Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

EMBRUJO (1947, Carlos Serrano de Osma)

EMBRUJO (1947, Carlos Serrano de Osma)

Si hubiera que establecer una especie de equivalente español a lo que suponían directores como Edgar G. Ulmer en el cine norteamericano, sin lugar a dudas el ejemplo más adecuado sería el de Carlos Serrano de Osma. Y lo sería fundamentalmente por su singular personalidad e inquietudes mas allá de una obra escueta en títulos –y al parecer de desiguales calidades-, ya que Serrano de Osma era crítico y profesor de la Escuela Oficial de Cine. A través de esa tribuna se erigió como una especie de gurú de un conjunto de jóvenes deseosos de practicar un cine alejado al entonces vigente, y en el que las inquietudes estéticas fueran su principal premisa. Aquella pequeña corriente fue denominada “cine telúrico” y en ella destacó además del propio Serrano de Osma, Lorenzo Llobet Gracia, que tan solo realizó el casi mítico VIDA EN SOMBRAS (1948).

En consonancia con todo ello el realizador de EMBRUJO (1947) fue un hombre que gozó del aprecio generalizado de varias generaciones de profesionales, quedando en el devenir de nuestro cine como un hombre influyente pero de trayectoria en buena medida frustrada. La película que comentamos fue la segunda de sus siete películas y se nota abiertamente que es una producción de muy escaso presupuesto inicialmente puesta al servicio de una pareja que entonces iniciaba su fama: el cantante flamenco Manolo Caracol y la bailarina y cantante Lola Flores. Un poco evocando títulos como HOLLYWOOD AL DESNUDO (What Price Hollywood, 1932. George Cukor) o HA NACIDO UNA ESTRELLA (A Star is Born, 1937. William A. Wellman –la versión de Cukor se filmó posteriormente aunque el título antes señalado era el precedente de ambas versiones-), la película nos relata con trazos tan escasos de sutileza como propensos al delirio en ocasiones el descubrimiento por parte de Manolo del potencial existente en Lola –ambos utilizarán sus nombres auténticos-, formando ambos una exitosa pareja pero pretendiendo él de ella un amor no correspondido que finalmente llevará a la bailarina a iniciar una trayectoria en solitario de repercusión internacional. Pese a este rotundo éxito, la ligazón casi espiritual con Manolo –que ha abandonado el espectáculo y se ha dado a la bebida- le hará finalmente retornar a España, actuando en un homenaje en su honor al que asistirá su antiguo compañero. Este sufre una recaída en el patio de butacas y Lola acudirá a su mísero domicilio donde asiste a su muerte. Toda la historia está narrada en un largo flash-back en la que Lola ya envejecida la relata a una joven bailarina que le manifiesta su admiración y entrega un ramo de flores que finalmente ambas depositarán en la tumba del cantaor.

Ciertamente EMBRUJO no puede considerarse en buena medida una película al uso. Ni siquiera si se me permite una película en sí misma. Son tan obvias sus carencias, situaciones poco trabajadas y estereotipos, que el que quiera un producto “bien acabado” mejor será que la deje de lado. Por el contrario, la recomendaría vivamente a cualquier espectador que busque algo diferente. Y es que en sus apenas 75 minutos de duración, la propuesta de Serrano de Osma es un catálogo de inquietudes estéticas de carácter cinematográfica. Desde el desaforado uso de la sobreimpresión en el tono más expresionista que imaginarse pueda y de diferentes maneras –realmente buena parte de su progresión dramática se da cita en este terreno, no hay más que recordar los que se suceden en los letreros luminosos que anuncian a la pareja y luego a Lola en solitario-. Pero al mismo tiempo su artífice sabe narrar y dar una utilización psicológica a la cámara. Para ello no hay más que atender a sus planos iniciales en plena actuación de homenaje a Lola. Entre ellos destaca uno en el que la joven bailarina hace una semblanza de una ya envejecida Lola mientras la cámara se acerca a su figura, proporcionando una sutil plasmación de sus sentimientos. De forma paralela EMBRUJO ofrece un retrato de pasiones desatadas fundamentalmente centrada en el personaje de Manolo. Cierto es que Caracol no era un buen actor pero no es menos evidente que Serrano de Osma sabe utilizar de él su presencia casi animal en esa tendencia casi expresionista antes señalada.

La película supone al mismo tiempo un ejemplo de esa fascinación que el flamenco ejerció sobre realizadores tan diferentes como Edgar Neville o incluso el británico Michael Powell y ciertamente en esta ocasión sus pasajes más impactantes se centran en esta faceta. Centrándose en la premisa que unifica la película –el sentimiento espiritual que traspasa las fronteras del arte- se ofrece una delirante secuencia de baile flamenco en un decorado lleno de nieblas y árboles tenebrosos.

Sin embargo, si hay una escena por la que EMBRUJO deba pasar a la historia del cine español son los breves instantes que representan el entierro de Manolo, con una deslumbrante y estilizada escenografía y el baile que Lola ejecuta en su honor –el último de su carrera-, entre escenografías y fondos pictóricos asombrosos. Sin lugar a duda una de las cumbres del delirio cinematográfico que sabe sortear la frontera del kistch más desaforado para erigirse como un pequeño fragmento único.

A tenor de todo lo señalado y pese a sus clamorosas carencias de toda índole, EMBRUJO quede como una de las mayores singularidades del cine español de la primera mitad del Siglo XX al tiempo que un producto finalmente insuficiente. Sin embargo no me cabe duda de una cosa; si Carlos Serrano de Osma hubiera sido un contratado de cualquier estudio de Hollywood, se hubiera erigido como uno de los más singulares y creativos valores de la serie B.

Calificación: 1’5

0 comentarios