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CINEMA DE PERRA GORDA

Edward Sedgwick

SPRING FEVER (1927, Edward Sedgwick) Flor de primavera

SPRING FEVER (1927, Edward Sedgwick) Flor de primavera

Es cierto que siguen restando por ser devueltos a su justa valorización, numerosas obras y personalidades, que en su momento dieron gloria al primer gran periodo del cine; el silente. Sorteando las numerosas pérdidas de títulos, es cierto que, con el paso del tiempo, van recuperando su actualidad películas, realizadores, técnicos e intérpretes. Uno de ellos, de inmensa popularidad en las postrimerías del cine mudo, fue William Haines, una de las estrellas más populares de la Metro Goldwyn Mayer de los años 20, pese a que, en nuestros días, su figura se encuentre tristemente olvidada. En ello, contribuyó, por un lado, la rebeldía que asumió al no esconder su homosexualidad y, por otro, el hecho que ninguna de las películas que protagonizó, haya alcanzado el aura de los títulos más relevantes de aquel tiempo. No quiere esto decir que, entre su filmografía, no se encuentre una comedia tan excelente, al tiempo que sincero homenaje al burlesco norteamericano, como es SHOW PEOPLE (Espejismos, 1928. King Vidor). Fue el punto más alto, en el aporte de una serie de comedias, que insertaban un contrapunto melodramático, en las que Haines reiteraba una imagen tan arrogante como divertida, tan juvenil como sensible, tan atractivo e irresistible, como provisto de una extraordinaria vis cómica, tan cercana al mundo del splastick estadounidense. Casi podría decirse, que en la figura de William Haines, se plasmó el nunca reconocido puente, entre las estrellas del género, establecida en la figura de Harold Lloyd, y los jóvenes galanes de aquel tiempo, que podría representar el ‘borzaguiano’ Charles Farrell.

Hasta la fecha, he podido recuperar algunas de las películas protagonizadas por Haines. Todas ellas se centran en la colisión de su personaje, cuando pretende introducirse en un ámbito que colme sus deseos, en el cual se producirá un proceso de transformación y afianzamiento y evolución en su personalidad. Más allá de las extraordinarias cualidades del antes señalado film de Vidor, no dudo en destacar SPRING FEVER (Flor de primavera, 1927), de entre los no demasiados títulos protagonizados con Haines que he llegado a contemplar. Dirigido por Edward Sedgwick, artífice de otros de los exponentes de la filmografía del intérprete -WEST POINT (El cadete de West Point, 1927)-, dirigiendo también en aquellos años a Buster Keaton en diversas producciones, entre ellos, en la inolvidable THE CAMERAMAN (El cameraman, 1928). SPRING FEVER aparece, de entrada, como una mirada más o menos satírica, en torno al consumismo de esos ‘felices años 20’, que muy pronto se iban a truncar, con el inesperado crack del 29. La película, centra esa mirada al mundo ocioso, casi salido de la pluma de Scott Fitzgerald, de las clases altas, que intentan sublimar el tiempo libre, practicando su deporte de moda; el golf. Junto a ellos, aparece el joven y atrevido Jack Kelly (Haines). Este sobrelleva su trabajo como hombre de envíos de una fábrica, especializándose en una disciplina, en la que se consolidará como un virtuoso, contrastando con la ligereza con la que lo practican los representantes de clases adineradas. Aunque esta pasión le lleve a llegar tarde a su trabajo, y su altanería le lleve a estar a punto de perder el mismo, una paradoja del destino le hará ser impulsado, precisamente, por la pasión que el dueño de la fábrica -Mr. Waters (George Fawcett)-, mantiene en torno a la  pasión por el golf, deporte en el que se empeña en convertirse en un especialista.

Waters llevará a Kelly a competir en un trofeo, alternando allí con hombres y mujeres de clases adineradas, donde este pronto destacará por su arrolladora personalidad, y el apoyo implícito que le brindará el viejo millonario, que no dejará a anunciar al muchacho, como su sobrino. Así pues, en el contexto de un contexto frívolo y superficial, Kelly pronto llamará la atención del público femenino. Sin embargo, de inmediato canalizará su sincero interés en Allie Monte (una jovencísima y vitalista Joan Crawford), una joven de adinerada familia, a la que no se atreverá a declararse, consciente de su condición proletaria, que ha escondido bajo una falsa apariencia de frívolo playboy. Su sorpresa será mayúscula, cuando conozca en un alarde de sinceridad por parte de esta, que su padre se ha arruinado, por lo que no le queda más salida que casarse por dinero. En medio de esa inesperada situación, y sin reconocer Kelly la realidad de su condición social, sí que logrará por parte de esta, que renuncie al compromiso de boda que ya había albergado, huyendo con la persona que ama, e incluso casándose con ella, aunque pronto se plantee la enorme complejidad de un matrimonio, en el que ella piensa que Jack aparece como un joven adinerado, y él conoce la carencia de medio de ambos… o quizá no sea así?

Si anteriormente he señalado mi especial valoración de esta SPRING FEVER, por encima de otros títulos protagonizados por Haines que he podido contemplar, considero que se debe a la presencia de un mayor equilibrio en la evolución que plantea la entraña de la película, que por cierto se inicia de manera muy ingeniosa, describiendo la fiebre por el golf que plantean los ociosos representantes de la clase alta californiana, introduciéndonos en la figura del torpe, adinerado y veterano Waters. Un curioso preámbulo, tras el cual aparecerá, arrollador, Jack Kelly. Sedgwick potenciará con una planificación más dinámica su personalidad, como en esos travellings frontales de retroceso, que describirán su discurrir en la fábrica de Kelly, mientras se burla de este a sus espaldas -en un alarde de dominio de la pantomima-, viviendo en un momento casi inverosímil, y cuando se encontraba al borde del despido, bajo el manto protector de un hombre acomodado, empeñado en lograr su reconocimiento como aficionado de este deporte. En una secuencia anterior, Kelly ya había llamado la atención de Allie, con la que se encontrará una vez este viaje junto a su mentor, en esa competición, llena de ociosos, acaudalados y superficiales personajes.

En definitiva, el film de Sedgwick plantea, bajo su manto de comedia al servicio del indudable talento y la frescura de su estrella, una llamada a la autenticidad. Quizá el ámbito del mundo del golf y, sobre todo, la modesta condición social del protagonista, permitirá que nos encontremos con un auténtico alegato, ante todo, de la autenticidad de la persona, por encima de condicionamientos sociales. Y es que si bien, en su primera mitad, destacará el predominio en la comedia en sus imágenes, poco a poco su ajustado metraje, irá incardinándose con nobleza en el ámbito del melodrama, en ocasiones lindando con lo conmovedor. Es algo que patentizarán las escasas ocasiones en las que Kelly interactuará con su padre, un modesto obrero de la fábrica en la que él también trabajaba, llegando en un momento dado, a rogarle que se mantenga oculto, cuando este acude a celebrar con su hijo, el trofeo de golf que ha obtenido. Será en ese contexto, cuando se planteará el punto sin retorno en torno a la real condición obrera de Kelly, expresada admirablemente en un primer plano sostenido de Haines -en mi opinión, el mejor momento de la película-, donde este revela tanto su versatilidad, con su sensibilidad como intérprete.

SPRING FEVER, destacará igualmente por la frescura con la que se describe el afianzamiento del talento natural del protagonista en el mundo del golf -de nuevo, travellings frontales de retroceso realzarán su actuación en el campo-, no dejando de esbozar la relación de este con Alli, divertidos momentos de comedia, como en ese jugueteo fálico, en torno al palo de golf de este, del cual se encuentra la muchacha prendado, o en la secuencia posterior, en la que Kelly la cortejará desde la ventana de su habituación, en plena noche.

El relato, cobrará un interesante giro, en el episodio que describe la primera noche del nuevo matrimonio, en donde emergerá un divertido juego de equívocos, que en el último momento sabremos está establecido por ambas partes. Serán unos instantes en los que primará en la relación entre ambos, una cierta aura realista que, por momentos, los emparentará con la pareja protagonista de la coetánea y mayestática THE CROWD (… Y el mundo marcha, 1928. King Vidor), definiéndose como el momento de la verdad entre ambos y, sobre todo, el inicio de la redención del protagonista, mediante el esfuerzo brindado a su vocación en dicho deporte. Es decir, a reivindicar la dignidad de su persona, y el orgullo tanto de su esposa, de su padre, y de ese tío ficticio que, finalmente, dejará huella en su afecto.

Calificación: 3