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CINEMA DE PERRA GORDA

SUEZ (1938, Allan Dwan) Suez

SUEZ (1938, Allan Dwan) Suez

Lo primero que sorprende en SUEZ (1938, Allan Dwan) es su desmarque de la pesadez que, en líneas generales, caracterizaban las grandes producciones de época realizadas en aquellos años treinta en estudios como la Metro Goldwyn Mayer. Me viene esta impresión a la mente al comparar el brío y en buena medida la desdramatización que define el siempre fresco metraje del film de Dwan, con propuestas tan pomposas como las que podría ejemplificar títulos como la coetánea MARIE ANTOINETTE (María Antonieta, W. S. Van Dyke, 1938), también con la presencia de Tyrone Power. En su oposición, el veterano pionero logra articular una superproducción que en todo momento elimina el molesto artificio que por lo general se adueñaron de este tipo de productos, aportando ligereza y reflexión histórica de forma paralela –con todas las licencias que estas pudieran albergar en la visión que la película ofrece de personajes como Eugenia de Montijo (encarnada en el film por una estupenda Loretta Young) o el que sería su propio esposo Napoleón III (Leon Ames)-. Ese recuerdo a la presencia de conocidos referentes de la historia de la segunda mitad del siglo XIX, que puede ir desde el novelista Víctor Hugo o el propio primer ministro Disraelí, son asideros y recursos –trasladados como guión de la mano del experto Philip Dunne- de los que se sirve esta superproducción de Darryl F. Zanuck, a la hora de articular un relato atractivo, caracterizado por un ritmo trepidante, dominado igualmente con un extraño vitalismo interno, y que en su metraje de poco más de noventa minutos ofrece elementos y situaciones para haber planteado una duración mucho más extensa. Sin embargo, la concisión que plantea la película –y por la que el propio Dwan apostó contando para ello con el apoyo del propio Zanuck-, con el paso de los años se revela como uno de sus más firmes aliados, llevándonos a evocar en el ritmo de la sucesión de sus episodios, nada velados ecos centrados en la eficacia del cine mudo.

 

SUEZ narra la trayectoria del creador del conocido canal de Suez, Ferdinand de Lesseps (un realmente notable Tyrone Power), hijo de un conocido representante de la Asamblea Francesa. Este será destinado como embajador en Egipto, lugar donde nuestro protagonista ideará la posibilidad de construir un canal que supusiera una considerable ventaja dentro del transporte marítimo internacional. A partir de esa premisa, nadie puede negar que nos encontramos con una producción que desea aunar cine espectáculo, y que en última instancia se plantea como una apuesta para el desarrollo de ciertos episodios en los que el departamento de efectos especiales ofrezca el esplendor de un estudio. Sin dejar de reconocer esta tan previsible como legítima aspiración de los responsables de la 20th Century Fox, lo cierto es que se puede atender a la inteligencia de su puesta en marcha o la contundente eficacia de su resultado, comparándolo por ejemplo con otra conocida producción de la Metro –no quiero parecer demostrar manía con el estudio del león, ni con la figura del apergaminado W. S. Van Dyke- como SAN FRANCISCO (1936), en la que apenas unos minutos finales admirables que mostraban la furia del movimiento sísmico protagonista, podían permitir salir del aburrimiento de hora y media precedente. Por el contrario, el film de Dwan sabe navegar en los meandros de la historia, se muestra totalmente fluido en la sucesión de episodios, y resulta francamente interesante en su alegoría sobre los peligros del poder y el juego arbitrario y deshumanizado de la política, facetas ambas ante las cuales se revelará la nobleza en las intenciones de Lesseps.

 

Todos esos matices se ligarán en torno a la dualidad amorosa que presidirá su relación con la mencionada Eugenia, a la que en un brillante apunte de guión –la consulta de esta y también de Ferdinand con un adivino que se encuentra en una fiesta palaciega- anunciará su inclinación por las ventajas de la vida en la corte. Por su parte, en su estancia en Egipto, nuestro protagonista conocerá a la joven plebeya Toni Pellerín (una sensual Annabella), a la que tomará como una fiel amiga y procurará para ella una educación esmerada –llevándola a estudiar a un colegio londinense-, sin advertir que esta siempre ha visto en el aguerrido Lesseps a su auténtico amor. Será una circunstancia que este advertirá demasiado tarde, al comprobar como llegará a sacrificar su vida para poder salvar la suya. Y lo hará en el magnífico episodio de la tormenta que destruirá todos los trabajos desarrollados hasta ese momento, y que está plasmada con una contundencia y credibilidad pasmosa, erigiéndose además como una auténtica catarsis en función de las dificultades que el proyecto ha venido sufriendo a partir del corte en el suministro económico para la obra por parte de las autoridades francesas. Será sin duda un fragmento dominado por una espectacularidad que no olvida el alcance de credibilidad de esta rebelión de la naturaleza. En su rededor, destacará la lucha que mantendrá contra la fuerza de la tormenta, logrando atar a Lesseps a un poste y protegiéndole con ello de una muerte segura –dejo para personas más avezadas el análisis de la sexualidad subyacente en esta admirable escena-. Será un punto y casi final, pero por fortuna no supondrá más que un punto y aparte. Nuestro protagonista sobrevivirá a este trágico episodio totalmente traumatizado, aunque en su mirada final a esa obra ya concluida, más que asumir el profundo orgullo de haberla llevado a cabo, su rostro se vea demudado de dolor y añoranza hacia esa Toni, a la que tiempo atrás había asegurado que juntos vivirían la realización de ese sueño personal.

 

Perfecta combinación de superproducción, relato histórico, insólito triángulo amoroso y producción de época, SUEZ se revela como una brillante demostración del talento de Allan Dwan, un realizador familiarizado con producciones de bajo presupuesto, a la hora de insertarse en un contexto de gran producción. Cierto es que de haber caído esta misma película bajo las manos de Henry King, su resultado hubiera ofrecido un semblante más denso y al mismo tiempo reflexivo. Sin embargo, no es menos evidente que su artífice confiere a sus imágenes una textura y ritmo cinematográfico bastante desusado en el cine de aquella época. Quizá por ello, a más de setenta años desde su realización, la película aparezca no solo de notable eficacia, sino que deviene de una frescura inusitada.

 

Calificación: 3

1 comentario

westerner -

Bastante buena aunque el personaje de Toni no logra la hondura sentimental en su relación con Tyrone Power ni el peso dramático que la película pretende. Además algunos momentos de carácter político y poco interés ralentizan el ritmo narrativo. Pese a esto es una agradable y lujosa producción Zanuck que supera con creces la tediosa SAN FRANCISCO como bien mencionas aunque queda por debajo de títulos tan estimables y poco recordados como UNTAMED y KING OF THE KHYBER RIFLES del magnífico Henry King.