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CINEMA DE PERRA GORDA

John Cassavetes

GLORIA (1980, John Cassavetes) Gloria

GLORIA (1980, John Cassavetes) Gloria

Cuando ya he tenido ocasión de visionar prácticamente la mitad de su filmografía como realizador –estando entre ellos buena parte de sus obras más célebres-, la verdad es que me uno a quienes califican a John Cassavetes como uno de los realizadores más personales e inclasificables que emergieron en el cine norteamericano con la llegada de la década de los sesenta. Su estilo nervioso, su narrativa llena de fuerza y a contracorriente de cualquier estilo imperante, sin duda ha servido como eje de referencia de posteriores directores surgidos en décadas posteriores. En cualquier caso esa propia singularidad e intermitencia de Cassavetes –por lo menos a tenor de la parte de su obra que he podido contemplar- si bien le ha proporcionado un notable nivel, no es menos cierto que ha propiciado irregularidades en sus obras –generalmente demasiado extensas en duración y caracterizadas por su vaivenes dramáticos-. En cualquier caso esa espontaneidad y singularidad es la que finalmente permite que su figura emerja como un referente especialmente recordado por numerosos amantes del cine.

GLORIA (1980) es una de las últimas películas de Cassavetes, rodada en un periodo en el que su figura parecía parte del pasado y aún no había logrado la rehabilitación de su obra prácticamente tras su muerte en 1989. Quizá por ello en el momento de su estreno sufrió una relativa incomprensión al ser considerada por los admiradores del realizador como un “film comercial” y por los seguidores del “thriller” como una rareza digna de no demasiada consideración. En cualquier caso el paso del tiempo ha proporcionado a la película una especial consideración, que creo están centrados en dos factores que logran dotarla de personalidad, interés y fuerza. Estos no son otros que el extraordinario protagonismo que tiene esa mirada que el director ofrece a la parte menos glamourosa de la ciudad de Nueva York y, por supuesto, la personalidad que el personaje de Gloria (Gena Rowlands) impregna todos los fotogramas del film. Gloria es la antigua amante de un mafioso que ha conseguido con el paso del tiempo hacerse con algunos ahorros y una relativa estabilidad en su vida de cara a asumir con dignidad su cercana vejez. Ella es vecina de Jack Dawn (Buck Henry), un contable de la mafia que ha “cantado” ante el FBI. Por ello unos matones se disponen a eliminarlo junto a su familia, y este, ante la cercanía de este final, decide entregar a su hijo más pequeño –Phil (John Adames)- a Gloria, entregándole el libro de contabilidad que detecta las mencionadas irregularidades y que puede, en un determinado momento, salvar de la muerte al niño.

La previsible relación entre Gloria y Phil, el pequeño puertorriqueño, no puede ir peor. Pese a que ella muy pronto se da cuenta de la implicación que en su propia vida puede suponer proteger al niño este se comporta demostrando su baja extracción cultural. En cualquier caso, el discurrir de la película discurrirá en esa lucha de la veterana Gloria en su afán de protección de un pequeño que poco a poco sucumbirá ante el cariño que esta le prodiga, y que en un momento dado le llevará a revelarse ante el entorno de mafiosos en que incluso ella en el pasado estuvo relacionada –es magnífica la secuencia en la que se reencuentra con el veterano y aparentemente apacible antiguo gangster que en el pasado fue su protector-.

Esa es realmente la sencilla base argumental sobre la que se sostiene esta generalmente brillante GLORIA. Una película que se inicia con unas magníficas vistas aéreas y planos generales de la ciudad de Nueva York, que a fin y a la postre se convertirán en el personaje más importante de la cinta. Mas allá de sus intrínsecas cualidades el film de Cassavetes ofrece un retrato casi implacable de los bajos fondos de la mitificada ciudad. Muchedumbres, rincones en donde las minorías se reúnen, torres pobladas por mugrientos apartamentos, lugares en donde la presencia de gangsters y matones casi es moneda corriente –ofreciendo en su conjunto una sensación de lugar opresivo del que es casi imposible huir-. En ese ambiente el que se ejecute una matanza –como la que casi abre la película-, el que la protagonista abata con sus disparos a los cuatro matones que ocupan un coche o el que se produzcan persecuciones y situaciones extremas varias, parece no alterar la normalidad y la rutina de unos habitantes que parecen convivir con normalidad con todo tipo de delitos. Sin duda cineastas como Scorsese o el más cercano Spike Lee tuvieron en Cassavetes su referente más valioso a la hora de tomar como base esa otra mirada a los rincones más oscuros de la ciudad de la gran manzana.

Como antes señalaba, el otro gran aliciente de la película es el propio personaje protagonista, del que la gran Gena Rowlands ofrece una labor llena de hondura, dureza –esa mirada felina que lanza casi a cada momento- y humanidad. Es evidente que su esposo creó el mismo pensando en las posibilidades dramáticas de la Rowlands, pero no es menos cierto que de la mano de la veterana actriz logramos introducirnos con la complejidad de su personalidad, sus debilidades y el peso de un pasado que le ha ido granjeando un fuerte carácter, y que tiene en la posibilidad de salvar de una muerte segura al pequeño Philun auténtico reto personal. Y en esa odisea urbana, en la que la abstracción de presencia de gangsters, mafiosos y asesinos por todos los rincones es moneda corriente, en la que la cámara de Cassavetes mira con absoluta naturalidad los asesinatos que se van cometiendo –la mayor parte de la mano de Gloria- es donde la poesía urbana de Cassavetes emerge con notable fuerza a lo largo de una película que, pese a todo, tiene ciertas limitaciones que es justo señalar.

La primera de ellas es la propia elección del pequeño John Adames para encarnar a Phil, el niño portorriqueño que se salva de una muerte segura. Pocas veces se ha visto un pequeño que actúe peor –de hecho se llevó un premio “Razzia” aquel año y nunca volvió al mundo del cine-. Al mismo tiempo, hay instantes en la película en los que parece que ciertas incidencias estén puestas ahí para prolongar los momentos de tensión de la misma. Finalmente, cierto es que la secuencia final poco tiene de creíble y satisfactorio al espectador. Quizá una formulación más abstracta o ambigua le hubiera conferido una proyección más adecuada. Pese a todos estos reparos, algo por otra parte bastante habituales en el cine de Cassavetes, GLORIA no solo se sigue sosteniendo sino que eleva su fuerza con el paso del tiempo. Me gustaría destacar finalmente la enorme compenetración que se establece en el estilo del realizador y su labor con Bill Conti para ofrecer una tan adecuada partitura, también libre e intensa en ocasiones, que sabe tener su presencia y acentuar los instantes más dramáticos.

Calificación: 3'5