte de la joven Kale Brady (Tushingman). Vive en Dublín, compartiendo pensión con una amiga más lanzada -Baba Brennan (Lynn Redgrave)-, y trabajando en una pequeña tienda. Ambas no dejan de asumir la rutina de la vida de la capital irlandesa en los primeros sesenta, dominada por un semblante sombrío. Todo se dirimirá en el contraste de caracteres de las dos amigas, hasta que para ellas haga acto de presencia el ya maduro Eugene Gaillard (Peter Finch). Aunque Baba intente flirtear con él, será Kale quien de manera inesperada tome la iniciativa, pidiéndole una cita. Dicha circunstancia, será el inicio de una relación de amistad, que muy pronto se transmutará en algo más profundo, sobre todo en esa muchacha, para quien el acercamiento con Gaillard, supondrá en definitiva su primera prueba de madurez. Pronto descubrirá su condición de escritor y su visión mundana de la vida, así como encontrarse casado y con una hija -ambas residen en Estados Unidos-. No será, sin embargo, impedimento para que la joven se vaya acercando a él de manera cada vez más entregada. Ni siquiera lo evitará, la férrea y brutal oposición de la familia de Kale, que llegarán a invadir y agredir al escritor, quien sin embargo asumirá este nuevo estadio de su vida con tanta distancia como sinceridad en su disfrute.

Y es que, a fin de cuentas, GIRL WITH GREEN EYES aparece como un pequeño relato de raíz existencial, en el que se transmite el proceso que culminará con la tristeza que conlleva la madurez. Todo ello, centrado en la figura de la sensible Kale, de quien como es obvio, Rita Tushingham, brinda una performance a su medida. Es más, la película asumirá no pocos de sus mejores momentos, en la sincera química que se establecerá entre la joven y un espléndido Peter Finch. En sus reposados encuentros, en sus conversaciones -montadas enlazando sus diálogos, muy al modo de la época-, se logrará transmitir al espectador esa sensación de intimidad, de experiencia compartida, de lucidez al vivir y compartir una relación entre dos, en la que ambos se saben en todo momento sujetos y partícipes de una ensoñación.

Todo ello, tendrá como marco esa Dublín gris y tediosa, realzada en su tristeza a través de la excelente iluminación en blanco y negro de Manny Wynn, muy cercana en su textura, a las ofrecidas en las mejores muestras del Free. Y al mismo tiempo, un adecuado contraste en el fondo sonoro ofrecido por el gran John Addison, capaz de puntear con su novedoso sentido de la banda sonora, los altibajos emocionales de la historia que ilustra. Será este, un recorrido que adquirirá en sus mejores momentos un cierto aire existencial, en donde incluso el eco de Joyce se encontrará presente, al describir una extraña historia de amor que todos, incluso sus dos personajes, saben que va a ser efímera, pero que no por ello renuncian a vivirla.

Así pues, la cámara de Davis se antojará muy deudora de las formas visuales habituales en aquel tiempo -lo cual no censuro, simplemente constato-. Lo que sucede, es que estas funcionan cuando el discurrir del relato se caracteriza por su serenidad, y chirría en esos otros instantes donde la película se inserta -con brevedad- por senderos dramáticos o cómicos. Esa irregularidad tonal, al tiempo que una cierta sensación dejà vú, es la que impide que su conjunto alcance un superior alcance. En cualquier caso, si más no, GIRL WITH GREEN EYES no deja de aparecer como un apreciable relato intimista que, justo es reconocerlo, eleva su voltaje en los minutos finales. Estos expresarán la inflexión mercada en esa relación poco convencional, que han vivido sin embargo con tanta distancia como plenitud, estos dos seres solitarios. Será en esos instantes dominados por la melancolía, con el retorno a la racionalidad -o quizá a una cobardía existencial-, por parte de ese escritor que vivía aislado del mundo, retornando a USA y dando una oportunidad a su mujer y su hija. Más amarga será la decepción vivida por Kale, aunque ello aparezca finalmente como la necesaria prueba amarga que le haga emerger a la madurez, viajando hasta Londres, donde en los últimos instantes confesará empezar a vivir. Agridulce conclusión, que Davis prolongará indirectamente en tono de comedia musical Swinging con SMASHING TIME (Tiempo de locura, 1967), que nunca he podido visionar, pero cuyas referencias no son precisamente alentadoras.

Calificación: 2’5