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CINEMA DE PERRA GORDA

CRY WOLF (1947, Peter Godfrey) [El aullido del lobo]

CRY WOLF (1947, Peter Godfrey) [El aullido del lobo]

Como en tantas producciones cinematográficas, hay en CRY WOLF (1947) dos películas o, mejor dicho, dos intenciones, agazapadas en la misma producción de la Warner, hasta el punto de que los logros de una de ellas se ven enturbiados por las deficiencias de la otra. Y es que, en definitiva, esta propuesta dirigida por el británico Peter Godfrey (1899-1970), se inserta por pleno derecho dentro del ámbito del melodrama noir aunado con el cine de misterio y de vertiente psicológica, tan en boga dentro del cine USA desde inicios de la década de los cuarenta. En esta ocasión nos situamos en un terreno boscoso canadiense, donde se encuentra la mansión de los Caldwell Demarest, a donde acude Sandra (Barbara Stanwyck), conocedora de que ha muerto James, su joven esposo, con el que se casó cinco meses antes. De forma inesperada para su tio Mark (Errol Flynn), esta presentará sus credenciales como tal consorte, aunque dicha boda fuera únicamente por interés, ya que el desaparecido contrajo nupcias para ayudarla económicamente, y con el secreto motivo de contrariar los posibles planes de herencia de Mark. Pese a las reticencias de este, Sandra se quedará en el amenazante edificio, trabando amistad con la hermana pequeña del desaparecido –Julie Demarest (Geraldine Brooks, en su debut en la gran pantalla)-. Junto a ella, comprobará una serie de extraños acontecimientos que tienen como epicentro el laboratorio del regidor del mismo. Unos hechos que llegarán a adquirir un tinte trágico, y en los que Sandra no dejará de verse inmersa, hasta llegar a sobrepasar el límite del raciocinio.

 

Basada en la novela del mismo título de Marjorie Carleton, CRY WOLF expone un relato arquetípico dentro de los parámetros antes señalados, caracterizado por el seguimiento de una serie de constantes familiares a los seguidores del género gótico. La presencia de una mansión amenazadora, personajes inquietantes, miradas ambivalentes. Todo ello irá unido de la mano de la principal cualidad del relato, la cuidada puesta en escena puesta en practica por Godfrey, manifestada en el deseo de proporcionar una auténtica entidad al recinto, mediante la aplicación de una iluminación de matiz expresionista –merced a la aportación como operador de fotografía del magnífico Carl L. Guhtrie-. A ello, le acompañará y contribuirá de manera poderosa la planificación ofrecida por el director británico, caracterizada por el uso de suntuosas grúas en el interior de la mansión, la casi constante disposición de travellings de retroceso, o el complemento de picados y, sobre todo, contrapicados, que se apoyarán de manera palpable en la antes señalada labor de iluminación. Dichas elecciones formales,  proporcionarán en su conjunto un especial atractivo a diversos de los episodios desarrollados en el interior de una edificación que, gracias a ello, alberga una extraña y enfermiza vida propia, como si por momentos nos encontráramos ante una versión actualizada de la casa Usher de Poe. Dentro de dicho contexto, cuando la acción del film se deja llevar por episodios caracterizados por su impronta visual –el recorrido de Sandra y la joven Julie por los pasillos, mientras escuchan un grito en el laboratorio, que emergerá como el primer indicio de la posibilidad de que James quizá no haya fallecido; el magnífico episodio en el que nuestra protagonista asciende por el montacargas interior hasta la antesala del laboratorio, o posteriormente por el tejado exterior del mismo; la breve secuencia del funeral de Julie-.

 

Sin embargo, con resultar atrayente esa decidida apuesta por dotar el conjunto de una lograda espesura visual y una atmósfera que en no pocos instantes se antoja mórbida, lo cierto es que CRY WOLF casi en ningún momento logra superar ese equilibrio entre la espesura de su atmósfera y estilización visual, y la pobreza que emana de su entramado argumental. El hecho de encontrarnos además en un exponente más de una vertiente muy en boga en aquellos años, que tantas grandes películas legó al cine, es el que limita en buena medida la valoración de una película que de manera parcial estrella sus intenciones dentro de la escasa enjundia de su guión. Partiendo de la base de la inadecuación de Errol Flynn –también coproductor del film- a la hora de encarnar a un personaje carente de la necesaria oscuridad, la poca adecuación que en el conjunto alberga la presencia de ese laboratorio escondido en la mansión, lo inoportunas que son en ocasiones las secuencias aclaratorias con diálogo, que en esta ocasión generalmente solo sirven para interrumpir fragmentos en los que la fuerza visual contribuye a dotar de notable atmósfera al conjunto. Y, en definitiva, la pobreza e incluso lo inverosímil que resulta la resolución final de su intriga, hasta el punto de desmerecer el conjunto de una producción en la que resulta irreprochable ese esfuerzo por dotar de entidad propia un elemento tan consustancial al cine de terror –la presencia de una mansión amenazadora-, que quedará diluido por la superficial prestación de sus personajes –hagamos excepción del que encarna con su habitual fuerza la Stanwyck y el atormentado de la joven hermana del fallecido-. Esa incapacidad por huir de una galería de roles carente de fuerza –la inoperancia del hermano senador de Mark, lo convencional de la siniestra ama de llaves vestida de negro, la casi ridícula peripecia final en la que la intriga ofrecerá un giro de percepción de ciento ochenta grados, son elementos que lastran el esmero y cuidado puesto en marcha por un realizador merecedor de disponer mejores materiales dramáticos para su plasmación en la pantalla, pero que al mismo tiempo logró dotar de un relativo interés a un argumento que en manos de otro realizador, estoy convencido que hubiera generado un resultado carente de interés.

 

Para finalizar, señalar que su título original CRY WOLF, en modo alguno responde al argumento del film, quedando como una metáfora en torno a esa llamada de un ser recluido en apariencia y en el fondo protegido de su propia maldición.

 

Calificación: 2’5

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