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CINEMA DE PERRA GORDA

SUSAN SLEPT HERE (1954, Frank Tashlin) Las tres noches de Susana

SUSAN SLEPT HERE (1954, Frank Tashlin) Las tres noches de Susana

Cuando Frank Tashlin asume la realización de SUSAN SLEPT HERE (Las tres noches de Susana, 1954), ya había dejado tras de si una importante andadura como especialista en el cartoon, así como un total de cuatro títulos firmados como tal director, más el crédito no concedido por la co realización de THE LEMON DROP KID (1951), una vez su director, Sidney Lanfield culminó su puesta en marcha. Su resultado provocó tal desagrado a su protagonista, el actor cómico Bob Hope, que este pidió a Tashlin que intentara salvar su conjunto del desastre, aspecto por el cual nuestro director señala tuvo que realizar de nuevo dos tercios del metraje. Aunque en los títulos que precedieron a SUSAN… se encuentra uno que me gustaría contemplar –MARRY ME AGAIN (1953)- y otro bastante simpático en el que el cineasta utilizó por vez primera el color y el gusto por el private joke cinematográfico –SON OF PALEFACE (El hijo de Rostro Pálido, 1952)-, creo que me equivoco poco si señalo que es en el film que nos ocupa, donde Frank Tashlin sienta de manera definitiva las bases de su estilo, sus inquietudes, y su propia visión caústica de la sociedad que le rodeaba, al tiempo que sigue manteniéndose como una comedia dotada de un buen ritmo y una cierta modernidad en su construcción y desarrollo. En definitiva, con ella se abrió la puerta de un auténtico estilo a la hora de adentrarse como uno de los máximos renovadores de la comedia americana ya en la década de los cincuenta. Y todo ello, a partir de esta propuesta de base teatral –un vodevil cómico obra de Steve Fisher-, que el cineasta logra sublimar a través de una casi constante inventiva narrativa.

SUSAN SLEPT HERE da comiendo con la narración en off de una estatuilla de los Oscar. Si, me expreso perfectamente, al destacar y satírico relato del galardón que caerá en manos del guionista Mark Christopher (Dick Powell), aunque el narrador prefiriera caer en manos de la opulenta ganadora en la categoría de actriz secundaria –que situará el Oscar entre sus pechos-. El relato en over nos señalará la crisis creativa mantenida por Christopher, quien dejará el estudio en donde se encontraba contratado, decidiendo escribir por su cuenta en su propio y lujoso domicilio –un nada casual apunte al contexto de la transformación industrial que vivía ya en aquellos años la industria de la pantalla-. Nos encontramos en fechas navideñas, y en el pequeño microcosmos del galardonado guionista, se encuentra su secretaria Maude (Glenda Farrell) –una veterana solterona de tanta lucidez como afición al alcohol- y su ayudante Virgil (Alvy Moore), que en realidad no ocupa ninguna función específica, aunque se encuentra contratado por la amistad que le une a Mark desde los tiempos en que ambos fueron compañeros en la marina. Pero hay un personaje más, que de forma latente ejercerá como auténtico tormento entre todos ellos; la acaudalada prometida del guionista –Isabella (Anne Francis)-, hija de un senador demócrata, y desde muy pronto descrita en un carácter posesivo en torno al eterno solterón que es, en realidad, Christopher.

Todo ese panorama característico de su entorno habitual, quedará súbitamente puesto en tela de juicio cuando un par de policías atiendan una lejana llamada del guionista, y le dejen a una joven de diecisiete años durante las fechas navideñas, para inspirarle con ello logra un tema para su guión, al tiempo que realizar una labor caritativa, antes de que la muchacha vaya a ser ingresada en un orfanato. Más allá de lo poco convincente de la manera con la que se introduce el personaje –aunque ello permita uno de los gags más divertidos del film, cuando en la parte final del mismo veamos a uno de estos dos agentes degradados al dirigir el tráfico callejero; algo que casi una década después retomaría en la excelente WHO’S MINDING THE STORE? (Lío en los grandes almacenes, 1963)-, lo cierto es que supondrá el aterrizaje de Susan (Debbie Reynolds) en el seno de este atractivo vodevil en el que Tashlin demuestra un notable talento a la hora de filmar las entradas y salidas de los actores dentro de un escenario casi único –el salón de la residencia de Christopher-, dentro de un constante abrir y cerrar de puertas. Lo hará además, utilizando por vez primera de una manera muy personal, la intensidad cromática de un color sorprendentemente firmado por el maestro de la fotografía en b/n Nicholas Musuraca –ayudado por el técnico de color James Gooch-, que llevará inequívocamente marcado el sello de su realizador. A todos estos elementos, habrá que sumar de un lado el acierto en la utilización de la escenografía de interiores –atención a esas mascaras tribales que se ubicaran en instantes determinados del film, subrayando el carácter de representación de sus personajes-, e igualmente la musicalidad que presidirán algunos de los instantes, en donde Tashlin desplegará un experto manejo de la cámara –la secuencia en la que Susan prepara el desayuno a Mark y este se levanta mientras escuchan ambos una canción por la radio, será quizá el ejemplo más revelador y notable de este enunciado-. Y ya en aquellos primeros compases como realizador de largometrajes, Tashlin daba muestras de su querencia por la lucha contra los objetos, como esas pelotas de golf que, lanzadas por Susan intentando aprender dicho deporte, lanzará involuntariamente contra el acuario, de donde emergerá una pequeña catarata de agua, o el detalle de la llegada de Christopher desde el ascensor, donde uno de sus pequeños regalos navideños parecerá inicialmente que forma parte del sombrero de una de las ocupantes del ascensor. Esa lucha contra los objetos también tendrá su expresión en la violenta llegada de Isabella al domicilio de ese prometido ya ha casado con Susan, destrozando los dos grandes portarretratos que llevan insertos fotos de ella.

El film de Tashlin incluye asimismo una secuencia de fantasía musical –ilustrando un sueño de la protagonista-, muy al modo de ejemplos de inmediato éxito precedente, como el de THE 5,000 FINGERS OF DR. T (Los 5.000 dedos del Dr. T, 1953. Roy Rowland), en donde se escenifican las dudas de Susan una vez ya se ha casado, a la hora de consumar su matrimonio. Un matrimonio al que se aferrará, demostrando que bajo su aparente inocencia se esconde un joven y prometedor exponente del más temible matriarcado USA. En este sentido, la capacidad demostrada por parte del realizador a la hora de plasmar desagradables roles femeninos, tiene en esta película un notable exponente. Una referencia además que aúna constantes citas cinematográficas, que van desde actrices como Jane Russell –a quien no se deja en demasiado buen lugar-, la nula importancia real del Oscar –el instante en que la joven dejada bajo la responsabilidad de Christopher, machaca nueces con la estatuilla-, o el aspecto alienante de la televisión –ejemplificado en la divertida secuencia en la que Dick Powell imita de manera ridícula los diálogos que había propiciado a una lejana película protagonizada por Fred Astaire, mientras Susan lo contempla agazapada tras la puerta. Y es en el aspecto en el que se centra la relación existente entre los dos protagonistas, donde SUSAN SLEPT HERE adquiere un notable interés. Hay quien ha cuestionado la valía de las performances ofrecidas por Powell y la joven Reynols en el film. No seré yo quien lo haga, estableciéndose entre ellos una química que permitirá establecer por un lado una reflexión sobre la significación de la veteranía en el contexto de la juventud. Para ello la película acogerá el protagonismo de un Powell del que recordaremos su cercana encarnación de escritor en la extraordinaria THE BAD AND THE BEATIFUL (Cautivos del mal, 1952. Vincente Minnelli), mientras que ese contraste generacional servirá cuatro años después para otra atractiva comedia, dirigida en esta ocasión por Blake Edwards, en la que la Reynols será emparejada por Curd Jurgens. Me estoy refiriendo a THE HAPPY FEELING (La pícara edad, 1958). Dicha circunstancia pondrá en tela de juicio una rápida relación amorosa –en el que no faltará la ausencia de verosimilitud a la hora de otorgar a Powell treinta y cinco años, en vez de los cincuenta que tenía a la hora de rodar la comedia-, permitirá instantes divertidos visualmente, como el abrazo que permitirá comprobar la diferencia de estatura entre ambos, al tiempo que el equívoco, cuando a la vivienda de Christopher llegue su abogado y Virgil. Pero al mismo tiempo, ya en esta película podremos atisbar ese rasgo de sensibilidad que, en determinadas ocasiones, nos ratificaban que Frank Tashlin fue un cineasta dotado para el melodrama, cuya máxima expresión estuvieron presentes en la magistral THE GEISHA BOY (Tu, Kimi y yo, 1957), pero que se extenderían con mayor o menor grado de acierto en otros de sus títulos, incluso en aspectos insertos en la desopilante THE DISORDELY ORDELY (Caso clínico en la clínica, 1964).

Así pues, entre una constante sucesión de private jokes –la llamada de Virgil a Louella Parsons, la presencia en un Cameo del cómico Red Skelton, encarnando la extravagante conquista que acabará con la soltería de Maude-, SUSAN SLEPT HERE se erige quizá como el primer exponente maduro en la filmografía de Frank Tashlin.al mismo tiempo, deja las puertas definitivamente abiertas de su mundo narrativo, visual y temático y, justo es reconocerlo, se erige como una de las comedias que contribuyeron a la ya casi inminente renovación del género en USA, al tiempo que su vigencia como tal exponente resulta casi inapelable, esperando el espectador que entremedias de sus secuencias aparezca Jerry Lewis. Lo haría de inmediato, en ARTISTS AND MODELS (1955)

Calificación: 3

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