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CINEMA DE PERRA GORDA

Peter Lorre

DER VERLORENE (1951, Peter Lorre) [El hombre perdido]

DER VERLORENE (1951, Peter Lorre) [El hombre perdido]

Siempre me ha gustado visionar y escudriñar en el conjunto de ese inesperado ciclo de obra únicas que filmaron a lo largo del tiempo, importantes personalidades cinematográficas, sean estos actores, guionistas o técnicos de toda índole. Ni que decir tiene que el paso del tiempo en ocasiones ha permitido revalorizar lo que quizá en el momento de su estreno fue considerado un fracaso, y en ello tenemos referentes canónicos como THE NIGHT OF THE HUNTER (La noche del cazador, 1955. Charles Laughton) o, en menor medida, ONE-EYED JACKS (El rostro impenetrable, 1961. Marlon Brando). No tengo nada que objetar a dicha clasificación, aunque sí que existen títulos de extraordinarias calidades que no han logrado ese reconocimiento. Y con ello hablo de ejemplos como THE LOST MOMENT (Viviendo el Pasado, 1947. Martín Gabel), o de otro más cercano en el tiempo como fue CHARLIE BUBBLES (1968, Albert Finney), que merece ser considerado el testamento cinematográfico del Free  Cinema.

 

Pues bien, ahora nos encontramos con el análisis de DER VERLORENE (1951, Peter Lorre) –jamás exhibida en nuestro país ni siquiera en pase televisivo alguno, y que ha sido editada en DVD con el título EL HOMBRE PERDIDO-, que nos permite encontrarnos ante una película maldita, en el momento de su estreno merecedora de un enorme e inmerecido fracaso, que impidió que Lorre pudiera proseguir su andadura como realizador. Conviene decir de antemano que esa circunstancia fue una lastima, en la medida que nos encontramos con un resultado que, pese a sus desequilibrios e irregularidades, no solo lleva aparejado una dosis considerable de buen cine. Aún por encima de este rasgo generalmente negado, muestra en sus imágenes, en su misma propuesta argumental, un desusado alcance sombrío e incluso necrofílico, fruto de una propuesta personal, arriesgada y a contracorriente, quizá trasunto de la propia personalidad artística de su realizador y protagonista.

 

La película se inicia de forma casi mortuoria. En medio de un húmedo y oscuro paraje rural dominado por unas composiciones visuales dominadas por la abstracción, discurre el envejecido dr. Karl Neumeister (Lorre). Se trata de un hombre que se dedica a curar a repatriados de la II Guerra Mundial, a los que atiende con dedicación y entrega. Sin embargo, una visita llevará a nuestro protagonista a turbar su aparente paz cotidiana. Se trata del reencuentro con Hösch (Karl John). Este le traerá el recuerdo de una época aciaga de su vida, remontándose al año 1943, cuando trabajaba como investigador para el gobierno alemán. El recuerdo de aquellos tiempos traerá a Neumeister –entonces dr. Rothe-, la terrible circunstancia de saber que su mujer ha transferido información a los aliados, lo que le motivará matarla. Pero con ser terrible ese indeseado recuerdo, no supondrá más que el inicio de una escalada criminal que hasta entonces jamás se había manifestado en su personalidad. Será algo que intente con una prostituta –que intuyendo el rasco maníaco de este, podrá evitar ser una víctima más-, pero que culminará con una viajera de tren, a la que asesinará en pleno trayecto, después de que esta se le haya insinuado. Poco después, Rothe descubrirá casualmente una conspiración contra Hitler, que también de forma casual contribuirá a apaciguar, lo que le proporcionará una determinada benevolencia por parte de las autoridades nazis –que anteriormente habían ocultado el asesinato de su esposa simulando que este fue un suicidio-. De todos modos, el panorama observado por nuestro protagonista le llevará a simular su muerte y ocultarse de la barbarie nazi… hasta que pasados los años el retorno de Hösch le obligue a enfrentarse a su pasado y, sobre todo, a la irrenunciable realidad de entender que su pertenencia en el mundo es algo que un día perdió, y de alguna manera ha de normalizar definitivamente.

 

DER VERLORENE es, como antes señalaba, una película desigual, pero irresistiblemente atractiva. Creo que sus principales limitaciones se centran en la ausencia de coherencia que se establece en la manera en la que se integra el relato en presente y pasado, insertando una serie de flash-backs en medio de la evocación de los dos viejos conocidos, que personalmente creo no se articulan siempre de la manera más adecuada, llegando en ocasiones a chirriar o no alcanzando la necesaria eficacia. Sin embargo, y aún teniendo presente esta circunstancia, la propuesta demuestra bien a las claras que Peter Lorre sabía de cine, tenía una concepción visual muy adecuada,  y supo trasladar a la pantalla un estado de ánimo que oscila entre lo cotidiano, lo malsano, lo mortuorio y lo sombrío. No me cabe duda que el conocido intérprete aprendió de sus experiencias de rodaje con nombres como Hitchcock y, sobre todo, un Fritz Lang, cuya huella en esta película es evidente. Una huella que sería muy fácil de asimilar se encuentra presente en los ecos de su personaje que nos transmite de su célebre rol en M (M, el vampiro de Düsseldorf, 1931. Fritz Lang), pero que a mi juicio se muestra más efectiva en la manera con la que filma esos exteriores neblinosos y oscuros, como sabe aprovechar la profundidad de campo, combinar los elementos dramáticos en la narración, como con un único primer plano logra sembrar una profunda tristeza –ese instante de la madre de su esposa cuando asiste al entierro de su hija-, la tensión que llega a alcanzar en la secuencia en la que intenta asesinar a una prostituta en las escaleras de un edificio angosto, o la manera con la que elípticamente resuelve los asesinatos –sobreponiendo su espalda, que funde en negro en ambos casos-. La abundancia de estos detalles y aciertos de realización, convierten el film de Lorre –que parte de una historia novelada por el propio intérprete- en un auténtico cántico existencial que parece por momentos un exponente tardío de dos corrientes tan aparentemente opuestas cinematográficamente, como el expresionismo y el neorrealismo. Se trata de una película que finaliza de manera un tanto abrupta, pero con una lógica casi abrumadora, y en la que ese hombre que en el pasado llevó la muerte en su mirada, que convivió en el entorno de un régimen atroz, y que de alguna manera pidió permiso a la muerte para seguir con vida, finalmente reconoce con su voluntaria inmolación el devenir de un destino al que quiso esquivar en el pasado.

 

Con todas sus relativas imperfecciones, es muy triste que una película del caudal de sugerencias y sensaciones de DER VERLORENE fuera tna mal recibida en su momento. No solo nos privó haber contemplado más películas dirigidas por Lorre –es algo similar a lo que le sucedió a Charles Laughton con la mencionada THE NIGHT OF THE HUNTER-, sino que incluso este fracaso fue un elemento más de amargura en la personalidad de este artista sensible y singular, que un día se decidió a mostrarnos sus dotes como realizador.

 

Calificación: 3