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CINEMA DE PERRA GORDA

Wallace Worsley

THE ACE OF HEARTS (1921, Wallace Worsley)

THE ACE OF HEARTS (1921, Wallace Worsley)

Si tuviera que extraer algún título dentro de la mitología del cine silente que considere especialmente sobrevalorado, vendría en primer lugar a mi mente la versión de la novela de Victor Hugo THE HUNCHBACK OF NOTRE DAME (El jorobado de Notre Dame, 1923), firmada por Wallace Worsley –al parece junto a un no acreditado y jovencísimo William Wyler-. No por ello voy a señalar que se tratara de un mal film, pero al verla atisbé una ausencia de densidad en esa espectacularidad al servicio de la figura de Lon Chaney, que ya habían manifestado títulos imborrables y previos como INTOLERANCE: LOVE’S STRUGGLE THORUGHOUT THE AGES (Intolerancia 1916. David W. Griffith), quedando incluso esta versión por debajo de la sonora y muy interesante firmada en 1939 por William Dieterle. Dicho esto, de alguna manera el posible interés de la importancia de su firmante –Wallace Worsley (1878 – 1944)-, realizador de cerca de treinta títulos en la década comprendida entre 1918 y 1928, no me brindaba un especial atractivo, más que el de comprobar que se trataba de un correcto y funcional asalariado, capaz de llevar a buen puerto un proyecto faraónico, sin dejar en él la intensidad y fuerza necesaria. De alguna manera, y bastantes años después de haber contemplado aquel célebre título, esta impresión se me reafirma al acceder a la previa THE ACE OF HEARTS (1921), con la que Worsley se introduce en un ámbito bastante más intimista, aunque no por ello obvie aspectos un tanto bizarros, y de nuevo –aunque de manera menos intensa-, se brinde su personaje más perfilado en la figura de un Lon Chaney todavía no marcado en la personalidad que poco tiempo después marcaría su mitología, pero del que ya se atisbaba la intensidad de su singular estilo.

Dicho esto, y dentro de la modestia del relato, THE ACE OF HEARTS se erige como un nada desdeñable drama, en el que el componente oscuro que por aquellos años ya iba perfilando Tod Browning en su cine, se encuentra más matizado e incluso se inserta en unos senderos de vertiente romántica, aunque su punto de partida sea bastante inusual, insertándose en el seno de una sociedad secreta –una logia-, cuyos miembros se reúnen en una sede y acceden a la misma mediante unos toques a la puerta en clave. En la misma se plantea la necesidad de eliminar a un individuo caracterizado por su mezquindad, debatiéndose mediante un juego de cartas, cual de los componentes de la logia ha de asumir la responsabilidad del asesinato –mediante un artilugio explosivo-. Será quien saque el as de corazones –el título original del film-, quien se encargue de cometer un crimen que para ellos no es más que una misión necesaria. A la hora de ofrecer el reparto de las cartas con los componentes dispuestos sobre una mesa, Worsley no dudará en insertar unas tomas desde el techo, otorgando de una especial sensación de dinamismo y tensión en el conjunto de la extraña sociedad. Pero junto al cumplimiento de la misión, en el film de Worsley se superpone el triangulo amoroso establecido entre tres de sus componentes. El vértice femenino lo formará Lilith (Leatrice Joy), por la que se disputarán su amor el joven Forrest (John Bowers) y por otro el más veterano y menos agraciado físicamente Farrallone (Lon Chaney). Aunque entre ellos se mantenga una infranqueable sentimiento de amistad, será el destino el que elija como autor del crimen a Forrest. A partir de ese momento, el fanatismo que hasta entonces había caracterizado a Lilith se pondrá en evidencia, mientras por otro lado Farrallone –siempre esperando la oportunidad para demostrar su amor a esta- sufra con sinceridad la situación planteada, insertándose en su personaje una interesante dualidad que Chaney sabe expresar de manera notable.

A partir de esta sencilla premisa, en pocas horas Lilith y Forrest se replantearán todo lo que para ellos era un auténtico dogma de fe –su sumisión a las normas de la sociedad secreta de la que formaban parte-, planteándose en escapar e incluso huir para romper con todo lo que les ata. Sin embargo, el sentido del deber llevará al joven a intentar cumplir con el cometido que le ha marcado su destino. Y será cuando en el restaurante donde ejerce como camarero y va a instalar el artefacto que eliminará al sujeto elegido, donde se produzca una hermoso episodio entre dos jóvenes amantes –sentados junto al lugar donde se iba a producir la explosión, y que de seguro se hubieran convertido en víctimas colaterales, harán desistir al muchacho de cumplir el criminal encargo, decidiendo comunicarlo a los componentes de la sociedad, quienes lo dejarán salir de su sede, sabiendo que se encuentra condenado a muerte. Todo este proceso será contemplado con dolorosa distancia por parte de Farrallone, quien en última instancia decidirá ofrecer a ese amor no correspondido la prueba suprema de su amor; su propia vida.

Caraerizada por una duración que apenas se excede de los setenta minutos, THE ACE OF HEARTS se divide en pequeños capítulos, y queda caracterizada por la sencillez y eficacia de su trazado, aunque en pocas ocasiones podamos atisbar de la mano de Worlsley elementos que nos puedan comparar las posibilidades que por aquellos años ya demostraba Browning en sus títulos coetáneos. Sí que es cierto que la narración desarrollada en interiores –predominante-, se caracteriza por su eficacia y al mismo tiempo la carencia de una mayor intensidad. Sin embargo, en las desarrolladas en exteriores el film cobrará una extraña vivacidad. Es la que manifestarán esos instantes en los que se contempla el viento azotando las calles y, sobre todo, la llegada de una intensa lluvia, que sufrirá en sus propias carnes el personaje encarnado por Chaney, apostado fuera de la vivienda de Lilith –mientras los dos jóvenes se replantean lo que para ellos había constituido el eje de sus vidas-. Serán momentos en los que se apreciará una garra cinematográfica, encontrándose el curioso apunte de intuir en ellas quizá alguna referencia para que más de tres décadas fuera retomada por Charles Laughton en THE NIGHT OF THE HUNTER (La noche del cazador, 1955), o  plenos años setenta por William Friedkin en THE EXORCIST (El exorcista, 1973) –me refiero al plano general nocturno, solo iluminado con una farola, en el que la silueta de Chaney de espaldas al espectador, intenta atisbar lo que sucede en el interior de la vivienda en donde se encuentran la mujer que ama y el fiel amigo al que admira-.

Solo quedará en esta sincrética película un fragmento posterior. Esos minutos finales, en los que Farrallane decidirá él mismo sacrificar su vida eliminando esa sociedad secreta en la que todos formaban parte, pero que en realidad buscaba algo que en nada tenía en cuenta el amor. En medio de la reunión en la que se tenía que decidir la ejecución del joven traidor –para ellos-, este hará estallar el artefacto previsto para la víctima que se había puesto en litigio, haciendo saltar por completo el edificio, en donde la policía encontrará un brazo –el del personaje de Chaney, en una bellísima imagen, aunque no lo suficientemente valorizada en pantalla-, sosteniendo ese as de corazones que, en el fondo decidió en un momento dado, la resolución de un triángulo que tenía que concluir con la eliminación del vértice más lúcido de su imposibilidad de vivir el amor de alguien a quien adora.

THE ACE OF HEARTS es una muestra más de títulos apreciables, atractivos y al mismo tiempo dominados por un cierto maniqueísmo, pero que sin embargo mantienen vigentes una innegable convicción, que ha logrado mantener viva nueve décadas después de su realización, al tiempo que sirve para los seguidores de ese personalísimo actor que fue Lon Chaney, los primeros pasos de un estilo interpretativo que poco después iría acrecentando en desgarro, capacidad para la transformación, y clara apuesta por un fatalismo físico y moral.

Calificación: 2’5