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CINEMA DE PERRA GORDA

THE OCTOBER MAN (1947, Roy Ward Baker)

THE OCTOBER MAN (1947, Roy Ward Baker)

Tras varios años como ayudante de dirección, y la práctica que le supusieron la experimentación en el marco del cortometraje, Roy Ward Baker –firmando tan solo como Roy Baker- debutaba en el largometraje con THE OCTOBER MAN (1947), en un contexto de enorme riqueza para el cine británico, y asumiendo para sí, la poderosa impronta que le trasladaba la base literaria y el propio guión que le brindaba el conocido Eric Ambler, artífice de no pocos exponentes del cine de suspense. Un ámbito caracterizado por películas dominadas en su peculiar atmósfera, por argumentos casi minimalistas, que respiran esa aura de la cercanía de posguerra. Atmósferas en las que se encuentran ruinas de bombardeos, nieblas, personajes taciturnos, sospechas constantes…

THE OCTOBER MAN bebe de manera decidida de dicho enunciado, aunque quizá no pueda erigirse como uno de los exponentes más valiosos de este ámbito. Ello no debe hacernos menospreciar las cualidades que alberga este drama de suspense que se inicia de manera percutante, con la descripción del accidente que vivirá Jim Akland (el siempre estupendo John Mills) en un autobús. El accidente provocará la muerte de un niño, hijo de un compañero del que estaba a su cargo, traumatizando con extrema gravedad a nuestro protagonista, que se verá internado en un hospital durante un año. Una vez que se vea empujado a reiniciarse en la vida normal, no dejará de verse afectado por un fuerte conflicto psicológico. Se hospedará en una residencia, donde muy pronto hará ver por su lado su renuencia a la comunicación con su entorno, y por otra sus huéspedes aparecerán como seres representativos de los peores prejuicios de la vida británica. Entre sus moradores, destacará por sus dificultades económicas, y al mismo tiempo, por albergar una personalidad más abierta, la joven modelo Molly Newman (Kay Walsh). Será la única con la que entablará una tímida relación Akland, siendo ambos observados por el introvertido Peachy (Edward Chapman), otro de los inquilinos de la residencia, que pronto veremos había mantenido algún tipo de relación previa con Molly. Tras su reinserción laboral, el futuro deparará a Akland otra relación sentimental, representada en la joven Jenny Carden (Joan Greenwood, tan recordada por su seductor rol en TOM JONES (1963, Tony Richardson)), hermana de Harry, su compañero de laboratorio. En una noche de domingo, Molly aparecerá estrangulada cerca de la residencia. La labor policial asumirá las evidencias en los testimonios de los hospedados en la residencia. En especial el de Peachy y el de la atildada y chismosa Mrs. Vinton (Joyce Carey), ambos resentidos en su contra a partir de diferentes circunstancias previas. Una nueva pesadilla empezará a atormentar al protagonista, quien pese a tener clara su inocencia, por momentos llegará a poner en duda la misma, evocando fantasmas del pasado. Esta situación le hará vislumbrar el alejamiento que encontrará incluso entre los que se denominaban sus amigos. Tan solo Jenny le demostrará una absoluta confianza, aunque tendrá que ser el propio acusado el que deba luchar no solo para demostrar su inocencia, sino sobre todo para estar seguro de sí mismo.

Caracterizado en casi todo momento por su transparencia a la hora de exteriorizar sus cualidades y limitaciones, THE OCTOBER MAN destaca por la fisicidad que emana de sus imágenes. Como en buena parte del cine británico de su tiempo, esos contraluces casi siempre nocturnos, la planificación de sus instantes más dramáticos –la fuerza que adquieren esos planos nocturnos, con la incidencia de los humos del tren, mientras Jim se muestra sobre el puente, con la intensidad de su mirada; la manera con la que se muestra el cuerpo asesinado de Molly-, pero al mismo tiempo deviene esquivo y en ocasiones esquemático –lo estereotipados que aparecen los seres que nutren la residencia-. Hay una constante sensación de que se podría haber llegado a bastante más de lo finalmente ofrecido. Un desequilibrio en la contraposición de relato de suspense, mirada existencial, y plasmación de la psicología de una sociedad como la inglesa de su tiempo. De aquellos tres ámbitos, podemos sin duda extraer ejemplos de notable intensidad pero, si más no, aunque asistamos a una mirada que se describe con voluntad de no aspirar a más que ofrecer un efectivo relato de suspense, es cierto que esos giros en la percepción de su intriga, en ocasiones legan a noquear. Es algo que destaca en el encuentro que se produce entre Akland y Peachy, poco antes de que este se marche de la residencia, marcando en dicho encuentro un giro de ciento ochenta grados, que deja atrás cualquier vertiente de intriga, apareciendo en su lugar un elemento malsano, que introduce en el rostro y la mente de Peachy, un aura casi mefistofélica.

Así pues, entre un climax resuelto con convicción, convenciones más o menos bien plasmadas, aspectos que se dejan con escaso margen para la matización, giros impactantes y situaciones insertas sin haberse definido con la debida intensidad, aparece este debut en el largo de Baker, iniciando una andadura desigual pero llena de atractivo, en la que destacará tiempo después su pesadillesca TIGER IN THE SMOKE (1956), dentro de unos años cincuenta donde desarrolló una filmografía dominada por el cine de género. Muchos años después, y rompiendo unos sesenta poco estimulantes, aparece una de las cimas de Hammer Films; QUATERMASS AND THE PIT (¿Qué sucedió entonces?, 1967).

Calificación: 2’5

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