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CINEMA DE PERRA GORDA

THE FURIES (1950, Anthony Mann) Las furias

THE FURIES (1950, Anthony Mann) Las furias

Si hay una sensación que predomine en el espectador al contemplar THE FURIES (Las furias, 1950. Anthony Mann), esta es sin duda su carácter sombrío. Y es que pocos instantes hay en este segundo western de Mann en el que se detecten elementos para el optimismo o la relajación. Antes al contrario, la película se caracteriza por el predominio de escenas nocturnas, interiores caracterizados por sombras y una planificación en la que abundan elementos narrativos –encuadres rebuscados, uso de picados y contrapicados-, muy ligadas al cine negro de la época, y del que el realizador norteamericano fue un experto practicante en su periodo de aprendizaje en la profesión.

No es nada nuevo descubrir esas afinidades con el cine negro, detectadas por muchos comentaristas. Pero sí que cabría resaltar que THE FURIES prolonga una tendencia en el western de matiz psicológica y que ya había dado al género frutos tan ilustres como puede ser el ejemplo de PURSUED (1947, Raoul Walsh). De aquel referente retoma sobre todo su look visual, aunque hemos de reconocer que, con ser francamente brillante, el film de Mann no llega a alcanzar la cima que ofrece el del veterano pionero del cine norteamericano. En ambos exponentes se une la presencia del novelista Niven Busch como fuente de base de las respectivas historias, lo que también en este caso da pie a una propuesta con tintes de tragedia griega, en la que la sexualidad reprimida se encuentra presente en todo momento –los enfrentamientos entre los personajes se definen precisamente a partir de este concepto- y en donde el elemento pasional tiene por tanto una importante presencia.

Dentro de esas coordenadas se desarrolla el argumento de THE FURIES, que se centra especialmente en la extraña relación que mantiene el ranchero T. C. Jeffords (Walter Huston) con su hija Vance (Barbara Stanwyck). Entre ellos se intuye un claro matiz edípico, que tiene dos repentinos estallidos de conflicto cuando ambos eligen otro compañero para sus vidas. Él en la afectada y materialista Flo (Judith Anderson) y ella en Rip (Wendell Corey). En esa oposición de caracteres se expresará un conflicto que tiene su epicentro en el rancho que comanda Jeffords y que Vance terminará haciendo suyo, valiéndose para ello de una recopilación de peculiares pagarés que su padre había repartido alegremente, y también los 50.000 dólares de dote que Rip recibió del ranchero si no se casaba con su hija.

Todo en el film de Mann se caracterizará por esa tonalidad nocturna y sombría, el enfrentamiento de pasiones –atención a ese lanzamiento de tijera de Vance, que destrozará el rostro de Flo, o el linchamiento en off visual de Juan Herrera (Gilbert Roland), subrayado por los gritos desgarradores de su madre: “¡Juanitoooo, Juanitoooo!”-.

Pero quizá por ofrecer un extraño contrapunto, no me gustaría dejar de destacar algunos momentos en los que los diálogos abandonan lo sombrío y se centran en las relaciones entre los personajes –guión de Charles Schnee. Uno de ellos es la conversación que mantienen Flo y Jeffords, en la que su esposa no accede a entregarle el dinero que tiene guardado, ya que ello favorecería que su esposo la abandonara, y con el rostro desfigurado eso la condenaría a la soledad de por vida. Esa soledad que señala: “con dinero, es más llevadera”. Otro instante de sutil observación psicológica lo brinda el encuentro de Vance con la esposa del dueño del banco, que no deja de cortejarla y a quien desea pedir una moratoria en el pago del préstamo de su padre. El rechazo de los galanteos del marido y la sinceridad de Vance le llevará a la mujer a apoyarla en sus pretensiones. Diálogos como “me gusta ayudar a las mujeres inteligentes” o “mi marido me es infiel... pero es mi marido”, son perlas que atesora la que a mi juicio resulta la mejor secuencia de una película dotada de gran interés, fuerza dramática y espesura visual, y a la cual solo se podría achacar la escasa entidad que tiene el personaje del otro hijo de Jeffords, presente en los primeros minutos de la historia y hasta su boda, y a partir de ahí ausente de la narración.

Calificación: 3’5

1 comentario

Gustavo Petro -

La sexualidad reprimida se encuentra presente en todo momento. Gran frase debido a las inhibiciones que dominan la sociedad desde hace varios siglos.

un saludo.