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CINEMA DE PERRA GORDA

GOVERNMENT GIRL (1943, Dudley Nichols)

GOVERNMENT GIRL (1943, Dudley Nichols)

Al igual que sucediera con otros escritores y dramaturgos de prestigio, como Clifford Odets, Nunnally Johnson o Daniel Taradash, también el conocido Dudley Nichols sintió la tentación de foguearse como director cinematográfico. Lo hizo en tres ocasiones, siendo la primera de ellas GOVERNMENT GIRL (1943), rodada en pleno periodo de la segunda contienda mundial, y asumiendo con ello una determinada reivindicación en torno al servicio a la patria en aquel periodo de guerra. Para ello utilizará ciertos ecos caprianos, y tomando como eje el desarrollo de la función política en Washington W. C. para ello, decidió trasladar a la pantalla la historia de Adela Robers St. John, adaptada en forma de guión por el propio Nichols y el posteriormente célebre Budd Schulberg. En ella, se nos relata la llegada hasta la capital norteamericana de un ingeniero. Se trata de Ed Browne (Sonny Tufts), joven de acusada personalidad, destinado al diseño de unos modelos de aviones para combatir por la causa aliada. Muy pronto se verá sobrepasado por la vitalidad que caracteriza a Washington, viéndose sin posibilidad de encontrar una habitación de hotel. Al final logrará su objetivo, no sin contrariar a una pareja de recién casados que han acudido al mismo establecimiento, recomendados por Smokey Allard (Olicia de Havilland), con la que tendrá un encontronazo, aunque indirectamente ayude a la boda de sus amigos, cediéndole un anillo suyo. Tras una serie de azarosas incidencias, el destino los volverá a unir, sin saber ambos que van a depender oficialmente, siendo la segunda secretaria del nuevo ingeniero. Contra todo pronóstico, se establecerá una creciente cercanía entre ambos, aunque sea más pronunciada en el caso de Smokey, que hasta entonces ha estado cegada por el engreído y arribista Dana (Jess Barker), sin hacer caso a los galanteos, del que por otra parte es sincero amigo suyo; Branch Owens (el siempre admirable Paul Stewart), agregado de prensa y profundo conocedor de la interioridades del departamento en el que trabajan tanto la joven como Browne. Las poco ortodoxas pero siempre honestas formas marcadas por el ingeniero, chocarán muy pronto contra las bajas pasiones inherentes en la política y la burocracia del departamento, sometiendo a este a un juicio para arruinar su reputación. Cuando ya todo se sitúa en su contra, la oportuna intervención de Smokey salvará la situación, revelando en ambos esos sentimientos que hasta entonces permanecían solo latentes.

Más allá de su relativa semejanza con el Frank Capra de MR. SMITH GOES TO WASHINGTON (Caballero sin espada, 1939) –de la que aparece casi como una revisitación en tono menor-, lo más atractivo de GOVERNMENT GIRL se encuentra en su tercio inicial. Más allá del profundo desprecio que desde el primer momento mostró la de Havilland por la que consideró siempre su peor película –fue obligada por el estudio a protagonizarla-, o la estulticia que demuestra Sonny Tufts –que en alguna encuesta hollywoodiense fue considerado el peor actor del cine norteamericano-, no sería justo condenar los aciertos parciales de la película por esos motivos concretos. Ya señalaba que la primera media hora de la película se caracteriza por un ritmo y un dinamismo envidiable, poniendo a prueba las virtudes de Nichols como metteur en scène. Desde el primer momento, se apuesta por mostrar un Washington caracterizado por un movimiento humano frenético. Es algo que se prolongará con la llegada a este hotel abarrotado por la presencia de políticos y burócratas, en los que la cámara del aquí director logrará establecer casi una musicalidad de ecos screewall, que incluso por momentos nos podría acercar a los métodos visuales manejados en aquellos años por el triunfal Preston Sturges. Toda una sinfonía de la confusión, que ligará los deseos de Browne de lograr alejamiento y la celebración de una inesperada boda, plasmada con una extraña y saludable apuesta por el caos, propia de la mejor comedia de la época. Este sentido del timing tendrá aún su prolongación a continuación, con el magnifico episodio desarrollado en la residencia de jóvenes que comanda la antipática Sra. Harris (Una O’Connor), empeñada en que no permanezcan allí los novios con los que estas tengan relación. Hasta allí llevarán Smokey y la recién casada –May (Anne Shirley)-, a su nuevo esposo, que en un accidente ha perdido la documentación. La llegada hasta la residencia, y la sucesión de inesperados ruidos que provoca el torpe esposo –Joe Blake (James Dunn)-, intentando pasar desapercibido entre las inquilinas en la tranquilidad de la noche, planificada además a partir de una serie de planos largos muy ligados al slapstick, además de su enorme efectividad e hilaridad, aparecen casi como precedentes del Jerry Lewis –actor y director- de THE LADIES MAN (El terror de las chicas, 1961). Será el punto más álgido, de una comedia que poco después ofrecerá una divertida carrera en moto de los dos protagonistas, y que irá perdiendo parte de sus expectativas, según vayamos adentrándonos en una vertiente más melodramática. De tal modo,  el relato se insertará en los recovecos de la actividad política que rodea a nuestro ingeniero, en el progresivo desengaño que va viviendo Smokey con ese atractivo Dana, que no hace más que engañarla y utilizarla, o en los comentarios siempre lúcidos de Owens. En medio de dicho conjunto, no dejará de resaltar el sentido irónico que presidirá el encuentro del protagonista con la acaudalada y afilada Adele (Agnes Moorehead), en el desarrollo de una de las fiestas organizadas entre las personalidades influyentes que esta conoce, donde se dirimirá la incomodidad que la personalidad de este ha introducido en aquel contexto. Y junto a ello, aparecerán divertidos detalles de comedia, como esas caricaturas de Hitler y el emperador japonés, que Browne mantiene ocultos detrás de un cuadro, y con los que exterioriza su ira, al tiempo que se inspira en su labor para lograr su objetivo. Si unimos a ello, el complemento de magníficos actores de carácter –quizá no demasiado aprovechados, pero aportando su profesionalidad, como Sig Ruman o Harry Davenport-, podremos hacernos una idea del moderado interés de una comedia que iniciaba la corta y curiosa aportación como director de Dudley Nichols, centrada en filmar propuestas que aparecían al margen de los cánones comúnmente establecidos.

Calificación: 2’5

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