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CINEMA DE PERRA GORDA

Kathryn Bigelow

STRANGE DAYS (1995, Kathryn Bigelow) Días extraños

STRANGE DAYS (1995, Kathryn Bigelow) Días extraños

A todos aquellos que conozcan el cine de la realizadora Kathryn Bigelow, hoy día prestigiada y escarizada por THE HURT LOCKER (En tierra hostil, 2008), quizá hayan dejado por alto una andadura previa, tan dispersa como irregular, inserta dentro del ámbito del mainstream, con un cine que transmitía cierta pátina publicitaria y estetizante, que quizá despistó a no pocos comentaristas –POINT BREAK (Le llaman Bodhi, 1991)-, pero que con el paso de los años, permitió una interesante consolidación, en títulos apreciables como K.19: THE WIDOWMAKER (Idem, 2002). Lo cierto es que STRANGE DAYS (Días extraños, 1995) entra dentro de dichas características, teniendo en cuenta que la andadura cinematográfica de la Bigelow no ha sido muy extensa con el paso del tiempo. Al hablar de esta película, me sucede algo singular, y que supongo que a todos nos habrá ocurrido en algún momento; encontrarnos con films ante los que formalmente reaccionarías con rechazo, pero que por alguna razón que no sabes explicar muy bien hay algo que te lo impide, valorando finalmente de forma mucho más positiva de lo que marcan tus esquemas su resultado. Esto es lo que me sucede con STRANGE DAYS, que en el momento de su estreno cosechó un notable revés de público y crítica especialmente en USA. A ello –y sin entrar a valorar cualidades y defectos-, creo que habría que citar como causa principal en dicho rechazo, el intento de lograr un lenguaje adulto y, sobre todo, una relativa complejidad de relaciones quizá poco habituales en una superproducción de estas características, al tiempo que la presencia de una tensa violencia en algunas de sus secuencias –las visualizaciones de las violaciones / asesinatos-, que quizá retrotrajera a un público poco dado a ese tipo de rasgos.

STRANGE DAYS se desarrolla entre el 30 y 31 de diciembre de 1999, con el aroma de la llegada del año 2000 –haber sobrepasado con mucho dicha fecha, resta encanto a esta formulación de la película-, en un Los Ángeles lleno de violencia, desasosiego y con un panorama futurista cercano en su iconografía a BLADE RUNNER (Idem, 1981. Ridley Scott). En este escenario nos encontramos con Leeny Nero (Ralph Fiennes) –todo un curioso precedente del rol encarnado por Jude Law en la extraordinaria A. I. ARTIFICIAL INTELLIGENCE (A. I. Inteligencia Artificial, 2001. Steven Spielberg)-, un narcisista al tiempo que simpático traficante de placeres virtuales que se ve envuelto en una complicada situación, al averiguar el cruel asesinato de una amiga suya. A partir de esta circunstancia se alía con Mace Mason (Angela Bassett), joven de fuerte carácter que ama a Nero sin ser correspondida. Ambos se ven envueltos en una serie de peripecias que ponen en peligro sus vidas, ya que al mismo tiempo son perseguidos por dos policías psicópatas –uno de ellos encarnado por el siempre excelente Vincent D’Onofrio-, al tiempo que seguirán la pista de un caso entroncado en su argumentación con el cine negro.

Seguramente más de uno pensará que se trata de poca base para una producción que se extiende en casi dos horas y media de metraje, y en cierto modo no les falta la razón. Y es que –conviene enumerar ya algunas de sus carencias o excesos-, a STRANGE DAYS le sobran al menos veinte minutos de duración. Se abusa en exceso de una estética deudora del video-clip –algo inherente al cine de la realizadora Kathryn Bigelow-. La parte final aparece dilatada en exceso, por más que logre en cierta medida sus objetivos emocionales. El villano final de la función resulta fácilmente adivinable, así como algunos personajes son realmente ridículos –pienso ahora en el ostentoso productor musical encarnado por Michael Wincott-. Por otra parte, existe un notable desequilibrio en la línea que realmente se pretende lograr en el film, que tiene su mayor punto de inflexión en el personaje protagonista –a lo que contribuye el miscasting en el trabajo interpretativo de Ralph Fiennes, admirable actor desde sus juventud, aunque inadecuado para encarnar a Nero, especialmente en su vertiente escorada a la comedia-. Es muy fácil, por otro lado, ver referencias cinematográficas en STRANGE DAYS. Desde el claro referente de BLADE RUNNER, hasta el de MAD MAX (Mad Max. Salvajes de autopista, 1979. George Miller) –en el primer caso los exteriores urbanos y el desasosiego y en el segundo su estética marcada en vestimentas de cuero, etc.-. En cualquier caso, sí me gustaría reseñar que en esta película podríamos encontrar una especie de puente con la exitosa y a mi juicio sobrevalorada THE MATRIX (Matrix, 1999. Wachowski Brothers). En este caso la apuesta de James Cameron –productor y coguionista- y la Bigelow no logró ese atronador éxito comercial y fue un injusto revés para una aportación dispersa en su conjunto, con un regusto final agridulce pero merecedora de una mayor consideración de la lograda.

¿Qué es lo que queda, fundamentalmente, en STRANGE DAYS. Pues a mi juicio más allá de sus referencias apocalípticas, o de la historia menos compleja de lo que parece, de visiones alternativas virtuales generadoras de placer en una sociedad dominada por la violencia y la alienación, lo más interesante es una doble historia de sentimientos no correspondidos entre dos personajes. Por una parte el de Lenny con la joven Faith (Juliette Lewis) y, fundamentalmente, el de Mace por el propio protagonista, que da lugar a los mejores momentos de la película –entre ellos sus instantes finales, envueltos en una tan esteticista como atractiva llegada del año 2000-, basados en esa interesada apreciación de amistad / amor, que Nero maneja con el personaje encarnado con su habitual garra por Angela Bassett. Quizá sea insuficiente para lograr hacer olvidar un  metraje demasiado hinchado o unas visiones virtuales escenificadas en exceso. Pero lo reitero, pese a sus numerosos defectos, las imágenes de la película llevan en su trabajo de montaje, producción y gestación un aura poco definible que permiten que finalmente su historia “cale” de alguna manera y permita ubicarla dentro del género muy por encima de títulos realizados en periodo paralelo como –por poner un ejemplo- el pretencioso y cargante TWELVE MONKEYS (12 monos, 1995) de Terry Gilliam, y haya que reivindicarla en una relativa medida.

Calificación: 2’5