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CINEMA DE PERRA GORDA

LA PISCINE (1969, Jacques Deray) La piscina

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Al igual que en el cine norteamericano, también el cine francés logró en los años sesenta un star-system de considerables proporciones, con cuya participación se lograron encarar algunos de sus mejores títulos, adquiriendo estos actores y actrices la considerable libertad como para levantar proyectos, apostar por otros realmente arriesgados que contribuían a abrir nuevos caminos a sus respectivas carreras y también, y en buena medida es lógico, aprovecharse de éxitos pasados para dar vida un film más o menos correcto, más o menos interesante en sí mismo, pero sobre el que siempre gravitaría la sombra de sus referentes.

Y es en este capítulo en el que hay que incluir LA PISCINE (1969) –literalmente traducida en España para su estreno como LA PISCINA-, en la que fundamentalmente hay que buscar la referencia del enfrentamiento entre Alain Delon y Maurice Ronet nueve años antes en la excelente A PLENO SOL (Plein Soleil, 1960. René Clément), mientras que al mismo tiempo se busca el astuto retorno a la pantalla de la pareja romántica –cuya historia de amor fue una de las comentadas de la época- formada por el propio Delon y la actriz Romy Schneider. Con estas dos circunstancias y la búsqueda de un equipo solvente, un argumento de melodrama de incomunicación burgués y finalmente tintes de policíaco, la presencia de un realizador eficaz –Jacques Deray- bajo las directrices mencionadas y que al mismo tiempo sirva a las verdaderas circunstancias por las que este film fue gestado y filmado, dan como fruto esta película.

A tenor de lo señalado podría casi llevarse a la conclusión que LA PISCINA es una mala película. Pues nada más alejado de mis intenciones. Si bien estimo que no pasa de ser una correcta realización que camufla sus claros intereses comerciales, no es menos cierto que la misma se plantea con bastante convicción –tanto en su puesta en escena como en sus elementos técnicos e interpretativos- y eso se nota a la hora de contemplarla y, sobre todo, en el creciente interés que muestra la misma
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Nos encontramos en un lujoso chalet ubicado en las cercanías de Saint-Tropez. En ella están pasando sus vacaciones la pareja de amantes formadas por Jean-Paul (Alain Delon) –escritor fracasado y actualmente creativo publicitario en crisis- y Marianne (Romy Schneider). Aparentemente su relación es plácida pero muy pronto advertiremos la fragilidad de la misma. Esta circunstancia se confirmará con la llegada de Harry (Maurice Ronet), amigo de Jean-Paul y antiguo amante de Marianne. A este le acompaña su hija de 18 años –Penélope (Jane Birkin)-, inicialmente ausente de la situación que se plantea pero que de forma paralela mostrará su fascinación por Jean-Paul, máxime al comprobar que posee más personalidad que la que le adjudicaba su padre en sus despectivos comentarios. La relación entre las cuatro personas adquiere unos tintes retorcidos pese a su aparente aire civilizado, dejando entrever los más bajos instintos de la condición humana. Finalmente el crimen aparecerá en su seno y la araña del dominio psicológico hará volver las aguas a su cauce.

Si se quisiera buscar una influencia clara en LA PISCINA, esta no sería otra que el cine de Antonioni y sus famosos títulos caracterizados por la incomunicación de las clases burguesas. En esta película de Deray se produce abiertamente esta circunstancia rodeados de una cálida fotografía en color que nos evoca la de la mencionada PLEIN SOLEIL. Michael Legrand aporta la presencia de sus canciones, tal y como era habitual en el cine de qualité de los sesenta –se insertan con facilidad en la película ya que Harry es un productor discográfico de éxito-, aunque en algunos de sus sones se adivine la autoreferencia a su célebre tema de la película VERANO DEL 42 (Summer of 42, 1970. Robert Mulligan), y ciertamente el trío protagonista –especialmente Delon y Schneider-, componen con facilidad y experiencia unos personajes en los que hay que valorar fundamentalmente las miradas de soslayo y lo que esconde su pensamiento tras la máscara de los aparentemente buenos modales. No se puede decir lo mismo de la lacia Jane Birkin, que encarna sin carisma alguno un personaje por momentos chirriante.

En cualquier caso y más allá de todas estas características, cierto es que se nota la mano de Jacques Deray –pese a que uno echa de menos la indudable maestría demostrada por Joseph Losey en tramas de estas características- intentando insuflar de interés con la cámara en las relaciones de los personajes. La movilidad en la misma, la presencia de los propios actores especialmente en los planos de a dos demuestran esta inquietud, que es la que finalmente logra consolidar los componentes de este inicialmente tedioso pero poco a poco interesante título francés, que pese a que es deudor de bastantes tics narrativos de los años sesenta –indudables ecos de la nouvelle vague- logra alcanzar una cierta entidad, cosa que no es poco tratándose como se trata de una propuesta comercial para públicos acomodados.

Calificación: 2

 

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