THE WHISPERERS (1967, Bryan Forbes)
Hace escasos días, leía en la prensa que en nuestro país se encuentran más de cinco millones de personas que viven -vivimos, me uno a esta definición, en soledad-. Sin embargo, con ser esta situación algo permanente desde que la Humanidad existe, no es menos cierto que se hizo especialmente presente, en el proceso deshumanizador de las grandes ciudades. Y contemplar las dolorosas, medidas, melancólicas, tristes e incluso decadentes secuencias de la admirable THE WHISPERERS (1967, Bryan Forbes), nos revelan que incluso en un periodo de supuesto y aparente progreso para la sociedad británica, no había lugar para seres que se consideraban al margen de ese aparente progreso social. Por ello, se entiende que una propuesta tan dura, que por momentos parece proponer una actualización del universo temático del mismísimo Charles Dickens, tuviera una pobre acogida de público. Unos espectadores ingleses, a los que quizá esa mirada en torno a seres que fueron parte importante del pasado de su mundo, permanecían entonces al margen del mismo, olvidados por todos.
Al parecer, en el momento de su estreno, la película obtuvo una cálida acogida crítica, que no dudó en aclamar con justicia, la extraordinaria, matizada y casi obsesiva performance de Dame Edith Evans -una de las grandes figuras de la escena inglesa-, que recibió una considerable cantidad de galardones, entre ellos el Oso de Plata a la mejor interpretación femenina del Festival de Berlín, o su tercera y última nominación al Oscar-Hasta cierto punto era comprensible, que en un tiempo en el que el Swinging London estaba ya dando señales de agotamiento, el espectador británico de la época, dejara de lado una película que podía incomodarle -como de hecho así sucedía-. En cierto modo, el cine de Forbes iba avanzando en un sendero absolutamente libre, dejando en la cuneta posibles asideros genéricos y/o temáticos. Es más, efectuando una mirada global sobre los más valiosos exponentes de su obra, queda bastante perceptible la querencia de Forbes por los personajes marginados, capaces de articular sus títulos más valiosos. Una andadura como realizador, que considero alcanzó su más alto grado de excelencia con esta misma película y con la no muy alejada en el tiempo KING RAT (King Rat, 1965). Es por ello, que desde su evidente minimalismo, su sensación de pieza de cámara, y la propia circularidad de su base argumental, nos encontramos de entrada con una mirada inmisericorde hacia la insensibilidad de esa sociedad inglesa, envuelta en progreso, en torno a sus mayores. La soledad que invade la vida cotidiana de la septuagenaria Margaret Ross (Evans), asumiendo día a día la rutina, viviendo en un bajo dominado por la decrepitud, conservando el sello de una educación relevante (sigue leyendo la prensa como un rito, guardando los ejemplares en un cuarto casi atiborrado de antiguos periódicos). Pese a ello, mantendrá siempre un semblante digno ante una evidente decrepitud (acude a una biblioteca cada día, en donde se acumulan otros ancianos en su misma situación, aprovechando un canal de calefacción para apoyar su pie húmedo). Suplantará su ruinosa situación, simulando la espera de un dinero de una herencia, en las misivas que escribe al sensible responsable de caridad que le ha tocado en suerte -Mr. Conrad (magnífico Gerald Sim)-. Un ámbito existencial desolador, ante el cual nuestra protagonista no encuentra más que una extraña huida; escucha una serie de voces -que el espectador no percibe-.
Si algo define el film de Forbes es la incomodidad y la capacidad de transgresión, que brinda este doloroso drama a tres bandas, que alterna la mirada firme pero compasiva de ese ‘juguete roto’ de la sociedad inglesa, con la visión cruel, desesperanzada, de ese progreso, que en la película se representa por medio de esos nuevos e impersonales polígonos de viviendas. Todo ello se encuentra presente en este relato que adapta la novela previa de Robert Nicholson, adaptada a la pantalla por el propio realizador, quien siempre señaló que nunca se sintió más libre a la hora de trasladar su material.
La andadura de la protagonista se describe en la pantalla a modo de pinceladas, como la crónica de un ser casi fantasmal. Pero lo hará siempre con delicadeza, como en si en las dolosoras imágenes de la película, se trasladara al mismo tiempo el respeto hacia una mujer que en su pasado albergó distinción. Que aún sigue conservando el eco de una educación esmerada, y que intuimos fue una buena persona, aunque muy propia de la educación de su tiempo. A partir de esa premisa, y siempre con una puesta en escena que sabe discurrir siempre con una pátina descriptiva. Con una extraña y dolorosa cadencia. Buscando en todo momento no alzar la voz -apenas conoceremos un instante donde la narración adquiere una inusual violencia; cuando el esposo de la protagonista es testigo del asesinato de un mafioso y huye con un considerable botín, abandonando a Margaret-. Todo discurrirá, sin embargo, en una mirada contemplativa, incluso en los instantes más desgarradores del relato -el episodio en que se emborracha a la protagonista para robarle el dinero que porta, dejándola tirada cerca de su casa como si fuera un animal muerto, provocándole una neumonía-.
Como ante señalaba, en realidad el argumento de THE WHISPERERS es bastante sencillo. Lo que importa en él es la miurada. La búsqueda del matiz. La manera que albergan las inspiradas imágenes de Forbes, a la hora de describir ese mundo de ancianos que se encuentran abandonados por todos, y que apenas tienen ocasión de recibir las pequeñas ayudas estatales, acudir a la biblioteca a leer la prensa y, sobre todo, pasar las horas resguardados del frío, o tener que asistir a los sermones de un extrañe predicador, a cambio de poder comer de manera miserable. Para seguir todo este recorrido existencial, que trasciende lo individual para extenderse a una mirada colectiva, Forbes atesora materiales de extraordinaria magnitud. Lo brinda la perfección de un cast impecable, pero a ello hay que sumar la extraordinaria iluminación en b/n de Gerry Turpin, que acierta a proporcionar a los fotogramas una atmósfera entre triste, húmeda, sombría, e incluso aterradora en su propia cotidianeidad. Y es algo que tiene un especial reflejo, en el acierto que se brindan la elección de escenarios, en lo que aparece como una ciudad del Norte de Inglaterra. Unos escenarios -especialmente en exteriores- que aparecen ante nosotros con una casi lacerante fisicidad, en aquellas secuencias descritas en el ruinoso entorno donde se encuentra el viejo apartamento de la protagonista, y que se extiende a la hora de plasmar esos nuevos barrios -en la secuencia donde Margaret es asaltada-, dominados por la grisura y la impersonalidad. Y para dar forma a esa auténtica sinfonía de la decadencia, resulta admirable la tarea como montador del posterior realizador Anthony Harvey, capaz de proporcionar al conjunto una extraña configuración de fábula decadente, en la que se encontrará un elegíaco aliado en el fondo sonoro brinda por un entonces recién oscarizado John Barry.
Con dichos elementos, Bryan Forbes configura una obra admirable. Uno de los grandes títulos del cine inglés en la segunda mitad de los sesenta, al que el paso del tiempo ha permitido agigantar su vigencia, y que creo podría aparecer como un epígono británico del previo y aún superior UMBERTO D. (Umberto D., 1952. Vittorio De Sica). Y todo ello, en un relato cuyas imágenes aparecen como una dolorosa balada de la decadencia, la soledad y el olvido, enmarcadas en una singular sinfonía de observador, sin afán moralizador. No hace falta subrayar en ellas. Solo con ver a esa anciana tirada por un guiñapo por aquellos que la han robado. En esa sucesión de planos que describen como esta mujer, abandonada desde hace años, ha recibido la atención y el cariño de las enfermeras, en su proceso de recuperación. En lo conmovedor -y duro- que resulta el reencuentro con su marido perdido -anteriormente, hemos asistido a una secuencia de enorme intensidad, en donde un asistente revela a este su condición de auténtico mendigo-, o incluso el reencuentro de Margaret a su vieja casa, donde queda sorprendida y extrañada por la limpieza que observa y que han efectuado los asistentes sociales. Ese momento inolvidable, en el que ella musita apenas dos palabras a su marido, que realmente la ignora; “Me abandonaste”. La manera con la que se describen esos jóvenes vecinos, representativos de las nuevas generaciones de ingleses, donde la inmigración aparece como un nuevo elemento social. Todo ello comporta una mirada tan realista como llena de tristeza. Antes lo señalaba, como si el universo de Charles Dickens se proyectara en ese lado sombrío de una Inglaterra imbuida de aparente progreso. En esa estructura simétrica de THE WHISPERERS se encuentra un doloroso barrido para una sociedad que no se atreve a mirar de cara a su pasado, a sus raíces. El paso del tiempo y la tendencia a las concentraciones urbanas, no ha hecho más que agudizar este drama inherente al mundo occidental, el ámbito acostumbrado del estado de bienestar. Una película tan honda y al mismo tiempo tan universal como la que nos propone Bryan Forbes aparece, casi seis décadas después, como un auténtico dardo envenenado. Como un inesperado grito de desgarro, además de una obra ejemplar, dentro de un cine como el británico, que se encaminaba a una de las crisis más graves de su historia.
Calificación: 4
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Angel -