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CINEMA DE PERRA GORDA

William Beaudine

GHOSTS ON THE LOOSE (1943, William Beaudine) La casa encantada

GHOSTS ON THE LOOSE (1943, William Beaudine) La casa encantada

La devoción que –contra toda corriente posible- seguimos compartiendo un buen grupo de cinéfilos hacia el cine clásico norteamericano, en ocasiones nos lleva a sufrir verdaderos “tropezones” como el que da título a estas líneas. Una película absolutamente inútil y olvidable en todos sus extremos, perfecto exponente de esa denominada Serie Z que tantas películas pobres –a todos los niveles- produjo como complemento de programas doble en cines de reestreno en la Norteamérica de décadas precedentes.

GHOSTS ON THE LOOSE (1943, William Beaudine) –equívocamente titulada LA CASA ENCANTADA en su estreno español- es un exponente más de la larga relación de comedias de misterio que tuvieron su aparición en el cine USA ya en las postrimerías del cine mudo –la excelente EL LEGADO TENEBROSO (The Cat and the Cannary, 1928. Paul Leni)- y que tuvo su prolongación en los años treinta –EL CASERÓN DE LAS SOMBRAS (The Old Dark House, 1932. James Whale) e incluso en la propia década de los cuarenta con títulos célebres como ARSÉNICO POR COMPASIÓN (Arsenic and Old Lace, 1944. Frank Capra) y con inferior incidencia de calidad en las populares comedias protagonizadas por Abbott y Costello. En cualquier caso GHOSTS ON THE LOOSE es una prueba más de la mediocridad con la que, por lo general, se emprendían los rodajes –es una película de la Monogram- de esta especie de torpe vodevil que ni siquiera alcanza el “timming” exigible para convertirse en un título mínimamente entretenido.

La película de Beaudine se inicia contando los preparativos de la boda entre Jack Gibson (Rick Vallin, uno de los peores actores del mundo) y Betty (una jovencísima y nada agraciada Ava Gardner) a los que ayudan un grupo de amigos de estos –los al parecer populares “East Side Kids” con un repertorio de gracias bastante lamentable. La pareja ha comprado a precio de saldo una vivienda que –luego se sabrá- está ubicada junto a otra que utilizan un grupo de nazis para elaborar propaganda subversiva –comandados por un Bela Lugosi en horas bajas y énfasis en su labor para mejor causa-. La situación será finalmente resuelta con la llegada de dos agentes de policía y una serie de peripecias, aunque ello no impida que todos queden contaminados por un peculiar sarampión caracterizado por sus marcas en forma de cruz gamada. Es esta una de las escasísimas ideas cómicas que funcionan en la película –las otras dos son la situación de un traje que casi asfixia a uno de los amigos de la pareja y posteriormente este mismo personaje tiene la ocurrencia cuando están limpiando la casa comprada por la pareja, de esconder el polvo que barre en el interior de una telaraña que está dispuesta en el suelo.

Sin duda un magro balance que sirve para constatar la evidente mediocridad –casi indigencia- expresiva que siempre acarreó William Beaudine a lo largo de su andadura como director –recuerdo alguna otra película suya de similar torpeza-. La historia adolece de ritmo alguno y ni siquiera la fácil efectividad que proporciona la utilización de una estructura vodevilesca logra eliminar la plúmbea sensación de soportar un producto casi interminable, pese a que su duración real se extienda en poco más de una hora. Planos fijos, torpes –en algún caso el decorado se llega a mover-, sin valor dramático ni cómico, se suceden de forma aburrida ante un espectador totalmente desganado ante lo que muestran sus imágenes. Es tal la apatía que despierta que cuando de vez en cuando la cámara de Beaudine marca algún ligero movimiento parece que la película vaya a adquirir un cierto pálpito de vida. Todo quedará finalmente en vano y en un resultado cuanto menos olvidable del que no se salva ni una irreconocible Ava Gardner que pocos años después se convertiría en una de las bellezas cinematográficas más deseadas para varias generaciones de aficionados. Para ello, estoy convencido que habría que eliminar todo fragmento de cualquier copia de esta nefasta GHOSTS ON THE LOOSE, que es una de las torturas más considerables que he tenido la ocasión de sufrir en varios meses a la redonda.

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