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CINEMA DE PERRA GORDA

SHERLOCK HOLMES FACES DEATH (1943, Roy William Neill) Sherlock Holmes desafía la muerte

SHERLOCK HOLMES FACES DEATH (1943, Roy William Neill) Sherlock Holmes desafía la muerte

SHERLOCK HOLMES FACES DEATH (Sherlock Holmes desafía la muerte, 1943. Roy William Neill) resulta para mí un caso paradigmático de una circunstancia reconozco muy personal. Se trata de mi impresión al contemplar algunas de estas adaptaciones de la Universal de novelas de Sir Arthur Conan Doyle, en las que detecto que el servilismo hacia la figura de su protagonista –Sherlock Holmes-, de alguna manera entorpecen en su –por otro lado lógica- inclinación hacia el investigador algunos buenos relatos de misterio que por sí mismos ya adquieren la suficiente atmósfera e interés. En esta ocasión, las imágenes de apertura de esta película ratifican esta singularidad, ya que por sí mismas contribuyen a introducir al espectador en un contexto numinoso y oscuro, probablemente más atractivo que tantas y tantas producciones ligadas al cine de terror firmadas en aquellos años por dicho estudio. Una panorámica nos introduce al rótulo de una vieja taberna. Ya en el interior un cuervo cercano al aliento de la sangre tendrá un incidente con uno de los clientes, y ese hecho tan extraño permitirá a otro de ellos evocar la mansión casi maldita de los Musgrave, plasmada en la pantalla con unos amenazantes planos de acercamiento hacia la misma desde su lúgubre jardín de entrada. Es sin duda un atractivo inicio que nos llevará al interior de la misma en donde los hermanos propietarios manifiestan una discusión entre ellos, ya que la hermana menor está ligada a uno de los soldados allí residentes, ya que dicha mansión se encuentra utilizada como hospital de recuperación de soldados en la que se encuentra ejerciendo el Dr. Watson (Nigel Bruce).

 

La llegada de Sherlock Holmes (Basil Rathbone) por la indicación de Watson, pronto le llevará a descubrir el primero de los tres cadáveres que violentarán unas dependencias por otra parte dominadas por los malos augurios –el enfrentamiento entre hermanos, las extrañas reacciones psicóticas de los soldados, la presencia de una extraña pareja de mayordomos que vigilan las acciones de todos los presentes, unas estancias angostas que esconden intrincados pasadizos y sótanos en los que el paso del tiempo parece haberse detenido-. A partir de estos elementos, Roy William Neill urde con mano experta una historia en la que resaltará la potenciación de todos estos elementos familiares por otra parte en su reiterada apuesta por el cine de misterio, en el que tiene un especial énfasis la crueldad y relativa originalidad con la que aparecen los asesinatos –el primero de ellos cubierto bajo un manto de hojas secas, el segundo es descubierto por el cuervo que nos ha sido mostrado en los primeros instantes del film-, el aprovechamiento que se realiza de la escenografía del interior de la mansión –los casi abisales sótanos y subterráneos, la presencia de un salón cuyas baldosas ejercen como improvisado y siniestro tablero de ajedrez-, o el gusto del director por el detalle –ese ovillo de hilo que deja entrever la falsedad del gesto de dormido de uno de los internos; la aguja que finalmente servirá como referencia de los extraños crímenes-.

 

Sin embargo, ello no evita que una vez más nos encontremos con un Sherlock Holmes antipático y distante –la secuencia final desarrollada en una cripta del interior de la mansión es reveladora en este sentido de dicha característica, además de resultar bastante inverosímil-, que los personajes aparezcan descritos con escasa densidad y que ciertas peripecias aparezcan bastante pilladas por los pelos. Es, sin duda, la consecuencia de unas películas dominadas por el ámbito de la serie B, en las que lo brillante y lo formulario en ocasiones aparecen casi en el mismo plano pero que, pese a todo, se erigen como productos relativamente inspirados que, más de seis décadas después de su realización, mantienen vigente esa capacidad que tenía su habitual realizador para alcanzar a través de su modesta pero atractiva puesta en escena, un interés suplementario al propio hecho de trasladar a la pantalla una historia del conocido y siempre sagaz –y a mi juicio molesto- detective. Por encima de ese tinte de valoración tan personal en torno a la figura de su protagonista, no se puede negar la moderada pero estimulante eficacia de este SHERLOCK HOLMES FACES DEATH, que quizá no sea el mejor título de la larga serie de apuestas de la Universal con este personaje, pero tampoco su exponente menos atractivo. Consignemos finalmente la presencia en una de sus secuencias, de decorados exteriores ya mostrados en FRANKENSTEIN (El doctor Frankenstein, 1931. James Whale) –utilizada en tantas y tantas ocasiones, y al parecer incluso procedente entonces de una película anterior-, y la presencia como insólito y ocasional poeta – mayordomo, de Halliwell Hobbes, casi recién salido de un rol homónimo en la estupenda THE UNDYING MONSTER (1942, John Brahm). Al parecer, los perfiles que dominaban ambos personajes fueron referentes en la trayectoria cinematográfica estadounidense de este intérprete de la escena británica.

 

Calificación: 2’5

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