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CINEMA DE PERRA GORDA

Pedro Lazaga

SABÍAN DEMASIADO (1962, Pedro Lazaga)

SABÍAN DEMASIADO (1962, Pedro Lazaga)

Es probable que debido al éxito de I SOLITI IGNOTI (Rufufú, 1958. Mario Monicelli), en nuestro cine -que siempre tuvo en el italiano una de sus fuentes de referencia- se iniciara y consolidara una corriente que podría establecerse es la muy simpática LOS TRAMPOSOS (1959, Pedro Lazaga), y que con sucesivas variaciones permitió la presencia de un subgénero de comedias que oscilaban entre los policiaco -incluso lo criminal- que en ocasiones partirían de obras teatrales preexistentes. Hablamos de títulos como MARIBEL Y LA EXTRAÑA FAMILIA (1960), USTED PUEDE SER UN ASESINO (1961) o ATRACO A LAS TRES (1962) -ambas realizadas por José Mª Forqué-. En medio de dicha corriente, aunque caracterizada por situarse en una telaraña de desconocimiento, se encuentra SABÍAN DEMASIADO (1962), en la que Lazaga recuperaba parte del espíritu de la señalada LOS TRAMPOSOS, al tiempo que el eco de la atmósfera de la italiana I SOLITI IGNOTI, y algunos de los títulos citados firmados por Forqué.

Envuelta en la contrastada iluminación en blanco y negro de Paco Sempere, y ayudada por el fondo sonoro de Anón García Abril, que acierta a delimitar tanto la vertiente romántica de la relación entre los personajes encarnados por Tony Leblanc y Conchita Velasco, como la atmósfera inquietante que pueden definir las secuencias cercanas a los intentos de asalto -aunque en todo momento se encuentre en ellos un matiz de comedia-, SABÍAN DEMASIADO parte de un guion de Miguel Martín y Luís de Diego -la parcela más endeble del relato- en el que se describe el ‘modus operandi’ de la banda de carteristas que encabeza Teodoro ‘El señorito’ (Leblanc) y que compone ‘El Palillos’ (José Luís López Vazquez), ‘El pianola’ (Jesús Colomer), ‘Camborio’ (Manolo Zarzo) y Rafael ‘El cajero’ (Isamel Merlo), quien ejercerá como administrador del grupo. También en él se encuentran otros tres componentes, encarnados por José Luís Ozores -‘El grillo’, Venancio Muro y Ángel Álvarez, quienes se escaparán del mando del primero, cuando este se ha planteado abandonar lo que considera una anacrónica y poco lucrativa andadura delictiva. Para ello, decidirá viajar hasta Estados Unidos, al objeto de ponerse en contacto con gangsters de la zona y, con ello, actualizar la manera de aumentar los beneficios del grupo. Dicho largo desplazamiento nos permitirá algunos planos documentales rodados por una segunda unidad, de diversos rincones conocidos de urbes norteamericanas, pero antes de este viaje, Teodoro habrá intentado adquirir nociones de inglés, lo que le permitirá relacionarse -y enamorarse- de Margarita (Velasco), una joven profesora. Este regresará a su entorno madrileño acompañado por el poco recomendable delincuente estadounidense Joe (José Truchado), y contando con los servicios de don Patrocinio (José Orjas), un mísero abogado, disponiéndose a poner en práctica el aprendizaje adquirido en USA. Será el momento en que intentará entrenar a sus hombres en unas nuevas prácticas, al tiempo que luchar contra la ofensiva que le practicará ‘El grillo’ y, en última instancia, intentar recuperar su relación con Margarita, que ha descubierto de manera inadvertida -unas cartas enviadas de manera equivocada- su condición de delincuente.

A partir de estas premisas, Pedro Lazaga domina con oficio tras la cámara -en donde incluso se presentarán eficaces zooms- una comedia que acusa una notable ausencia de ritmo, que alza el vuelo en su segunda mitad, y en la que se echa de menos esa capacidad crítica y transgresora de los mejores exponentes de la rica corriente del género. Nos encontramos ante una propuesta que busca una descripción de personajes más o menos pintorescos, pero a la que le cuesta encontrar su personalidad como tal exponente. Esa cierta incapacidad se solventará al producirse el regreso del líder de los delincuentes, a partir del cual encontraremos la relatividad efectividad de esta discreta comedia, que levantará el vuelo una vez se describan los infructuosos intentos de la banda de ‘El señorito’ por poner en práctica sus nuevos métodos. Serán las secuencias más divertidas de la película, con la inútil añagaza de López Vázquez por robar un fajo de billetes, de Tony Leblanc para asaltar un banco y encontrarse con un veterano e impresionable empleado, o en el regocijante secuestro de un adinerado y jubilado militar, encarnado por un impagable José Isbert, quien será retenido infructuosamente, pero que de manera inesperada les guiará en un inesperado -y finalmente, frustrado- asalto al banco que dirige su yerna. Sin embargo, uno no dudaría en destacar dentro de su conjunto la broma pesada que ‘El grillo’ brindará al personaje encarnado por Tony Leblanc, mientras intenta de manera infructuosa engañar a Margarita sobre su real personalidad y ocupación en una terraza, en donde el primero recibirá la ostentosa corona mortuoria que este salvaguardaba en su pequeña vivienda. La situación dará lugar a una serie de divertidas y fluidas situaciones, que culminarán en una casi surrealista ofrenda ante el monumento a Colón, en la que no faltará el saludo disciplinado de un guardia de tráfico, que da la medida de lo que pudo haber sido una comedia que se queda casi siempre a medio camino, debido sobre todo a la falta de gas de su base argumental. Y ello pese a contar con un magnífico reparto de secundarios, entre los que no podrá faltar el imprescindible Félix Fernández, encarnando a un envejecido guarda de banco, que clamará en los últimos instantes del fracasado asalto para que lo reduzcan y aten y, con ello, evitar ser cuestionado por la policía en la casi involuntaria complicidad establecida.

Calificación: 1’5