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CINEMA DE PERRA GORDA

CRIMINAL COURT (1946, Robert Wise)

CRIMINAL COURT (1946, Robert Wise)

Cuando Robert Wise asume la realización de CRIMINAL COURT en 1946, ya llevaba tras sus espaldas títulos de mayor enjundia –siempre dentro de los márgenes de la serie B- e incluso algún exponente reputado como la adaptación de Robert Luis Stevenson, THE BODY SNATCHER (1945). Fueron unos años en donde la importancia que el cine adquiría dentro de aquel contexto bélico en la sociedad norteamericana de la época, casi obligaba a los estudios a proveer de multitud de exponentes, en los cuales la producción de complemento de programa doble era tan esencial como la que servía como autentico escaparte dentro de todas las majors. No puede decirse que el título que comentamos se encuentre entre lo más valioso legado por Wise en estos años atractivos e irregulares a partes iguales. Se detecta en ella ese cierto envaramiento que lastró la producción menos interesante de la RKO en aquellos años tan brillantes por otra parte para el estudio. Pese a la presencia de sombras y contraluces, lo opaco de su iluminación casi nos remite a tiempos pasados, en este discreto pero eficaz drama de misterio, que en su escasa duración de poco más de una hora, oscila en su trazado por los senderos de la comedia, el melodrama y la crónica de actividades gangsteriles. Quizá demasiados elementos para un relato de cortos vuelos destinado –como tantos otros de su tiempo-, al esparcimiento de los espectadores, proponiendo la andadura de Steve Bornes (Tim Conway)-, un avispado y exitoso abogado unido sentimentalmente a Georgia (Martha O’Driscoll), aunque ambos respeten la disparidad de sus tareas profesionales. Es algo que percibiremos cuando esta le anuncie que ha sido contratada como cantante en un café que regenta uno de los tipos de más dudosa reputación de la ciudad.

Dicha circunstancia tendrá su punto de inflexión cuando las personas que quieren postular a Bornes para fiscal de distrito, anuncien la obtención de unas fotografías comprometedoras para un oculto mandamás de la delincuencia local, que tiene en Vic Wright (Robert Armstrong) y su hermano pequeño Frankie (Steve Brodie) sus cabezas visibles. La lógica negativa de este a acceder al soborno de cincuenta mil dólares propuesto por Vic al protagonista, será el detonante para que se produzca un último encuentro entre estos, provocandose la muerte accidental de Vic por el disparo de una pistola, y huyendo el abogado hasta la reunión. De forma inesperada, se verá encausada de la muerte –considerada asesinato- a Georgia –que había pasado inoportunamente por el despacho del fallecido-. Se iniciará con ello una espiral en la que Steve deberá utilizar lo mejor de si mismo, ya que las tácticas que hasta entonces le habían servido para salir triunfante en cuantas vistas ejercía como abogador defensor, se vendrán abajo en el proceso de su propia novia, teniendo además el tremendo handicap de saber que de manera accidental el vivió la situación que culminó con la muerte del delincuente. Sin embargo, hasta su propia confesión no servirá de nada ante el fiscal, viéndose envuelto Broodie en una sensación casi apocalíptica, al ver como la vista contra su novia se va desarrollando, el mundo en el que él ha exteriorizado el desempeño de las leyes se desploma, y el tiempo la va confinando hasta una casi segura condena a muerte.

Hay quien ubica CRIMINAL COURT como una muestra más o menos secundaria de cine noir. No seré yo quien lo haga, incluso concediendo el hecho que dentro de aquella rica corriente, se insertaron también exponentes de limitado interés. Sin embargo, en esta ocasión tengo la impresión de que nos encontramos ante una especie de epígono del tradicional serial –aspecto en el que no resulta casual el protagonismo del citado Conway, especialista en esta faceta-. A partir de ese relato al que no hay que buscar demasiadas honduras, y en el que se cuelan no pocos agujeros -¿Cómo un letrado deja que su novia cante en un garito de turbios propietarios?, ¿Cómo este se puede fugar con tanta facilidad de una reunión en la que proyectan una inverosímil sucesión de sobornos efectuados en plena calle?-, el film de Wise si atesora momentos de tensión en secuencias de interiores, como las desarrolladas en el despacho de Vic, teniendo ese inesperado testigo ocular cuando muere, en la infiel secretaria Joan Mason (June Clayworth, el personaje más oscuro de la función, pese a su escasa presencia).

En realidad, puesto a hacer valoración de esta discreta película, que de no proceder de la mano de un director conocido seguiría viviendo el oscurantismo, más allá que el devenir de una intriga ágil pero carente de densidad, me quedo sin duda con la plasmación de los manejos de ese audaz abogado. Será algo que tendrá dos episodios de similar brillantez pero dispar atmósfera. En el primero de ellos neutralizará el falso testimonio que implicaría a su cliente de asesinato, utilizando una delirante treta en la que caerá rendido el conjunto del tribunal, y sorprendiendo incluso al espectador. Por el contrario, la que servirá como conclusión a la película, será una apuesta desesperada para intentar defender a su amada. Y pese a que casi por segundos se escenifique el derrumbamiento de un auténtico mito del mundo judicial, en el último momento surgirá en él la suficiente lucidez para intuir que en Joan se encontraba la clave para desenmarañar y descubrir la verdad del caso. Antes de ese fragmento, se desarrollará una breve secuencia entre ambos personajes, de corte más intimista, en donde por un lado la ayudante creerá que su jefe conoce lo que ella esconde, mientras que en apariencia Steve está tratando de otros perfiles. Será el preludio de ese último detalle de agudeza, que permitirá a nuestro protagonista salvar a su novia, y también, esa destreza y prestigio en el desempeño de su profesión.

Calificación: 2

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