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CINEMA DE PERRA GORDA

MORGAN, A SUITABLE CASE FOR TREATMENT (1966, Karel Reisz) Morgan, un caso clínico

MORGAN, A SUITABLE CASE FOR TREATMENT (1966, Karel Reisz) Morgan, un caso clínico

¡Que ganas tenía de poder ver esta película! En la memoria de todo aficionado hay títulos que desea contemplar y que, por unas causas o por otras, no se encuentran disponibles de ninguna de las maneras. Una de ellas lo fue –y sigue siéndolo, aunque intuyo una no muy lejana edición digital de la misma- MORGAN, A SUITABLE CASE FOR TREATMENT (Morgan, un caso clínico, 1966), la película que Karel Reisz firmó tras la entonces masacrada NIGHT MUST FALL (1964) –que a mi me sigue pareciendo su obra cumbre-, y antes de adentrarse en el terreno de la qualité y el enfrentamiento con sus productores que le proporcionó su un tanto avejentada, aunque no desprovista de interés, ISADORA (1968). Presentada en el Festival de Cannes de dicho año –donde obtuvo el premio a la mejor interpretación femenina-, cosechó una cálida acogida, erigiéndose en uno de los exponentes seminales de un Free Cinema que ya había fenecido, fundiéndose con el espíritu del Swinging London. Sin embargo, ese prestigio con el paso de los años fue cayendo en el olvido, de la misma manera que durante los años setenta y ochenta fue decayendo la valoración del cine inglés de los sesenta. Pero es más, aún reconociendo la justa reivindicación que en los últimos años ha merecido la andadura y postrimerías del Free…, lo cierto es que MORGAN… no se beneficiado aún de la misma… por el simple hecho de no poder ser accesible al espectador o aficionado. Es más, que yo recuerde, tan solo se ha proyectado en una ocasión en las pantallas televisivas –allá por la segunda mitad de los setenta-, lo que da una idea del escaso margen de visionado que atesora un título de culto, pero del que se ha hablado más “de oídas” que otra cosa –en algunas críticas se señalaba incluso que Albert Finney era su protagonista-.

Todo ello, acrecentaba mi interés pero también mi temor, en la medida que había leído algunos comentarios en torno a la influencia “lesteriana” del film, y la intuición de que la misma hubiera envejecido más de lo debido. Quizá eran temores infundados, sabiendo que tras la cámara se encontraba Karel Reisz, uno de los grandes nombres del cine europeo, checoslovaco de nacimiento y británico y posteriormente americano de adopción. Un cineasta errante que –como los casos de Alberto Cavalcanti o Alexander Mackendrick-, tuvo en las islas primero el emerger como crítico, teórico del lenguaje cinematográfico –célebre es su libro sobre el montaje- y cineasta. Hecho todo este preámbulo, me alegra admitir que MORGAN… es una película brillante, extraordinaria en algunos de sus pasajes, y que pese a ciertas licencias visuales –que también fueron utilizadas en títulos previos como TOM JONES (1963, Tony Richardson), y que justo es señalar, en su mayor parte se integran con más pertinencia de la previsible-, mantiene en forma considerable su vigencia como propuesta narrativa y también el alcance de su bagaje transgresor, al tiempo que supone un eslabón más dentro de la galería de personajes desequilibrados o pertenecientes a una forma de pensamiento paralela al de la colectividad que constituyó el tema central de la obra de su cineasta.

De entrada, la película posee uno de los más hermosos planos del cine inglés de la década de los sesenta –el que describe de forma ascendente el seto que forma la hoz y el martillo en flor, y que el protagonista realiza una vez ha sido internado en un psiquiátrico, sin que el resto de pacientes y visitantes adviertan sus intenciones, ayudado por el bellísimo tema musical de John Dankworth. Será el triunfo final de Morgan Delt (un excelente David Warner, en el rol más importante de su no demasiado relevante carrera cinematográfica), un joven de extracción obrera y orígenes reivindicativos, que en el inicio del metraje, sin él saberlo –ha sido destinado a un viaje a Grecia- se encuentra con que su mujer –Leonei Delt (maravillosa Vanessa Redgrave)- ha logrado su divorcio, ya que se encuentra saliendo con el galerista de arte Charles Napier (Robert Stevens). Será este el punto de partida para que se vayan mostrando diversos episodios, a cual más absurdo y delirante, en la lucha de Morgan para recuperar el amor de una esposa que ya no lo quiere, pero que en todo momento reconoce sentir simpatía e incluso complicidad con su exmarido. La película parte de un guión de David Mercier –uno de los componentes de la denominada “escuela del fregadero”-, planteando en su vertiente más clara el concepto de lucha de clases, pero imbuyendo su desarrollo dentro de un sustrato muy cercano al absurdo planteado por escritores como Samuel Beckett –que en aquellos años expresó sus pinitos cinematográficos- o Ionesco. Esa capacidad transgresora, es plasmada en la pantalla por Reisz con el uso de elementos de montaje –fotos fijas, acelerados de cámara, sobreimpresiones-, intentando en ciertos momentos –las persecuciones que se muestran, el instante en que una explosión detona contra la suegra del protagonista- evocarnos el universo slapstick –al que ayuda no poco la contrastada fotografía en blanco y negro de Larry Pizer-. Al proponer un universo tan caótico y absurdo como el que describe Morgan para el conjunto de su sociedad –y, por ello, su rol servirá para mostrarnos los defectos consustanciales a la personalidad británica-, Reisz apuesta fuerte a la hora de plasmar visualmente ese contraste. Para ello recurrirá a la fuerza del montaje, a la presencia de esas recurrentes imágenes de gorilas, que en el fondo no ejercen más que como metáfora de la condición humana, y a un caótico desfile de situaciones, sobre cuyo control y pertinencia se revela la mano casi maestra de un cineasta al que se le escapa poco del dominio de una propuesta que estando situada en las corriente fílmicas de su tiempo, sabe emerger con personalidad propia, destilando un discurso tan divertido en sus costuras como triste y melancólico en su fondo.

MORGAN… alcanza por ello la perdurabilidad de una obra valiente y mordaz, en la que la mezcolanza de elementos e influencias son manejadas con mano inspirada por su director, ratificando el hilo vector que ya había descrito en sus dos obras maestras previas –a través de los personajes encarnados en ambos films por Albert Finney-. Al igual que en aquellos, pero con ropajes de comedia enloquecida, describe a viejas burguesas, seres decadentes y contextos propios de una Inglaterra que se encuentra muy lejos de la imagen que se nos quería en aquellos años transmitir de la misma. Y en su interior se escondían almas rebeldes e inadaptadas, que quizá encontraban en dicho marco de aparentes libertades una oportunidad para exteriorizar ese extraño comportamiento y, con él, el valor de la diferencia, de la oposición a unos condicionamientos marcados por las clases dominantes, para someter y hacer discurrir por el sendero de lo que ellos dominan. Y es en ese aspecto temático, donde la película plantea el origen comunista de Morgan y su familia –de la que sobrevive su madre-. Será un elemento que propiciará esa maravillosa conclusión, pero también un episodio hilarante –el que por medio de la imaginación de Morgan, este se ve a punto de ser asesinado por numerosos compañeros de partido-. Pero dentro de dicho sustrato encontraremos episodios extraordinarios, en donde se revela ese extraño sentido lírico de Reisz –el que mostraba el gesto de rebeldía final de Arthur Seaton en la canónica SATURDAY NIGHT AND SUNDAY MORNING (Sábado noche, domingo mañana, 1960)-, en esta ocasión en la visita de Morgan y su madre a la tumba de Marx en el cementerio londinense de Highgate –entrañable el comentario de su madre cuando intuye la cercanía de su muerte, añadiendo “y ni siquiera tengo el consuelo de creer en la otra vida”, en el que quizá aparezca como el fragmento más hermoso del film-, o en las secuencias desarrolladas en el campo de Gales, en las que Morgan secuestra a su ex esposa, intentando una oportunidad para el amor ante ella –que además incluyen la perfecta incorporación de ciertos insertos de films de Tarzán-.

Es justo reconocer que cuando uno contempla MORGAN, A SUITABLE CASE FOR TREATMENT, atisba ecos de títulos notables como BILLY LIAR (Billy el embustero, 1962, John Schlesinger) o el más insustancial aunque simpático THE KNACK (El snack, y como conseguirlo, 1965. Richard Lester). Sin embargo, la película de Reisz sobresale sobre ellas, planteando además elementos mucho más complejos, dejando entrever por un lado su destreza en el montaje, la capacidad de descripción de un universo en descomposición, de personajes que chocan con ese mismo marco de desarrollo y, en última instancia, la comprensión que demuestra al penetrar en el interior del pensamiento y la mente de sus criaturas. Una vez más, la espera ha merecido la pena. Karel Reisz me ganó de nuevo, y lo celebro.

Calificación: 3’5

1 comentario

JORGE TREJO -

ESTE FILM LO VI EN SU TIEMPO Y SÓLO RECUERDO QUE ME GUSTÓ SU TEMA Y LA INTERPRETACIÓN DE DAVID WARNER