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CINEMA DE PERRA GORDA

GHOST SHIP (2002, Steve Beck) Barco fantasma

GHOST SHIP (2002, Steve Beck) Barco fantasma

GHOST SHIP (Barco fantasma, 2002. Steve Beck) –nada que ver con la película dirigida por Mark Robson en 1943- es una película desconcertante. Mas allá de los enormes servilismos que encierra como producto de consumo dentro del cine de terror más reciente –personajes esquemáticos, propensión a sustos fáciles, argumentos poco meditados, inclinación hacia los efectos especiales…-, lo cierto es que discurre hasta confluir en un balance final tan desigual como atractivo en ocasiones y, sobre todo, inclina sus características en una extraña actualización de aquellos títulos escorados hacia la serie B, tan populares en la década de los años 50 –más de uno ha citado a este respecto el nombre de William Castle, y creo que con bastante pertinencia-.

Ni que decir tiene que nos encontramos con un producto que se asemeja con tantos y tantos equivalentes dentro del género, marcando un guión más o menos hilvanado que sirve para exponer la andadura de un grupo de personajes – estereotipos en medio de un medio hostil y macabro, con consecuencias tan aparentemente pavorosas como en muchas ocasiones previsibles. Sin embargo, y con todas estas debilidades de partida, conviene hacer algunas matizaciones. En primer lugar, y contra lo que es habitual en el cine de nuestros días –que tiene en sus dilatados metrajes uno de sus handicaps más notorios- a GHOST SHIP da la impresión de que le falta duración. Cierto es que su desarrollo se devora con facilidad –y ello es fundamentalmente mérito de un montaje eficiente-, pero no cabe duda que con unos quince minutos de mayor duración, la película probablemente hubiera podido ganar en densidad. Pero ya dentro de ese cómputo de algo más de 80 minutos, lo cierto es que el film de Steve Beck –director también de THIRTEEN GHOST (Trece fantasmas, 2001), remake de la película homónima de Castle-, comporta una notable fluctuación en su ritmo. Y lo peor que le puede pasar es que sus mejores momentos tengan lugar en la secuencia de apertura –algo en lo que todos coinciden-. Con unos títulos de crédito y una ambientación que nos remiten a los melodramas típicos de inicios de los sesenta –como los que dirigió Delmer Daves para la Warner-, muy pronto en ellos se desarrollará una secuencia impactante y muy medida en su planificación y alcance, que nos llevará a la actualidad. Aquel barco que en 1962 vivió un hecho horrible, es encontrado por un joven que ofrece la noticia a un grupo de rescatadores de barcos –comandado por el veterano Murphy (Gabriel Byrne)-. Es a partir de ahí –y de forma bastante apresurada, incluso en la dosificación de sus planos-, como se inicia el lado aventurero de la película, que culminará con el encuentro de un espectacular crucero llamado “Antonia Graza”, al que intentarán remolcar y llevar a costa, ya que según el derecho marítimo al encontrarse en aguas internacionales, ellos serían los legítimos propietarios del mismo.

A partir de ahí, paulatinamente se irán introduciendo las pinceladas fantastiques, con la visión fugaz que detecta Maureen –Julianna Margulies-, una de las componentes del grupo, de la figura de una niña. Poco a poco, y junto con el descubrimiento de un entorno bastante siniestro, se harán presente rasgos y detalles fantasmales por parte de todos los componentes de la expedición, que incluso irán eliminando paulatinamente a varios de ellos, y en donde el descubrimiento de un importante cargamento de oro ejerce como auténtico catalizador. A partir de ello, la película oscila en su interés con momentos muy bien planificados –los instantes previos al encuentro de Maureen con la niña en el que fue su camarote; la trasformación de la sala de baile que culminará con la muerte de uno de los expedicionarios, instado por el espectro de la cantante del salón-, alcanzando un ritmo adecuado, y donde una atmósfera siniestra y malsana se adueña de la planificación. Lamentablemente, ese ritmo se pierde según vamos llegando a una conclusión bastante atropellada y de planteamiento poco creíble, que nos llevará incluso a contemplar una secuencia lamentable, en la que la niña acompaña a Maureen a una mirada retrospectiva de los hechos horribles que marcaron la historia de este buque. Un fragmento este marcado por los peores cliché del cine comercial de los últimos años, y que me sorprende que no se advirtiera sobre su carácter chirriante en los pases previos de proyección.

En cualquier caso, y con esta extraña sensación de haber desaprovechado la oportunidad de llevar a cabo un sólido cuento de terror que lograra actualizar la célebre leyenda del Mary Celeste, lo cierto es que pese a ello no se pueden desdeñar los esporádicos aciertos de un producto del que, al menos, se agradece el hecho de inclinarse hacia unos postulados entrañables dentro de los modos de producción del cine de Hollywood de hace décadas. Lástima que esa afinidad parezca inclinarse a un entorno no especialmente distinguido de esa serie B y, sobre todo, no se alcance la lucidez de plantearse que aquellos referentes ya no tienen cabida en el cine de consumo de nuestros días.

Calificación: 1’5

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