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CINEMA DE PERRA GORDA

HISTORIAS DEL KRONEN (1995, Montxo Armendáriz)

HISTORIAS DEL KRONEN (1995, Montxo Armendáriz)

A tenor de las películas suyas que he tenido ocasión de contemplar, siempre he detectado en el cine de Montxo Armendáriz una aparente mirada contemplativa que en el fondo encubre unas propuestas caracterizadas por su pobreza psicológica e incluso a niveles de puesta en escena. Sus realizaciones pretenden el tratamiento de “temas importantes” o un desarrollo aparentemente “limpio” de sus personajes, pero en el fondo me parecen naderías envueltas en un celofán bien disimulado, más allá de que finalmente esa confluencia de aparentes logros devengan en estimables resultados, más quizá jamás en un título de relieve –dejo abierta la posibilidad en algunas de sus obras que aún no he llegado a ver, aunque de antemano mi escepticismo ante ello es palpable-.

Como es de suponer, HISTORIAS DEL KRONEN (1995) no escapa a los enunciados antes señalados. Bajo una aparente patina de radiografía de la superficialidad y nihilismo en el comportamiento de determinados colectivos de jóvenes en la década de los noventa, en el fondo Armendáriz no ofrece más que una reiterativa sucesión de andanzas de este grupo de adolescentes, repleto de lugares comunes –jerga, vestimenta, gustos similares- que si bien en un momento determinado pueden tener cierto rasgo sociológico, ciertamente como obra cinematográfica no alcanza más que un pobre resultado.

Carlos (Juan Diego Botto) es un joven de poco más de veinte años que ejerce implícitamente como líder de su círculo de amigos. Es hijo de una más que acomodada familia, tiene una hermana y se caracteriza por su amoralidad. Bajo el aire de transgresión que esconde su aparente falta de respeto hacia las normas sociales, está presente un falso nihilismo que no le impide, cuando la necesidad hace mella, sisar dinero a sus padres o tirarse a la chica que le apetezca, sin respetar si la misma está ya comprometida.

Prácticamente la vida de Carlos es compartida en métodos con la de sus compañeros –generalmente procedentes del mismo extracto social-. Desafíos casi suicidas, reincidencias con las drogas y soterrados sentimientos homosexuales estarán presentes en ellos, especialmente en su mejor amigo, Roberto (Jordi Mollá). Pese a esta permanente huída a la diversión constante, el sexo y las drogas cada noche, un elemento propiciará que Carlos pueda tener una tímida inflexión en su escalada hacia la nada. Este no será otro que la muerte de su abuelo, fallecido mientras este se encontraba fuera de casa y viviendo una de sus correrías nocturnas. De todos modos, poco después todos los amigos acudirán invitados a la fiesta de cumpleaños de Pedro (Aitor Merino) en su propia casa. La celebración muy pronto adquirirá tintes de tragedia.

HISTORIAS DEL KRONEN parte de la novela homónima de José Ángel Mañas –coguionista del film junto al propio Armendáriz-, que logró un considerable éxito editorial en su momento. En cualquier caso, la traslación del contenido de la misma a la pantalla se ha realizado incidiendo en ese aspecto de crónica existencial dentro de la vida de una gran urbe -los planos generales con que se inicia la película-. Pero una vez más en el cine del director vasco, esta tendencia contemplativa nos lleva a un producto que se centra en un cúmulo de vulgares reiteraciones de un puñado de chavales de buena familia que ahogan la insustancialidad de sus vidas en un auténtico frenesí de aparente diversión. No hay más que salir a la calle en cualquier ciudad en fin de semana para comprobar ese fantasma de la alienación ahogada a base de alcohol, vulgaridad o incluso droga, para darse cuenta de la veracidad de las propuestas.

Pero todo ello no quiere decir que nos encontremos ante un buen film. El producto es reiterativo y machacón, carente de modulación dramática, lleno de lugares comunes y hasta cargante en ese derroche de músicas roqueras, recitales de argot y conquistas femeninas –o masculinas soterradas-. De HISTORIAS DEL KRONEN solo cabe destacar en primer lugar la destreza de Armendáriz a la hora de dirigir a sus jóvenes actores –realmente la película dio a conocer toda una generación de jóvenes intérpretes, y en este elemento concreto he de confesar que soy de los que abominan de Juan Diego Botto-. Por otro lado, en la película hay dos momentos en los que se observa esa necesaria dramatización lamentablemente ausente en el resto del metraje. Uno de ellos es la visita de Carlos a casa de su abuelo –que se encuentra enfermo- y el otro, por supuesto, la original plasmación de las secuencias desarrolladas en la fiesta de Pablo, en las que este de forma fortuita será el propio protagonista de la filmación en cámara casera –Roberto preguntaba previamente por las Snuff Movies- de su propia muerte, a cargo de una gamberrada propiciada por Carlos.

Serán las excepciones en una película en la que detectan muy pocos rasgos de interés y en donde, por mucho que algunos nos quieran dar “gato por liebre” ni hay reflexión ni puesta en escena que merezca la pena. A este respecto, la ambigua resolución de la secuencia final no es más que una prueba de esa falta de arrojo cinematográfico que define plano a plano HISTORIAS DEL KRONEN.

Calificación: 1’5

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