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CINEMA DE PERRA GORDA

LOVE IS MANY-SPLENDORED THING (1955. Henry King) La colina del adiós

LOVE IS MANY-SPLENDORED THING (1955. Henry King) La colina del adiós

Siempre me ha sorprendido que pese al gran éxito que tuvo en su momento –o quizá a causa del mismo-, LOVE IS MANY-SPLENDORED THING (La colina del adiós, 1955. Henry King) goce de una escasísima estima. Algo que se produce incluso entre aquellos aficionados y comentaristas que valoran la trayectoria de uno de los grandes realizadores del cine clásico, y al que el paso de los años aún no ha otorgado su merecida y definitiva valoración.

Cierto es que LOVE IS… se pliega a la convención del melodrama de la Fox, que resulta una película imbuida tanto de la servidumbre del film turístico –otro ejemplo podría ser también SUMMERTIME (Locuras de verano, 1955. David Lean) con respecto a Venecia- como la que comporta al servicio de las dos estrellas que encabezan su reparto –Jennifer Jones y William Holden-. Aún reconociendo esos límites y con la creencia de que es difícil concluir que de las manos de Henry King pudiera salir una mala película –aunque me de temor enfrentarme algún día con la visión de CAROUSEL (1956), nadie es perfecto-, lo cierto es que el título que nos ocupa me parece un brillante muestra de melodrama romántico, que combina las recetas más nobles del género, demostrando la buena forma en la que se encontraba en aquellos tiempos el ya veterano realizador, y en la que logra trascender los clichés que aborda sin prejuicios, a partir de un intenso y al mismo tiempo sutil trabajo de puesta en escena. Si a ello unimos la degeneración que se ha ido produciendo en los últimos tiempos dentro del lenguaje cinematográfico, es por lo que quizá se valore en mayor medida la serenidad narrativa que prácticamente acompañó la andadura de Henry King en sus últimos títulos, generalmente amparados en este género. Creo a este respecto que en este caso no hay que hacer un mayor esfuerzo a la hora de contemplar la película, más que dejarse llevar por una manera de entender el romanticismo cinematográfico que desdeña el subrayado –LOVE IS… está casi en su totalidad planificada en plano general o plano americano-, que comprenda la importancia de la música –más allá del peso evocador que tiene su principal tema musical, considerado uno de los temas más célebres creados para la pantalla-, que con muy breves y agudos trazos logra describir el malestar y discriminación social que ejerce la presencia británica en Hong-Kong o que otorga el debido cariño y pudor a sus personajes, a su cotidianeidad, a la interacción que en ellos provoca el conocimiento de esa otra persona que va a interrumpir y sin casi ellos pretenderlos cambiar e iluminar el discurrir de sus vidas.

Quizá habría que remontarse a realizadores tan expertos en el melodrama como Leo McCarey, Mitchell Leisen o Frank Borzage –creo que el ejemplo de Douglas Sirk no sería muy pertinente en este caso-, para encontrar un melodrama tan elegante, sentido y sincero como el que nos ocupa. Intentando creo que con poca dificultad solventar los inconvenientes antes señalados, podremos disfrutar de la historia de amor que nace entre la Dra. Han Suyin (Jennifer Jones) joven doctora eurásica y Mark Elliot (William Holden), avezado reportero. Ambos se encuentran afincados en el Hong-Kong de finales de la década de los cuarenta, donde el protectorado británico está viviendo los últimos momentos de su condición como tal. En medio de estas convulsiones políticas, la semilla del amor prenderá casi como algo pudoroso, hasta que en esa colina en la que ambos se reúnen para meditar y disfrutar de su relación, aflore un sentimiento casi místico y como si el tiempo se detuviera para ellos.

 

Es en la hora de expresar ese gozo íntimo y compartido por los dos amantes, donde brilla el método empleado por Henry King, logrando incluso hacer prevalecer una sensación de totalidad en la felicidad, en el que aquellos elementos colaterales a la historia central –los conflictos raciales, la inminencia de una lucha política que derive en guerra, la constante llegada de refugiados chinos a Hong-Kong- no sirva más que para hacer sublimar la historia de amor de sus dos protagonistas. Y esas sensaciones se transmiten ya en su primera cena juntos, en la ocasión en la que los dos nadan desplazándose hacia una casa en sus orillas, en el instante en el que ella reconoce estar turbada ante lo que está viviendo, o la intensidad casi cósmica del encuentro entre ambos en la colina que simbolizará su relación, y junto al pie del viejo árbol. Pero de pronto algo enturbia una relación perfecta. Mark viaja a Singapur a pedir el divorcio a su esposa –con la cual no mantiene relación alguna desde hace varios años, pero el aspecto que demuestra a su regreso delata a su amada que esta no le ha concedido la separación. Pese a la buena voluntad de ambos, la historia aflora a partir de entonces una mirada de tonalidades graves que nos permite intuir que no va a culminar con el destino que todos deseamos para ellos. Es probable que la creciente inestabilidad del entorno haya sido indirectamente uno de los detonantes; Han ha sido despedida del hospital en que trabajaba, mientras Elliot se encuentra en activo como corresponsal de guerra –tras una despedida inolvidable de ambos ante el árbol de la colina y en la que intuimos que jamás volverán a verse de nuevo-. Solo les quedará el contacto epistolar –vivido por ella con especial intensidad- y el memorable montaje que sirve para enlazar la –elíptica- muerte del periodista con la repentina caída de un bote de tinta roja ante los pies de Han. Ni siquiera la definitiva ausencia del amado evitará que la doctora realice una última ascensión a la colina, en la que por un momento su pasión le hará ver que Mark está allí, en aquel marco en el que de alguna manera ofrecieron a los dioses una relación amorosa elegantemente orquestada en la pantalla por Henry King, con la extraordinaria colaboración de Leon Shamroy en calidad de luminoso operador de fotografía y la serena química generada por William Holden –que años después retomaría un personaje de similares características en la estupenda THE WORLD OF SUZIE WONG (El mundo de Suzie Wong, 1960. Richard Quine) también con guión de John Patrick, y una Jennifer Jones a la que me atrevo a reivindicar en una interpretación de tan notable sensibilidad como la que nos ocupa.

Calificación: 3

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