Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

Nicholas Cage

SONNY (2002, Nicholas Cage) Sonny

SONNY (2002, Nicholas Cage) Sonny

Como tantos otros actores en el paso del tiempo, también el con frecuencia excesivo Nicolas Cage sintió la necesidad de probar sus armas como realizador cinematográfico –en los últimos años lo han hecho desde Matt Dillon hasta George Clooney-. Y hay que decir que para ese viaje no se necesitaban demasiadas alforjas, ya que su hasta ahora única película, pese a sus buenas intenciones, a su tono aparentemente intimista y a algunos elementos destacables, en su conjunto finalmente se derrumba en un mar de convencionalismos en absoluto trascendidos por una puesta en escena finalmente poco estimulante.

SONNY (2002) es una más de tantas y tantas bienintencionadas incursiones en el mundo de la prostitución masculina –generalmente tratadas en la pantalla con tan poco acierto-. En esta ocasión se nos cuenta una sencilla historia debida a la pluma de John Carlen, centrada en la figura del joven Sonny Philipps (James Franco). Sonny ha sido educado prácticamente desde su llegada a la adolescencia como gigoló de mujeres por su propia madre –Jewel (Brenda Brethyn)-. Esta ha sido toda su vida una madame centrada en la prostitución y su visión de la vida siempre ha estado ligada a la profesión, unido a un carácter de excesiva sobreprotección hacia su hijo, sobre el que se destila un soterrado carácter incestuoso. El muchacho por su parte ha estado tres años en el ejército y regresa a su casa en 1981, con la intención de iniciar una nueva vida que ofrezca el definitivo carpetazo a su antigua ocupación. Sin embargo, la influencia de su posesiva madre, la dificultad de reintegrarse en la sociedad y el atavismo de un pasado influirán en el joven, que solo tendrá un apoyo decidido en la persona de la joven Carol (estupenda Mena Survari), prostituta protegida de Jewel y en el veterano Henry Wade (Harry Dean Stanton), siempre situado a la sombra de la absorbente madre del muchacho.

A partir de ahí, SONNY deviene progresivamente en una reedición de aquella tan galardonada como tramposa MIDNIGHT COWBOY (Cowboy de medianoche, 1969. John Schlesinger) –con la que mantiene el guiño de la presencia de la hoy veterana Brenda Baccaro, que en esta ocasión encarna a una adinerada cliente de Sonny-. Afortunadamente, el título que nos ocupa no tiene el alcance moralizador de la cinta de Schlesinger, y se deja llevar por el desarrollo de una historia que en sí mismo no descubre nada, llena de convencionalismos y reiterativa –en el fondo no deja de ser más que una acumulación de peripecias del protagonista describiendo su desempeño en la profesión-.

El film de Cage se puede valorar en la ajustada ambientación realizada del New Orleans de 1981, en el aire cotidiano que desprende la descripción de una ciudad rutinaria y con aroma de “América profunda”, la ausencia de moralismo que caracteriza la mayor parte de su metraje, o el cariño que desprenden los personajes encarnados por los mencionados Mena Survari y, muy especialmente, un espléndido Harry Dean Stanton. Este encarna con gran ternura –es una de las mejores interpretaciones suyas que recuerdo- ese personaje siempre secundario pero que desde el primer momento tiene una especial relación con Sonny, y que en ningún momento renuncia a su forma de entender el mundo y la vida –hay una conversación con el protagonista realmente reveladora en este sentido, que quizá sea el mejor momento del film-.

Lamentablemente, la película de Nicolas Cage comienza a hacer aguas en su segunda mitad, cuando la endeblez de su propuesta dramática empieza a hacerse ostensible, con el recurso a secuencias que muestren el hastío del protagonista ante su retorno a la condición de gigoló –como aquella en la que realiza el numerito del policía, que finalmente le llega a provocar asco-, hasta llegar a ese lamentable “descenso a los infiernos” –cuando ha descubierto que su padre era Henry ¿es que alguien podía suponer lo contrario?-, de adentrarse en un club de prostitución masculina, -donde aparecerá el realizador-actor con una caracterización realmente ridícula, encarnando al homosexual propietario del mismo-, caracterizada por una planificación y desarrollo lamentable que nos retrotraen a los peores momentos de la mencionada MIDNIGHT COWBOY, y hasta llegar a una conclusión ambigua aunque tendente al pesimismo. Nada de ello contribuirá ya a levantar el nivel de una película herida de muerte.

Ni que decir tiene que a la hora de definir visualmente su película, Nicolas Cage recurre a ciertas formas visuales cercanas el cine del David Lynch, aunque lo cierto que con resultado bastante estéril. Pero lo que finalmente contribuye a lastrar el resultado final de esta pequeña e insustancial producción es la insufrible encarnación que del personaje protagonista realiza un enervante James Franco, empeñado en imitar los peores rictus, mohines, caídas de ojos, sobreactuaciones y amaneramientos de ese James Dean al que encarnó en un mediocrísimo telefilm y con el que muchos se han empeñado en comparar –supongo que el propio Franco está empeñado en esa lucha-, máxime cuando personalmente considero a Dean uno de los mitos más cuestionables del mundo de la interpretación cinematográfica.

Calificación: 1’5