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CINEMA DE PERRA GORDA

AKIBIYORI (1960, Yasujiro Ozu) [Otoño tardío]

AKIBIYORI  (1960, Yasujiro Ozu) [Otoño tardío]

Antepenúltimo de los films rodados por el japonés Yasujiro Ozu AKIBIYORI (1960), -OTOÑO TARDÍO en su traducción para la edición en España en DVD-, supone por partida doble una reedición de las principales constantes de su obra. Por un lado de forma evidente en la amalgama de sus obsesiones y por otro al constituir un remake de su previa BANSHUM / PRIMAVERA TARDÍA (1949) que espero contemplar en breve. Una vez más el autor aplicaba nuevas miradas, variaciones sobre sus mismas constantes, basadas en la propia experiencia que el paso del tiempo marcaban a unas historias ya llevadas al cine.

Bañada por unas tonalidades casi permanentemente verdosas, AKIBIYORI nos traslada a un Tokio ya en plena sociedad industrial y un entorno de clases más o menos acomodadas para las cuales aún quedan atavismos de un pasado caracterizado por relegar la decisión y el papel de la mujer a un segundo término. Tras la celebración de un funeral (hace seis años que el difunto ha desaparecido) de forma breve se nos describe la vida habitual de su viuda Akiko (Setsuko Hara), una mujer de aún madura belleza que vive junto a su hija Akayo (Yoko Saburi), joven aparentemente impregnada de la modernidad de su generación. Al mismo tiempo contemplamos las tertulias de los tres amigos del esposo desaparecido, que hablan sobre la necesidad de casar a la joven al tiempo que revelan una nada disimulada atracción hacia Akiko -dos de ellos son casados y el tercero viudo-. Precisamente es con Hiroyama (Ryuji Kita), el último de ellos, con el que pretenden emparejar a la aún hermosa Akiko para así posteriormente poder casar a su hija sin temor a que esta abandone a su madre. Este intento de emparejamiento dará lugar a situaciones divertidas al tiempo que otras dramáticas hasta que finalmente Akayo decida casarse con Goto mientras que su madre, tentada en la posibilidad de revivir la vida de pareja, decida finalmente mantener el recuerdo de su primer y único amor.

Como antes señalaba, AKIBIYORI –rodada ya en plena eclosión de los modernos cines mundiales- se caracteriza por ser una revisitación de elementos previos del cine de su autor. Su extraordinaria planificación, personalísima; la intersección entre secuencia; la desdramatización –en contados momentos se eleva el tono de la emotividad-, está de nuevo presente en un film que contrasta en sus ambientes con los mostrados en su inmediatamente precedente BUENOS DÍAS (Ohayo, 1959). En esta ocasión se abandonan los barrios atestados de moradores y en su lugar contemplamos zonas ya caracterizadas por su desarrollismo, mientras que el contraste generacional no solo está clarificado sino que es un símbolo bien evidente para los ya veteranos.

Sin embargo de nuevo el machismo ya casi accidentalizado caracteriza a sus personajes. Un machismo puesto en practica de forma habitual por los hombres, pero que es igualmente asumido por unas mujeres que aún no saben encontrar su definitiva liberación en ese nuevo Japón industrializado. De hecho, incluso la tan aparentemente moderna Akayo realmente no ve con buenos ojos que su madre se vuelva a casar, revelando con ello un atavismo en este sentido que contradice sus modernas vestimentas y aparentemente liberales planteamientos. Como no podía ser menos en esta obra crepuscular de Ozu nuevamente las contradicciones y pensamientos íntimos de los seres que pueblan sus fotogramas se revelan con enorme sutileza. Una vez más también sus enormemente simples diálogos son tan clarificadores en el conjunto de una puesta en escena tan compleja.

Al mismo tiempo, OTOÑO TARDÍO muestra con especial detalle una especial sutileza en sus matices humorísticos, especialmente centrados en el trío de amigos. Son impagables a este respecto sus comentarios e impresiones iniciales que revelan sus lo que –al juicio de estos amigos- supone una esposa bella para el matrimonio y su repercusión en la cantinera poco agraciada que les acompaña, o el detalle de esas pipas con las que revelan su interés en Akiko. Esta intersección de sentimientos realmente se extiende a lo largo del film en total compenetración dramática, casi como en un perfecto causa / efecto que conforma un tapiz bordado con verdadera maestría y en la que una mirada o un leve gesto sirve para describir una situación o estado de ánimo.

En este conjunto armonioso de sentimientos no se puede dejar de destacar la intensidad de la breve secuencia de la boda de Akayo, con la mirada de Akiko y el semblante triste del que pudo ser su segundo esposo, Hiroyima. Poco antes, tras la reconciliación de esta con su madre y en un viaje que ambas saben será el último que tendrán juntas, Akiko le dice que no se volverá a casar de nuevo, provocándose la congoja de ambas ante la llegada de una soledad inminente. Una sensación que finalmente tiene un matiz de compartida con la visita final producida por Yukiko, la amiga de Akayo, que de forma callada ve en la nobleza de Akiko a esa madre que tuvo en su momento –solo su padre está vivo y casada de segundas nupcias- y le gustaría ver de forma simbólica exteriorizada en ella.

AKIBIYORI cuenta además con la presencia de buena parte de los actores que fueron forjando la compañía Ozu y que contribuyen no poco al hecho de resultar ser un capítulo epilogal de una amplia serie de realizaciones. Entre todos estos intérpretes, no puedo por menos que destacar la labor y la suprema elegancia puesta por Setsuko Hara en su papel de viuda de aspecto deseable. He de reconocer que considero su rostro y la ritualidad de su honda sonrisa uno de los más hermoso ejemplos de belleza interior femenina ofrecidos por el cine a lo largo de su historia.

Habiendo ya visionado un 10% -¡¡que poco!!- de las obras realizadas por Yasujiro Ozu no puedo por menos que situarlos entre mis directores preferidos de todos los tiempos. Espero en breve espacio de tiempo poder ampliar este porcentaje y así estar en la medida de mis posibilidades, imbuido como espectador entre los admiradores de uno de los más grandes realizadores que al cine aportaron su visión del mundo y la vida.

Calificación: 4

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