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CINEMA DE PERRA GORDA

DEADFALL (1968, Bryan Forbes) [Angustia mortal]

DEADFALL (1968, Bryan Forbes) [Angustia mortal]

En los últimos años se viene siguiendo una curiosa corriente –dentro de la general y atinada reivindicación del cine británico-, que busca una determinada entronización en la andadura como director, de ese polifacético personaje –también actor, productor, y guionista-, llamado Bryan Forbes. Partamos de la base de su aparente singularidad, y del atractivo de varios de sus títulos, entre los que no dudaría en destacar el excelente KING RAT (1965), a mi juicio una de las grandes producciones inglesas de dicha década. Sin embargo, más allá de entrar en esa difusa insinuación de si nos encontramos o no ante un auteur, considero que resulta más procedente integrar su –estimable- aportación, dentro de un contexto de producción, donde la confluencia de talentos, favoreció un grueso de producción a mi modo de ver magnífico, que poco a poco va emergiendo quizá como el más valioso de Europa –espero que no me vilipendien todos aquellos que sigan comulgando con los exabruptos de la crítica francesa de su tiempo-. Dicho esto, la andadura de Forbes ofrece los mismos vaivenes de interés que el cine británico en el que se insertaban sus respectivas películas, y el ejemplo que brinda DEADFALL (1968) es bastante ilustrativo al respecto, mostrando en sus imágenes vicios y virtudes de un periodo especialmente convulso para el cine de las islas. Lejano ya el influjo del Free Cinema –Albert Finney efectuó su certificado de defunción con la magistral y dolorosa CHARLIE BUBBLES (1968), ni siquiera se encontraba ya la égida del efímero Swinging London. Sin embargo, algo de sus formas visuales –algo caducas, pero más defendibles de lo que se reconoció en su día-, se aprecia en esta extraña producción, una vez más combinando el cine de robos con un oscuro entramado psicológico y mórbido, atisbándose ecos ligados al incesto y la homosexualidad, en una historia que se inicia describiendo la figura del misterioso Henry Clarke (un hierático Michale Caine, muy a tono con la imagen que iba ofreciendo como estrella cinematográfica). Se trata de un ladrón de joyas internado en un psiquiátrico ubicado en el sur español, que es reclutado por el misterioso Richard Moreau (Eric Portman, lo mejor de la película) y secundado por su esposa Fé (Giovanna Ralli). A partir de la extraña relación triangular que se establece entre ambos personajes, se suma el intento de un espectacular robo de joyas, destinado al acaudalado Salinas.

Es curioso como DEADFALL aúna en su trazado la precisa descripción del golpe, con el desarrollo de la extraña relación establecida entre sus tres protagonistas. Ello convierte al film de Forbes en una relativa rareza. Relativa sobre todo, ya que en su discurrir se insertan numerosos elementos visuales y retóricos muy habituales en aquel tiempo, que si bien en el momento de su estreno provocaron una cierta demonización, con el paso de los años otorgan a su resultado una estimable eficacia. Y es, a fin de cuentas, nos encontramos con una versión “en serio”, de referentes en aquel momento bastante cercanos, como podrían ser los tan denostados –y por mi, admirados- MODESTY BLAISE (Modesty Blaise, agente secreto femenino, 1966. Joseph Losey) o ARABESQUE (Arabesco, 1966. Stanley Donen). Es más, en no pocas ocasiones, la estética visual del film de Forbes me recordaba poderosamente esa simpática comedia sixties llamada KALEIDOSCPE (Magnífico bribón, 1965. Jack Smight). El mismo regusto por composiciones abigarradas, enfáticas, utilización de flous y teleobjetivos, el vigoroso tratamiento del color, la fuerza, en ocasiones chirriante, del fondo sonoro de John Barry. Todo ello conforma un conjunto que, en oposición al de los referentes antes citados –insertos en un ámbito festivo y vitalista-, aparece sombrío y oscuro, contraponiendo su expresión visual. Es un elemento que en ocasiones casi convierte al film de Forbes en una extraña fotonovela –esa relación homosexual de Richard con el gigoló Antonio, ataviado como si fuera un modelo de la época-, y que en no pocos momentos, rompe esa búsqueda de un aura sombría que, a fuer de ser sinceros, solo se logra transmitir en los pasajes finales del relato. Cierto es que en la base argumental presentes en la novela de Desmond Cory – trasladada como guión por el propio Forbes, quien no duda en ubicar su nombre en la cabecera de los títulos de crédito-, hay lugar para elementos que hubieran podido proporcionar más densidad al conjunto. La andadura previa del director le había proporcionado ya sus mejores referentes.

Sin embargo, más allá de reconocer la irregularidad y el ocasional atractivo de esta cinta tan propia de su época, y al mismo tiempo tan singular, conviene destacar el intento de virtuosismo que ofrece la doble set pièce que combina imágenes del robo de la caja de caudales por parte de Harry, con la celebración de un concierto al que asisten los dueños de la mansión, paradójicamente dirigido por el mismísimo John Barry. Un fragmento que se erige como auténtica metáfora de las posibilidades y el aura epatant del conjunto, en el que sus intenciones bordean por momentos, el asombro y el ridículo más absoluto –sobre todo por la desmedida extensión del mismo-.

Más allá de sus intenciones psicológicas, de su validez y sus elementos caducos, hay algo que desde un particular punto de vista, permite que DEADFALL –carente de estreno comercial en su momento, aunque editada digitalmente con la traducción de ANGUSTIA MORTAL-, adquiera una especial significación. Me refiero con ello a la especial fascinación que sobre España se tuvo en el contexto del cine británico. Algo que se manifestó ya en la década de los cincuenta, con títulos como PANDORA AND THE FLYING DUTCHMAN (Pandora y el holandés errante, 1951. Albert Lewin), HONEYMOON (Luna de miel, 1959. Michael Powell), y se extendería en el decenio siguiente, en exponentes exóticos como THE RUNNING MAN (El precio de la muerte, 1963. Carol Reed) o THE CEREMONY (Encrucijada mortal, 1963. Laurence Harvey). Y es que más allá de servir de plató para spaguettis westerns, o superproducciones para Bronston, películas como esta nos ofrecen, en un segundo término, una mirada distanciada, de lo que podía ser el mundo rural y urbano, dominado por el retraso a todos los niveles, de aquel entorno franquista, tan atractivo para países y culturas como la británica, a la hora de insertar en nuestro suelo, dramas, fantasías o intrincadas intrigas, en las que el aura wellesiana se encuentra presente en no pocos momentos.

Calificación: 2’5

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