TROUBLE IN PARADISE (1932, Ernst Lubitsch) Un ladrón en la alcoba
Desde el primer momento, TROUBLE IN PARADISE (Un ladrón en la alcoba, 1932. Ernst Lubitsch) juega la baza del ingenio cinematográfico. Comenzando con unos títulos de crédito –suficientemente destacados por diversos comentaristas-, en los que se juega con la insinuación y el doble sentido sexual –se muestra una cama tras insertar la palabra TROUBLE-, lo cierto es que en todo momento esta senda se sigue sin descanso –tras los créditos se muestra a un basurero que recorre en góndola las calles de Venecia-. A continuación contemplaremos el ataque que –entre sombras-, Gastón Monescu (Herbert Marshall) dirige al atolondrado millonario François Filiba (Edward Everett Horton) y un juego de panorámicas nos presentará al principal protagonista; ese elegante ladrón llamado Gastón, que se desenvuelve a sus anchas en medio de la alta sociedad, conociendo en su paso a una compañera de “profesión”, con la que pronto entabla relación –Lily (Miriam Hopkins)-. Ciertamente la secuencia en la que ambos conocen la “secreta” profesión que comparten, es un prodigio de intención y sutileza, combinando un original sentido de la comedia romántica, al tiempo que en ningún momento renuncia a su matiz irónico.
Será este el ritmo que empleará Lubitsch a lo largo de los menos de ochenta minutos de metraje de una comedia que se erige como un producto de notable relevancia en la filmografía del célebre realizador, aunque –y se que es una opinión personal no compartida por muchos, que sitúan esta película entre las cumbres de su cine-, bajo mi punto de vista esa en ocasiones excesiva inclinación por los senderos de la comedia brillante, en ocasiones deje traslucir un cierto descuido en un cariño hacia sus personajes, que muy poco después sí que serían dominados con mayor maestría por el alemán –DESIGN FOR LIVING (Una mujer para dos, 1933), sin por ello renunciar a su potente mordiente satírica-. Ello es lo que me impide –pese a su innegable brillantez- considerar esta película como una de las obras cumbres de Lubitsch.
Haciendo esa matización, que creo resulta pertinente destacar la modernidad cinematográfica que demuestra TROUBLE..., que no es más que una demostración de una sabiduría que su realizador había destilado ya desde su aprendizaje en el cine mudo, y que se plasma por medio de la aplicación de numerosos elementos narrativos. Desde el uso de planos cortos, cortinillas, utilización de espejos, puertas que se cierran, elipsis, sugerencias –la forma en que el personaje que encarna Everett Horton recuerda donde conoció a Herbert Marshall, al apagar su puro en un cenicero en forma de góndola- y dobles sentidos, hasta la impronta de unos diálogos brillantísimos, son parcelas que se dejan notar –para bien- en esta comedia sofisticada en la que se satirizan modos y costumbres de la alta sociedad de principios de siglo XX. Y al mismo tiempo, pese a que quizá no alcance la hondura que posteriormente sí que lograron los protagonistas de títulos posteriores del realizador, cierto es que se ofrece una estupenda descripción de la pareja de ladrones que pronto se introducirán en la vida de Colet (Kay Francis), la millonaria empresaria de colonias –impagable la descripción que se ofrece de sus productos mediante “spots” publicitarios radiofónicos y visuales-.
Y es así, jugando con la apariencia de honestidad –Gaston descubre los entresijos tramposos que rodean a Colet-, un ladrón pronto demostrará ser más honesto que una serie de personajes despreciables, y pondrá en duda su propia elección del amor entre esta viuda que se siente atraída por un joven –aunque ladrón- galante y de aparentes sinceros sentimientos, aunque finalmente su decisión le lleve a distanciarse con unos modos sociales que se alejan de sus coqueteos con la alta sociedad, y retornar con esa compañera de “profesión”, a la que realmente conoce a la perfección, del mismo modo que sucede en el sentido contrario –y la demostración de eficacia en el robo que ambos se demuestran en los instantes finales es el colofón definitivo y la apuesta de futuro de la inusual relación que ambos van a formar, que subvierte los buenos modos sociales de la época-.
Como antes señalaba, más allá de ese despliegue de constante ingenio visual, de montaje y de diálogo que despliega en casi todo momento TROUBLE IN PARADISE, uno se queda con esas pinceladas del conocimiento de sus personajes, esa sinceridad en sus relaciones, en sus aparentes engaños y que tan bien encarnan ese excelente actor que fue Herbert Marshall –que aquí se revela como un interesante precedente del posterior Jack Lemmon-, Constante Cummings y la hoy día muy poco recordada Kay Francis.
Calificación: 3
2 comentarios
santi -
un servidor que no le entusiasman las peliculas con canciones de lubitsch, la viuda alegre , el teniente seductor etc, este otro tipo de cineme gusta mas , y un ladron en la alcoba es esplendida , yo no se si mejor o peor que una mujer para dos , casi que estan a la misma altura, en cualquier caso si uno le gusta el cine clasico de vision obligada , por cierto marshall un excelente actor que repetiria en la tambien magnifica peli de lubitsch angel, otra peli para no perderse de este fenomenal cineasta
Feaito -