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CINEMA DE PERRA GORDA

VULCANO (1950, William Dieterle)

VULCANO (1950, William Dieterle)

En la historia del cine, hay películas a las que parece que sus azarosas circunstancias de producción proporcionaron un plus de mitificación, independiente de la valoración de sus resultados. Sin embargo, es más amplia la relación de otros exponentes en los que dichas dificultades, por el contrario, fueron en contra de la debida consideración de sus resultados. VULCANO (1950) se encuentra inserta de pleno derecho en el segundo de estos apartados, siendo la primera de las incursiones del alemán William Dieterle –ya varios años establecido en Hollywood- en tierras italianas –la siguiente sería la excelente y apenas evocada SEPTEMBER AFFAIR (1949), en mi opinión uno de los mejores melodramas de su tiempo y una de las cimas en la filmografía del cineasta-. Sería largo y prolijo enumerar los orígenes de este melodrama que jamás llegó a estrenarse comercialmente en España, y cuyos pormenores se detallan en el magnífico volumen monográfico que Hervé Dumont dedicó a la figura de Dieterle, con motivo de la retrospectiva que sobre su obra se proyectó en el Festival de Cine San Sebastián de 1994. A grandes rasgos señalaremos que la existencia de VULCANO, se centra en el arrebato de venganza que la actriz Anna Magnani exteriorizó contra Roberto Rossellini, cuando la actriz fue descartada para protagonizar STROMBOLI (1950), en detrimento de Ingrid Bergman, conociendo todos el affaire amoroso que mantuvo con la actriz. A partir de ese momento, entra en escena la Paramount y el director Dieterle, llevando a la práctica un melodrama pasional, de claras concomitancias con el célebre referente rosselliniano. Y hay que decir que poseyendo ambos títulos semejanzas y diferencias, he de confesar la grata sorpresa que me ha supuesto la contemplación de esta obra, con la que el cineasta alemán demuestra de entrada un agudo conocimiento de la formulación del cine neorrealista, dando vida un melodrama de fuerte contenido pasional, intercalando en él aspectos y componentes plenamente documentales, y desprendiendo su conjunto una extraña y áspera fisicidad, que a fin de cuentas se erige en su mayor cualidad.

La acción del relato se centra en la isla de Vulcano, que es presentada en los primeros instantes del film mediante una voz en off que describe sus orígenes, su propia y dura forma de vida y su propia singularidad. A la misma regresará escoltada por la policía desde Nápoles Maddalena Natoli (Anna Magnani), dada su condición de prostituta. Desde el primer instante se observará que se trata de una mujer elegante, que contrasta de manera ostentosa con el primitivismo que se manifiesta en la vida habitual de la isla y, de forma muy especial, el puritanismo de sus prematuramente envejecidas mujeres. Sintiendo en carne propia ese rechazo –al discurrir hasta la casa observaremos como vecinas chismosas la observan por ventanas que se van cerrando, entre las descuidadas y en ocasiones casi ruinosas edificaciones. La retornada acudirá a su vieja vivienda, en la que vive su hermana pequeña María (Geraldine Brooks), y el más benjamín de la familia  -Nino (Enzo Staiola), casi recién salido de LADRI DI BICICLETTE (Ladrón de bicicletas, 1948. Vittorio De Sica)-. Pese a la alegría de ambos de recibir a su hermana mayor, pronto irá acrecentándose la abierta hostilidad de la población, unido a la miseria con la que han vivido María y Nino, y la abierta sensación de que no se les quiere ni siquiera darles trabajo para sostenerse mínimamente. Esa sensación irá siendo sufrida de manera especial por Maddalena –el momento en que tiene que renunciar a fumar-, acostumbrada a su vida mundana y de lujos, impensable en la isla. Una población llena de aridez, donde el espectador casi siente en carne propia la fuerza de ese sol abrasador y la inmanente sombra de un volcán que se mantiene como una sombra de siniestra amenaza, solo vigilada por el veterano Giulio (Eduardo Ciannelli) quien a pesar de haber sido abandonado en el pasado por la Natoli, no siente remordimiento alguno por ello, e incluso es el único habitante de la isla que la recibe y valora en su comportamiento. Las hermanas verán como son boicoteadas por la población a la hora de trabajar en las escasas posibilidades que ofrece la isla, hasta el punto de mostrar en dicha actitud un componente de crueldad –la manera con la que asfixian al perro de la familia- e indignidad –la férrea oposición de las vecinas a que la protagonista pueda asistir a misa-. Todo adquirirá un nuevo alcance con la llegada de Donato (Rossano Brazzi), un joven y apuesto hombre de mar que en apariencia se dedica a la captura de esponjas en el fondo del mar, pero que en realidad esconde una peligrosa personalidad, y el deseo de encontrar un botín que se encuentra en el fondo de una embarcación hundida. Será de entrada la posibilidad para que las dos hermanas tengan una ocupación ayudándole en sus buceos, pero pronto se convertirá en la inserción de un triángulo en el que Maddalena conocerá la peligrosidad de Donato, aunque María caiga rendida ante él, provocando con ello una creciente distanciación entre ambas, al tiempo que ante una posibilidad de la mayor de ser autorizada para abandonar la isla –sus habitantes han pedido que la deje-, prefiera declinar la proposición de las autoridades de Nápoles, consciente del riesgo que se cierne sobre su hermana menor.

Ayudado por una espléndida fotografía en blanco y negro de Arturo Gallea, con la oportuna inclusión de fragmentos documentales -esos episodios en los que se describen las tareas de pesca de sus habitantes-, VULCANO deviene un drama bastante inspirado en sus intenciones y, lo que es más importante, perfectamente integrado dentro de la corriente fílmica en la que se insertaba. Salvo en algunas secuencias de interiores en la triste vivienda de los Natoli, cuya planificación adquiere un aura más ligada al cine de Hollywood, en todo momento tenemos la sensación de asistir a un título por completo gestado en Italia. Es más, y sin ánimo de proponer ninguna herejía, con sinceridad creo que poco tiene que envidiar este film de Dieterle al homónimo y más célebre de Rossellini, más ambicioso en su intención y trasfondo. En todo momento se percibe un equilibrio entre intenciones y resultados, ante todo por la fuerza que adquiere un relato que culminará de manera trágica y rotunda –inolvidables los instantes en los que Maddalena deja morir a ese peligroso Donato, cortándole el flujo de oxígeno en su descenso al fondo del mar para recoger el botín anhelado, por el que ha legado a matar a un antiguo compañero de fechorías-.

No vamos a señalar que el film de Dieterle aparezca perfecto –la incorporación del rol que encarna Brazzi, por la propia fisionomía del actor, rompe con esa sensación de autenticidad que hasta entonces ha adquirido el relato-. La inesperada eclosión del volcán resulta chapucera e innecesaria, o incluso la manera con la que se resuelve ese aura misterios que aparecía sobre Donato, y que es descubierta ante María cuando contemple su cadáver, resulta un tanto convencional. Sin embargo, no me cabe la menor duda de que nos encontramos ante una muestra de innegable interés, demostrando que de la matriz neorrealista, podían beber desde la aportación de cineastas incluso llegados desde los propios Estados Unidos, en un drama que tuvo no pocos inconvenientes en dicho país para ser estrenado, hasta que en 1953 fuera exhibido en las pantallas norteamericanas, con una aceptable pero insuficiente acogida, que llevó a que muy poco después su existencia quedara sumida en el olvido durante décadas… Y así seguimos.

Calificación: 3

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