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CINEMA DE PERRA GORDA

GUANTANAMERA (1995, Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío)

GUANTANAMERA (1995, Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío)

Nadie puede dudar de la importancia del esperpento en la tradición no solo del cine español sino en un radio de acción que se extiende a toda Latinoamérica. GUANTANAMERA (1995) podría ser un ejemplo de ello. Curiosamente –y es más que probable que sin pretenderlo-, la película se convirtió en el involuntario testamento cinematográfico del cubano Tomás Gutiérrez Alea –codirector del film junto a Juan Carlos Tabío-. Y digo curiosamente por que esta comedia coral habla al mismo tiempo de los vicios y costumbres de la sociedad cubana y también del propio hecho de la muerte como conclusión irremisible –y a tenor de sus conclusiones-, necesaria para la progresión humana.

La película tiene como eje el traslado del cadáver de una anciana por lo largo y ancho de Cuba, poniendo en practica con ello el procedimiento de uno de sus sobrinos –Antonio (Carlos Cruz) clásico elemento integrado en las directrices del régimen castrista- que logra aplicar la distribución de las incidencias del traslado entre los diversos departamentos por los que se traslada el cuerpo de la difunta. Una anécdota de base que tiene su nexo de unión con las andanzas de Mariano (Jorge Perugorría), joven y mujeriego conductor de camión que en sucesivas ocasiones se reencontrará con Georgita (Mirta Ibarra) la mujer de Antonio e igualmente sobrina de la fallecida. Una mujer sensible y frustrada que pocos años atrás fue profesora de Mariano cuando este cursaba sus estudios de ingeniería, iniciando una relación que se frustró precisamente por los prejuicios inherentes a su sociedad.

A partir de ahí nos encontraremos con una singular road movie con fragmentos y motivos realmente divertidos –los líos amorosos de Mariano, el estraperlo nada solapado de los chóferes, los anacronismos existentes entre los métodos a aplicar por unos funcionarios gobernantes y la realidad del país-, y en la que –al igual que sucedía con la previa, exitosa –y a mi juicio excesivamente valorada- FRESA Y CHOCOLATE (1994), funciona mucho más la fuerza, capacidad lúdica y de autocrítica ejercida en lo que se muestra que en una puesta en escena totalmente funcional pero caracterizada por una real ausencia de especial brillo, aunque en su defensa quepa señalar que tampoco se incline por efectismos y su tono desdramatizado contribuya a que el conjunto se vea con agrado.

Ciertamente el conjunto de GUANTANAMERA sabe articular con habilidad las diversas incidencias que se van sucediendo en torno al sencillo eje central, sus pequeños episodios saben intercalarse con notable sentido del humor y, sobre todo, con una aplastante lógica dentro del devenir de unos personajes que están enclavados en una cultura sensual, abierta, que sabe sacar su lado picaresco ante la adversidad –impagable el detalle de esos dolientes que quieren aprovecharse de la merienda días después de que su familiar haya fallecido o el traslado de comestibles e incluso un pollo en el coche donde se porta el ataúd-. Al mismo tiempo hay que reconocer que la dirección de actores es brillante –no puedo dejar de destacar la sutileza con que Jorge Perugorría encarna ese personaje aparentemente bruto pero en el fondo sensible-.

En su contra y unido a esa falta de mayores recursos expresivos, citaría la pobreza de su banda sonora y el desaprovechamiento de la vertiente romántica e incluso de ese elemento mágico que sugiere la visión de la difunta como niña ante el que fue su lejano amor –que fallecerá junto a su ataúd (en un detalle genial pero desaprovechado este contiene el cadáver de otra persona)-, y quizá la ausencia de un timming que estamos acostumbrados a observar en nuestras cinematografías habituales.

Finalmente, GUANTANAMERA cabría incluirla en ese conjunto de sátiras llenas de humor negro como pueden ejemplificar VIVAN LOS NOVIOS (1969, Luís García Berlanga), o MECÁNICA NACIONAL (1972, Luís Alcoriza), prolongando una corriente no muy usual pero siempre saludable pese a que el resultado final se resienta de no haber apurado a fondo todas sus posibilidades. Pese a ello en este caso uno pasa un rato realmente saludable.

Calificación: 2’5

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